El jeque blanco. Federico Fellini. Comedia
ITALIA: CONVIVENCIA DE LA SANTA SEDE CON LA SEMPITERNA PICARDÍA
Ficha técnica:
Título original: Lo Sceicco Bianco
País: Italia
Año: 1952
Duración:83 minutos aprox
Dirección: Federico Fellini
Guión: Federico Fellini, Tullio Pinbelli y Ennio Flaiano, basada en una historia de Michelangelo Antonioni
Dirección de fotografía: Arturo Gallea, A.I.C., Blanco y Negro
Música: Nino Rota
Montaje: Rolando Benedetti
Dirección atística: Raffaello Tolfo
Peluquería: Franco Titti
Productor: Luigi Rovere
Director de producción: Enzo Provenzale; director: Fernando Previtali
Compañías productoras: P.D.C.-O.F.I. Stabilimenti F.E.R.T. (Torino-Roma), S.P.E.S. Roma; distribuidoras:StudioCanal
Intérpretes:
Alberto Sordi: Fernando Rivoli, 'El Jeque Blanco',
Brunella Bovo: Wanda Giardino Cavallo,
Leopoldo Trieste: Ivan Cavalli,
Giulietta Masina: Cabiria, la prostituta,
Ernesto Almirante: Doctor Fortuna, director de la casa de fotografías,
Lilia Landi: Felga, la zíngara de la casa de fotografías,
Fanny Marchio: Marilena Alba Velardi,
Gina Mascetti: Alda Rivoli,
Jole Silvani colega de Cabiria,
Enzo Maggio: Furio,
Anna Primula:
Mimo Billi: hombre en la playa,
Armando Libianchi:
Sinopsis:
Una pareja provinciana con pretensiones burguesas viajan de luna de miel a Roma. Allí la novia pasa la mayor parte del tiempo con su ídolo de una foto-novela, un hombre egocéntrico y mujeriego que demuestra una completa carencia de encanto.
Lo que se dijo:
Si bien no quedan críticas de la época, si se ofrecen por algunas páginas notas medias obtenidas de las valoraciones que han hecho los lectores a lo largo del tiempo. Filmaffinitty recoge el agrado de un público que se ha ido manifestando desde hace que se editó el DVD, 884 espectadores de Filmaffinity que han decidido valorar positivamente el film con una media de 6.8.
Crítica:
En 1952, en plena posguerra, Federico Fellini realiza su opera prima, 'Lo Sceicco Bianco', la primera película que realizó en solitario, después de debutar con Alberto Lattuada en 'Luces de variedades' (1950), un film que, en principio no fue muy bien acogido por la prensa. El que fuera hijo de un ama de casa y un representante de licores, dulces y comestibles, a pesar de su enorme talento, no lo tuvo muy fácil al comienzo (fue dibujante, guionista e incluso regentó una tienda de cómics) . Hoy parece que los norteamericanos han construido un algoritmo que demuestra que si un artista no triunfa al principio, ya no lo hace nunca; la experiencia demuestra que hijos de famosos que con frecuencia entran por la puerta grande, deben soportar con dolor que desarrapados los adelantan por todos los lados. Así pues, Fellini consiguió con el tiempo, siendo el gran desacralizador de la Roma Eterna (Julio César, Ciceron, el Papa, la curia romana...), convertirse en el símbolo por excelencia de Italia y en el creador de personajes de carácter universal, como los paparazzi, cuyo denominación deriva del nombre del fotógrafo del 'La dolce Vita', Paparazzo, una historia protagonizada por Marcelo Mastroianni y Anita Erkberg, que se alzaron en iconos de la metrópoli y extendieron por el mundo la imagen de la actriz bañándose en la Fontana di Trevi.
Su primera película milita en el neorrealismo italiano, y anticipa algunos de los temas y personajes que lo harían único e inimitable,entre ellos la figura del beato que se ampara en la curia vaticana, un precedente del protagonista de 'Las tentaciones del doctor Antonio' (1962), y el desenfreno de las noches romanas, en cuyas calles se concentran las prostitutas, en una especie de flashforward, o salto en el tiempo hacia el futuro, gracias al que vemos a Giulietta Masina en el papel de Cabiria, que se convertiría en el principal del film que Fellini realizó en 1957: 'Las noches de Cabiria'. En esta ocasión ironiza en torno a la costumbre de los italianos beatos recién casados de acudir a Roma para que los bendiga el Papa; las imágenes nos muestran que, ni eran tantos, ni había turistas haciendo cola para visitar la Basílica de San Pedro en aquellos tiempos. Mas la novia, aunque es inocente y tímida, tiene un deseo inconfesable: conocer en la ciudad santa al héroe de sus sueños, 'El Jinete Blanco', interpretado por Alberto Sordi, al que los romanos le homenajean diariamente llamando con su nombre a unas galerías situadas en la Vía del Corso. El drama que se desencadena es absolutamente felliniano y ridiculiza, como es habitual en el cineasta la idiosincrasia pusilánime de los creyentes, que seguían imponiendo, al menos a los suyos, las reglas que ellos mismos habían soportado.
