Érase un amor rural. Crítica.
DEL K-POP AL MUNDO RURAL, AL DOMINIO DE LAS CREENCIAS POPULARES, ESPECIALMENTE EL CHAMANISMO, EL RESPETO DEL MEDIO AMBIENTE Y EN CONCRETO EL RESPETO A TODO LO QUE VIVE, CON INDEPENDENCIA DEL TAMAÑO DEL ANIMAL.
Ficha de identificación, Sinopsis, Lo que se dice, Adelanto de crítica (Pinchad aquí)
Como dije en el post dedicado a informar de la ficha técnica, al parecer las páginas dedicadas al cine no consiguen estar al día y ofrecen cuatro datos y la plataforma que distribuye las películas y series, que tratándose de Korea suele ser Filmaffinity. Tan solo la norteamericana Imdb publica una nota media de 7,1, basada en tan solo el voto de 591 usuarios. Un dato a favor de los k-dramas coreanos, si comparamos con producciones recientes del sureste asiático, es que estos se abren a su mercado, que se va extendiendo como un reguero de pólvora, ahora también a toda Sudamérica. Las producciones audiovisuales y musicales van incrementando su importancia en las exportaciones del país al exterior, un hecho que se facilita por la oferta de subtítulos de las lenguas que se hablan en las áreas más importantes del globo (árabe, español, rumano, ucraniano, alemán, chino...) un esfuerzo que favorece su expansión, en contraposición con ofertas muy esperadas recientemente, que han supuesto una desilusión para quienes esperan conocer lo que se hace en cualquier parte del mundo, a través de las plataformas de streaming, a las que se han sumado ya grandes compañías como Warner, Disney y, sobre todo, Netflix.
Doce capítulos de 35 minutos atraen con facilidad a los espectadores y contribuyen al conocimiento de un lugar que ha sufrido mucho en los últimos días; un país líder en exportación de los logros de su industria, incluida la cultura y la forma de vida, la cosmética, la moda, y sus progresos en los avances tecnológicos. Hallyuwood abre esa ventana al mundo de que hablaba el extinto Godard, una lección que parecen haber aprendido bien en la teoría, sin despreciar la praxis norteamericana que tan buenos resultados le dio a la Meca del Cine en la difusión de su acervo cultural y representativo, y ahora saluda el esfuerzo surcoreano sin ambages ni competiciones absurdas. Cada cual construye una diégesis que corresponde al espíritu, más o menos seguro de sí mismo o más o menos deprimido, de acuerdo con la coyuntura actual y las resistencias que operan en cada zona frente al avance hacia una nueva era que hace peligrar el statu quo actual, y que tienden puentes, desde las diferentes perspectivas e idiosincrasia de los pueblos, que ayudan a la comprensión del mundo que nos ha tocado vivir.
Érase un amor rural pone el foco en la sociedades agrarias, teóricamente bucólicas y apacibles para algunos grupos citadinos, habitantes de ciudades que idealizan unas comunidades en las que los enfrentamientos entre familias y poblados cercanos son más intensas que en los patios de vecinos, e incluso las celebraciones y veladas pueden acabar bastante mal, ya que la ingestión de alcohol en abundancia hace aflorar todos los resentimientos. También se mira de reojo a los que proceden de grandes urbes, de pieles muy blancas, ya que nunca se exponen al sol, (hay documentos que muestran a coreanos en las playas con bañadores que evocan los de finales del siglo XIX o principios del XX, o bañándose incluso vestidos para evitar tostarse con el sol ). Esto no es privativo de la cultura coreana, porque todos sabemos que a los americanos más toscos, agricultores conservadores de los estados del sur de Norteamérica, se les llama rednecks, o cuellos rojos a causa del castigo que el sol ejerce en su piel, concretamente en el cuello que queda al descubierto, un mote que sugiere que las élites cultivadas cuidan el color y la calidad de su piel; tras el triunfo de Trump se generalizó el uso por parte de esta población de esas gorras rojas que todos reconocemos. El análisis del enfrentamiento de la ciudad y el campo es pues el protagonista de este film, que alinea en un bando al nieto del veterinario, que ha seguido los pasos de su abuelo, ha salido de la comunidad, se ha formado en centros universitarios, ha adquirido nuevas formas de vestir y comportarse, y al resto de la comunidad, más o menos amable con él, según su nivel de tolerancia y formación.
