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UN K-DRAMA EN EL MUNDO RURAL, UN ASPECTO QUE NOS FALTABA POR DISFRUTAR, SI PASAMOS POR ALTO SERIES COMO 'EL AMOR ES COMO EL CHA-CHA-CHÁ. DE ENTRADA NOS TOPAMOS CON UNA LEY DE PROTECCIÓN ANIMAL SURCOREANA.
Ficha identificación:
Título original: Eojjeoda Jeonwonilgi
País: Corea del Sur
Año: 2022
Temporada 1; capítulos 12; duración 37 minutos
Género: dramedia comántica
Creador: Baek Seonk-jang
Dirección: Baek Seonk.jeong, Park Eun-kyoung
Guion: Baek Eun-kyung, basado en la novela de Park Ha.min
Música: Moon Seong-man
Compañías. Distribuidora: Netflix
Reparto:
Baek Ji-woon: Choi Se-ryun
Choo Young-woo: Han Ji-hul
Park Soo-young: Ahn Ja-yeong
Baek Sung-chul: Lee Sang-hyeon
Park Ji-ah: Cha Yeon-hong
Na Chul: Choi Yun-hyeong
Park Ye-ni: Youn Sook
SINOPSIS:
Un veterinario urbanita, residente en Seúl se muda, en contra de sus deseos, a un pueblecito rural, en el que se enamora de una policía local que guarda un secreto, relacionado con un pacto de ciudad.
LO QUE SE DICE:
La página española Filmaffinity todavía no aporta valoraciones cuantitativas de sus lectores. ni cualitativas de reseñas periodísticas. Por el contrario, la norteamericana Imdb ofrece una nota media de 7,1, basada en el voto de 591 usuarios. Un dato a favor de los k-dramas coreanos, si comparamos con producciones recientes del sureste asiático, es que se abre a su mercado, que se va extendiendo, y en el que las producciones audiovisuales y musicales van incrementando su importancia en las exportaciones del país al exterior, un hecho que se facilita por la oferta de subtítulos de las lenguas que se hablan en las áreas más importantes del globo (árabe, español, rumano, ucraniano, alemán, chino...) un esfuerzo que favorece su expansión, en contraposición con ofertas muy esperadas recientemente, una desilusión para quienes esperan conocer lo que se hace en cualquier parte del mundo, a través de las plataformas de streaming, a las que se han sumado ya grandes compañías como Warner, Disney y, sobre todo, Netflix.
CRÍTICA:
Doce capítulos de 35 minutos favorecen el esfuerzo de los espectadores y contribuyen al conocimiento de un país que ha sufrido mucho en los últimos días; un país líder en exportación de los logros de su industria, incluida la cultura y la forma de vida, la cosmética, la moda, y sus progresos en los avances tecnológicos. Hallyuwood abre esa ventana al mundo de que hablaba el extinto Godard, una lección que parecen haber aprendido bien en la teoría, sin despreciar la praxis norteamericana que tan buenos resultados le dio a la Meca del Cine en la difusión de su acervo cultural y representativo, y ahora saluda el esfuerzo surcoreano sin ambages ni competiciones absurdas. Cada cual construye una diégesis que corresponde al espíritu, más o menos seguro de sí mismo o más o menos deprimido, de acuerdo con la coyuntura actual y las resistencias que operan en cada zona frente al avance hacia una nueva era que hace peligrar el statu quo actual, y que tienden puentes, desde las diferentes perspectivas e idiosincrasia de los pueblos, que ayudan a la comprensión del mundo que nos ha tocado vivir.
Érase un amor rural pone el foco en la sociedades agrarias, teóricamente bucólicas y apacibles para algunos grupos citadinos, habitantes de ciudades que idealizan unas comunidades en las que los enfrentamientos entre familias y poblados cercanos son más intensas que en los patios de vecinos, e incluso las celebraciones y veladas pueden acabar bastante mal, ya que la ingestión de alcohol con frecuencia hace aflorar todos los resentimientos. También se mira de reojo a los que proceden de grandes urbes, de pieles muy blancas, ya que nunca se exponen al sol, (hay documentos que muestran a coreanos en las playas con bañadores que evocan los de finales del siglo XIX o principios del XX, o bañándose incluso vestidos para evitar tostarse con el sol ). Esto no es privativo de la cultura coreana, porque todos sabemos que a los americanos más toscos, agricultores conservadores de los estados del sur de Norteamérica, se les llama rednecks, o cuellos rojos a causa del castigo que el sol ejerce en su piel, concretamente en el cuello que queda al descubierto; tras el triunfo de Trump se generalizó el uso por parte de esta población de esas gorras rojas que todos reconocemos. El análisis del enfrentamiento de la ciudad y el campo es pues el protagonista de este film, que alinea en un bando al nieto del veterinario, que ha seguido los pasos de su abuelo, ha salido de la comunidad, se ha formado en centros universitarios, ha adquirido nuevas formas de vestir y comportarse, y al resto de la comunidad, más o menos amable con él, según su nivel de tolerancia y formación.