Junto a este grupo hay otro formado por los pícaros, sinvergüenzas y desleales trabajadores del cine, que están haciendo 'El jeque blanco', con recursos de todo tipo muy rudimentarios y acordes con una época de posguerra, probablemente muy similares a los que utilizaba Fellini, en un momento en el que el protagonista, adorado por masas de mujeres que seguían sus andanzas en la radio, eran unos desgraciados y unos pelanas, apaleados por su mujer en público. La casta recién casada no duda en colocarse un traje de 'odalisca' muy descocado, sin pensar de qué manera estaba humillando al panoli de su esposo. Nada ni nadie escapa a la mirada crítica, corrosiva y destructora de un realizador que sabe hacer de la comedia el mejor instrumento de análisis de su tiempo, sin dejar títere con cabeza, con independencia de que éste sea el mayor estadista de la historia (burla de Julio César en Roma), un máximo representante de las letras, o iconos históricos, bien se trate de las ocas sagradas que defendieron a los romanos cuando los perros dormían tan ricamente, o del célebre paso del Rubicón, tanto en la diégesis como en la extradiégesis o en la metadiégesis. Esta no es sólo su opera prima, sino su primera colaboración con Nino Rota que dotó a sus películas de una atmósfera muy particular, elevando la música a la categoría de personaje principal.
Páginas visitadas: Imdb, Filmaffinity y Wikipedia.
Su primera película milita en el neorrealismo italiano, y anticipa algunos de los temas y personajes que lo harían único e inimitable,entre ellos la figura del beato que se ampara en la curia vaticana, un precedente del protagonista de 'Las tentaciones del doctor Antonio' (1962), y el desenfreno de las noches romanas, en cuyas calles se concentran las prostitutas, en una especie de flashforward, o salto en el tiempo hacia el futuro, gracias al que vemos a Giulietta Masina en el papel de Cabiria, que se convertiría en el principal del film que Fellini realizó en 1957: 'Las noches de Cabiria'. En esta ocasión ironiza en torno a la costumbre de los italianos beatos recién casados de acudir a Roma para que los bendiga el Papa; las imágenes nos muestran que, ni eran tantos, ni había turistas haciendo cola para visitar la Basílica de San Pedro en aquellos tiempos. Mas la novia, aunque es inocente y tímida, tiene un deseo inconfesable: conocer en la ciudad santa al héroe de sus sueños, 'El Jinete Blanco', interpretado por Alberto Sordi, al que los romanos le homenajean diariamente llamando con su nombre a unas galerías situadas en la Vía del Corso. El drama que se desencadena es absolutamente felliniano y ridiculiza, como es habitual en el cineasta la idiosincrasia pusilánime de los creyentes, que seguían imponiendo, al menos a los suyos, las reglas que ellos mismos habían soportado.
Junto a este grupo hay otro formado por los pícaros, sinvergüenzas y desleales trabajadores del cine, que están haciendo 'El jeque blanco', con recursos de todo tipo muy rudimentarios y acordes con una época de posguerra, probablemente muy similares a los que utilizaba Fellini, en un momento en el que el protagonista, adorado por masas de mujeres que seguían sus andanzas en la radio, eran unos desgraciados y unos pelanas, apaleados por su mujer en público. La casta recién casada no duda en colocarse un traje de 'odalisca' muy descocado, sin pensar de qué manera estaba humillando al panoli de su esposo. Nada ni nadie escapa a la mirada crítica, corrosiva y destructora de un realizador que sabe hacer de la comedia el mejor instrumento de análisis de su tiempo, sin dejar títere con cabeza, con independencia de que éste sea el mayor estadista de la historia (burla de Julio César en Roma), un máximo representante de las letras, o iconos históricos, bien se trate de las ocas sagradas que defendieron a los romanos cuando los perros dormían tan ricamente, o del célebre paso del Rubicón, tanto en la diégesis como en la extradiégesis o en la metadiégesis. Esta no es sólo su opera prima, sino su primera colaboración con Nino Rota que dotó a sus películas de una atmósfera muy particular, elevando la música a la categoría de personaje principal.
Páginas visitadas: Imdb, Filmaffinity y Wikipedia.
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