El cine que hace Hallyuwood (nombre procedente de la Ola Coreana, llamada Hallyu), se acerca más al europeo, a pesar de la influencia innegable en muchos aspectos de los Estados Unidos. pero sus directores , y en esta serie su creador, Baek Seonk-jang, vuelven sus cámaras hacia las masas y sus héroes cotidianos, que pueden ser un veterinario, un médico, un dibujante, un escritor, un agricultor, un granjero..., lo que hace que el espectador se sienta implicado en el relato y la diégesis le resulte muy familiar y cercana. En esta ocasión al situar a un joven culto, moderno, concienciado, comprometido con su tiempo y consciente del daño que hacemos con el calentamiento de la Tierra, el primer asunto que aborda en el primer capítulo es la Ley coreana de Protección Animal, que en España entrará en vigor a finales de año, y que impide a los que crían animales grandes (en las ciudades se presta atención especialmente a animales domésticos como perros y gatos) poner cebos o matar a un perro que. movido por el hambre mata gallinas. algo que los agricultores no entienden, si bien la presencia del facultativo es imprescindible para desarrollar su actividad. Esa primera reflexión no obliga a pensar cómo será nuestra Ley y en qué nos diferenciamos de ellos; en Corea no gobierna la Socialdemocracia, sino el que llaman PPP, Partido del Poder Popular, con un estrecho margen con los progresistas del país y se ve obligado a hacer una política de lo que llaman conservadurismo social. Hace falta fijarse mucho en aquello de lo que hablan en sus series, que abarca todo (incluso existe una que nos cuenta cómo son los negocios en el barrio tristemente célebre desde el día de Halloween este mismo año, Itaewon, que se llama Itaewon Class, un relato que nos informa de sus leyes de igualdad entre hombres y mujeres, e incluyen el 'sí es sí'. Algo habrán hecho mejor que nosotros, porque no hay expresión de irascibilidad; invito a verla).
Cada serie es como la pieza de un puzzle que va recomponiendo una sociedad en la que los jóvenes avanzan meteóricamente, crean startups, sus ídolos no abandonan las mascarillas en las aglomeraciones, y los protagonistas de películas y series se dedican a la medicina, son becarios maltratados en grandes conglomerados o chaebols como ellos los llaman, adoptan el rol tradicional de la mujer. es decir, son cuidadores y no siempre productores (en 'Érase un amor rural' él es veterinario, pero ella la policía más eficaz de la zona, que a la vez cuida de los vecinos, como él de los animales)...Todo ello nos interesa y nos obliga a buscar información donde exista, para entender por qué un pueblo que consiguió la democracia parlamentaria en 1988 ha llegado tan lejos, a pesar del lastre de costumbres ancestrales que se reflejan en todas sus series. Un soplo de aire fresco tras introducirnos por ambientes más asfixiantes, cínicos y deprimidos que dominan no sólo Occidente, sino países orientales, que no hace mucho fueron grandes imperios, como por ejemplo Japón, que ocupó Corea desde 1910 hasta 1945, de la que tuvo que salir al ser derrotado en la Segunda Guerra Mundial. A ello se suma el hecho de que los cineastas coreanos crean una subtexto muy relacionado con una historia de amor, -el mal amor que llaman aquí muchas teóricas académicas del feminismo- , pero que no solo levantaron, sino siguen levantando intensas pasiones en todo el orbe, con independencia de la cultura. Buenos actores consiguen el milagro de tener atrapado a un público que, cuando ha entrado en su círculo, necesita desintoxicarse de tanta decepción y desorientación, con un poco de ilusión, aunque sea vana, de que un mundo mejor es posible.
Vistos los siete capítulos nos preguntamos por qué las producciones culturales coreanas se están introduciendo en todos los mercados y logran un fandom millonario en un momento en el que la gente entra sin reservas en la película en Versión Original, que hasta ahora quedaba relegada a unos pocos cines a los que acudían los teóricamente ilustrados, películas que se exhibían por razones obvias en muy pocos idiomas (inglés, francés, y poco más). Ahora, las plataformas de streaming ofrecen películas de cualquier zona del mundo, subtituladas en múltiples idiomas, un hecho que. añadido a la presencia de programas de traducción, como Google Translate, está eliminando las barreras entre todos los hombres que habitan la Tierra. De ahí la decepción de la serie que acaba de lanzar China, protagonizada por su actor más conocido fuera de este país, Dylan Wang, que sólo pueden entender los que hablen chino mandarín o dialectos del país, algunos países asiáticos, ingleses norteamericanos y portugueses. Un error que ha molestado a mucha gente que esperaba este título, 'El amor entre el hada y el demonio'.
