Historias de miedo para contar en la oscuridad. André Øvredal. Crítica.






EL FILM QUE DIRIGE ANDRÉ OVREDAL CUMPLE DOS REQUISÍTOS INDISPENSABLES PARA SER APRECIADO: DESEMPEÑA UNA FUNCIÓN SOCIAL EN LA ERA TRAMP Y SU GUERRA PARTICULAR CONTRA LOS MIGRANTES MEJICANOS (ARNOLD HAUSSER) Y CONSIGUE INTRODUCIR EN SU RELATO MÁS DE UNA IDEA (VINCENT VAN GOGH). A ELLO HAY QUE AÑADIR UNA FUNCIÓN BÁSICA DEL CINE: ENTRETIENE.




Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí)


La primera sensación que experimentamos cuando nos disponemos a adentrarnos en la historia que nos cuenta André Øvredal, el guionista y cineasta noruego  de 46 años de edad,autor de la siniestra 'La autopsia de Jane Doe', patrocinado por el gran Guillermo del Toro, un maestro del cine de terror, responsable del guión, junto a  Dan Hageman, Kevin Hageman, John August,  Marcus Dunstan, Patrick Melton,-basado en un libro de Alvin Schwartz-, que también produce el film, es una agradable sorpresa, apenas comienzan a desfilar las primeras imágenes, y una falta de comprensión ante la indiferencia de algunos críticos que coinciden cada vez menos con un público cada vez más informado, especialmente cuando nos adentramos en un género como el de terror. El film no es tan sangriento como dicen algunos, pero sí vuelve la vista atrás, en algunos aspectos, lo que viniendo de un cineasta europeo tiene un significado bien diferente al que tendría si la obra fuera de un norteamericano, algo que ya se encargó de señalar Giulio Carlo Argan al referirse a otros modos de representación visual, al estudiar formas con gran tradición como la pictórica o escultórica, por el 'vicio' de los europeos de dotar de mayor significado a la abstracción.

Ya desde el principio quedan claras las líneas rectoras del relato, que en el background podrían asimilarse a otros filmes en los que la palabra padre se descompone en sus múltiples derivados, sustantivos o adjetivos (padre, patria, patriarcal), que designan al pater familias desde la célula más pequeña, el hogar, hasta el solar patrio, desde las calles de Mill Valley hasta la misma Casablanca, desde la que Nixon, como un mal progenitor,  manda a sus 'hijos' a morir en el lejano oriente, en la sangrienta guerra de Vietnam, sin importarle el origen, la etnia o la clase social de sus soldados, a los que, a pie de calle, los policías segregan y someten a una discriminación peligrosa, fruto de la desigualdad que se impone a los nacidos en el imperio de occidente atendiendo al lugar de procedencia. 'Las historias hieren', dice Sarah, pero 'las historias también sanan', una aparente contradicción cuyo testimonio más cruel es un libro encuadernado con piel humana, y escrito con la sangre de las víctimas.

La historia de Ramón Morales, que se esconde bajo el nombre ficticio de Ramón Rodríguez, no ofrece ninguna duda acerca de su significado: enormes pesadillas que quitan el sueño a un joven mejicano que ha perdido a un hermano en Vietnam, cuyo cuerpo troceado ha sido repatriado, y ha desertado de un ejército formado por glebas de pobres, al que atormenta su 'Furia' particular, el Jangly Man, un aterrador cadáver en descomposición, recompuesto arbitrariamente, que recuerda al joven su condición de 'cobarde'. Los sentimientos de un director que triunfa en Estados Unidos, y que ha besado su estrella  en el Paseo de la Fama de Hollywood, envuelto en una bandera de su país, protestando por el trato que reciben sus compatriotas del gobierno de Trump, se evidencian en la nacionalidad elegida para su protagonista, que intima rápidamente con Stella, una chica, fan del género de terror, a la que su madre abandonó, y sufre profundamente a causa de un sentimiento de culpa. La familia, ya sea extensa como la de los Bellows, propietarios de la casa encantada que visitan los jóvenes ansiosos de emociones fuertes, o la monoparental de la adolescente, a la que cuida un padre ejemplar, así como el país que los anida a todos, se muestran como la fuente de los horrores que llenan de pesadillas las mentes de quienes tienen pocas cosas positivas en que pensar. Como en todo cuento de casas atormentadas por un pasado luctuoso, André Øvredal muestra interés por los jóvenes inocentes a los que atrae el terror, y que tienen que enfrentarse a otros, tan desgraciados como ellos, dominados por un cinismo que les priva de empatía, y que entran en acción como carne de cañón muy vulnerable, cuyo martirio es aceptado masivamente. Todo un clásico del género.

El director construye su lenguaje con múltiples referencias a un cine que creó unos personajes adolescentes, vecinos de suburbios, un poco más descuidados en este caso, y rodeados de inmensos campos de maíz, lo que justifica la presencia de esos horribles espantapájaros, un contexto apto para el crimen, a pesar de la cercanía de sus vecinos, del que dieron buena cuenta Rob Reiner en 'Cuenta conmigo', (1986), Tommy Lee Wallace en It (1990) y más recientemente Andy Muschetti, en el remake del relato del horrible payaso; pero también rinde homenaje a Hayao Miyazaki, en  una de las  horribles representaciones de 'Sarah la rara', o a David Robert Mitchell en It Follows (2014) en la recreación de la inexorabilidad de un destino que nadie puede evitar., sin olvidar a Sam Raimy o James Wan, en el control de los tiempos que hacen efectivos sus sustos. Por otra parte no es correcta la afirmación de que se entrega a esta construcción de un discurso, que consideran nostálgico, y no un epitome del género, sacrificando la iconografía que hace avanzar el género, en función de lo que se quiere transmitir. No solo Jangly Man es una representación monstruosa sin precedente alguno, sino que hay otros iconos desconocidos con los que Guillermo del Toro enriquece la obra del noruego y deja imágenes poderosas para ser asimiladas por el imaginario colectivo como representación de una idea monstruosa que flota sobre las cabezas de la gente.

Un film que ha dejado contenta a  la sala y que ha sido aplaudido por un sector de un público que, en demasiadas ocasiones, sale refunfuñando del cine, con independencia de que el film que haya elegido sea un blockbuster o una película de bajo presupuesto.

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