El cine que hace Hallyuwood (nombre procedente de la Ola Coreana, llamada Hallyu), se acerca más al europeo, a pesar de la influencia innegable en muchos aspectos de los Estados Unidos. pero sus directores , y en esta serie su creador, Baek Seonk-jang, vuelven sus cámaras hacia las masas y sus héroes cotidianos, que pueden ser un veterinario, un médico, un dibujante, un escritor, un agricultor, un granjero..., lo que hace que el espectador se sienta implicado en el relato y la diégesis le resulte muy familiar y cercana. En esta ocasión al situar a un joven culto, moderno, concienciado, comprometido con su tiempo y consciente del daño que hacemos con el calentamiento de la Tierra, el primer asunto que aborda en el primer capítulo es la Ley coreana de Protección Animal, que en España entrará en vigor a finales de año, y que impide a los que crían animales grandes (en las ciudades se presta atención especialmente a animales domésticos como perros y gatos) poner cebos o matar a un perro que. movido por el hambre mata gallinas. algo que los agricultores no entienden, si bien la presencia del facultativo es imprescindible para desarrollar su actividad. Esa primera reflexión no obliga a pensar cómo será nuestra Ley y en qué nos diferenciamos de ellos; en Corea no gobierna la Socialdemocracia, sino el que llaman PPP, Partido del Poder Popular, con un estrecho margen con los progresistas del país y se ve obligado a hacer una política de lo que llaman conservadurismo social. Hace falta fijarse mucho en aquello de lo que hablan en sus series, que abarca todo (incluso existe una que nos cuenta cómo son los negocios en el barrio tristemente célebre desde el día de
Halloween este mismo año,
Itaewon, que se llama
Itaewon Class, un relato que nos informa de sus leyes de igualdad entre hombres y mujeres, e incluyen el 'sí es sí'. Algo habrán hecho mejor que nosotros, porque no hay expresión de irascibilidad; invito a verla
).
Cada serie es como la pieza de un puzzle que va recomponiendo una sociedad en la que los jóvenes avanzan meteóricamente, crean startups, sus ídolos no abandonan las mascarillas en las aglomeraciones, se dedican a la medicina, son becarios maltratados en grandes conglomerados o chaebols como ellos los llaman, adoptan el rol tradicional de la mujer. es decir, son cuidadores y no siempre productores (en 'Érase un amor rural' él es veterinario, pero ella la policía más eficaz de la zona, que a la vez cuida de los vecinos, como él de los animales)...Todo ello nos interesa y nos obliga a buscar información donde exista, para entender por qué un pueblo que consiguió la democracia parlamentaria en 1988 ha llegado tan lejos, a pesar del lastre de costumbres ancestrales que se reflejan en todas sus series. Un soplo de aire fresco tras introducirnos por ambientes más asfixiantes, cínicos y deprimidos que dominan no sólo Occidente, sino países orientales, que no hace mucho fueron grandes imperios, como por ejemplo Japón, que ocupó Corea desde 1910 hasta 1945, de la que tuvo que salir al ser derrotado en la Segunda Guerra Mundial. A ello se suma el hecho de que los cineastas coreanos crean una subtexto muy relacionado con una historia de amor, -el mal amor que llaman aquí muchas teóricas académicas del feminismo- , pero que no solo levantaron, sino siguen levantando intensas pasiones en todo el orbe, con independencia de su cultura. Buenos actores consiguen el milagro de tener atrapado a un público que, cuando ha entrado en su círculo, necesita desintoxicarse de tanta decepción y desorientación, con un poco de ilusión, aunque sea vana, de que un mundo mejor es posible.
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