Dicho esto hemos mirado con detenimiento, obviando aspectos técnicos y excelencia de los actores, las imágenes que discurren ante nuestra vista, y hemos analizado el subtexto, con un giro final comprensible, y una mirada atenta a las sociedades rurales desde la perspectiva de un veterinario que, entrando por azar en ellas, se ve obligado a tratar a animales grandes (vacas, toros, cerdos, corderos...), desviándose del trabajo de animales de compañía, bien alimentados, bien cuidados y de menor tamaño, especialmente perros y gatos. En esta ocasión no hay soft masculinity, aunque sí un minimalismo elegante en la forma de vestir de los hombres, una joven y guapa policía y unas personas de mediana edad menos pendientes de su aspecto físico que los urbanitas; son actores de un físico muy homologable al occidental con los rasgos peculiares, sometidos a blefaroplastia o creación del doble párpado, o no. No son especialmente atractivos, aunque todos gozan de un cutis blanco y envidiable y son lampiños, una característica de muchos pueblos orientales, usan ropa oversize, poco ajustada, y en su mayor parte minimalista. Todo discreto y cotidiano. No son pues los idols los que atraen al público a este relato.
Sabemos que existe una Corea alternativa, que se hace visible en barrios como Dong, un núcleo gentrificado, de aspiración intelectual, una especie de espejo de Brooklyn, antigua zona industrial, que muestra sus orígenes en la convivencia de viejas fábricas con tiendas nuevas, bares, restaurantes y locales de ocio, una representación visual de lo NEWTRO (ni lo viejo ni lo nuevo, ni uno ni otro), donde se puede beber soju y cerveza, whisky y makgeolli, e incluso en barrios tan populares como el tristemente conocido a partir de la última celebración de Halloween, Itaewon...En cualquier calle de Seúl se puede observar la expansión de la Ola Coreana o Hallyu, aunque también movimientos alternativos, en locales en los que músicos experimentales ensayan música pansori, muy alejada del famoso k-pop. Pero el Hallyu vuelve sus cámaras hacia las masas que forman la aldea global, la era tecnológica que tanto interesó a Marshall McLuhan, y lo hacen con elegancia, tranquilos, sin excesos. No hay pelos rizados (Lee Min-ho apareció en Boys over Flowers con el pelo ondulado y ahora se mueve por Estados Unidos sin el flequillo típico oriental), y sin ocultar los errores y problemas de su sociedad, como el enfrentamiento entre aldeas cercanas, alguna de las cuales tiene Universidad, y el resto Institutos de Secundarias. Pero es verdaderamente notable que si el subtexto de esta historia inspira una diégesis en la que lo importante es la relación de los hombres con los animales, consiguen perfectamente trasladar sus ideas sobre el trato que deben recibir los animales, a los que consideran dotados de alma, y por lo tanto pueden reencarnarse en otros animales o en personas, según el buen o mal karma de cada cual. En este sentido son destacables dos secuencias, en la primera de las cuales se informa a un criador de pollos y gallinas que no puede poner trampas a un perro que roba porque tiene hambre, y otra, que ocupa casi todo un capítulo, en el que el veterinario debe practicar la eutanasia a una vaca, con la misma atención y cuidado de no hacerle sufrir que a un ser humano. Es quizá esta forma de contarnos cómo es su sociedad, más que sus políticos, su sensibilidad, su idiosincrasia, la forma en que se enamoran, el respeto que muestran los amantes entre sí, se casen o no, conduce a un giro final poco habitual en Occidente y al que, al parecer caminamos con lentitud, pero caminamos.
Una serie breve, agradable de ver, con una historia de amor que va hilvanando las diferentes subtramas, y que sale del relato urbano, -ya habíamos visto otras como 'El amor es como el cha-cha-chá -, se introduce en el mundo rural, bastante diferente, desde el color de la piel, el minimalismo de la ropa, las formas más tranquilas...
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