La llamada. Javier Ambrosi y Javier Calvo. Crítica





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CRÍTICA:


El éxito de los llamados 'Javis', hipocorístico de  Javi Ambrosi y Javier Calvo, es incomprensible, o, al menos yo no lo entiendo. Su película 'La llamada' , multipremiada en diferentes certámenes españoles, muestra con claridad que algo ha cambiado profundamente en nuestro país, que está teniendo un peso específico en la orientación transversal de la ya llamada cuarta ola del feminismo. Generalmente la educación ha estado en manos de la Iglesia en nuestro país, que  cohabitaba con unos pocos institutos ubicados en las capitales de provincia de las regiones españolas; de estos centros salían un puñado de estudiantes que poblaban Universidades que, en muchos casos, apenas habían incrementado el número de plazas desde la época de los Reyes Católicos, como ocurría en Valencia con la Literaria, una enseñanza superior que dividía los efectivos con una Facultad de Ciencias y otra de Medicina. No había Ingenierías, Económicas, Arquitectura, y mucho menos esta proliferación de estudios actual, imposibles de controlar con la irrupción de los títulos propios de las diferentes Universidades públicas y privadas, y las llamadas Escuelas de Negocios; si  caso había algo más que el trivium y el quadrivium. En 1970, José Luís Villar Palasí, impulsó la Ley General de Educación, que extendió la enseñanza obligatoria hasta los 14 años, y organizó los estudios en dos etapas: BUP y COU. La llegada masiva de estudiantes obligó a crear nuevos centros, que se dividieron en públicos y concertados, todos pagados por el Estado, a excepción de los privados, para respetar la libertad de los padres a elegir la educación de sus hijos que consagra el artículo 27 de la Constitución de 1978. Han pasado 40 años y nos encontramos con jóvenes que han recibido educaciones muy diferente: unos laica, impartida en centros públicos por profesores funcionarios, y otros religiosa, en centros concertados con profesores contratados.

Pues bien, los Javis ponen el foco en unas jóvenes educadas en colegios religiosos, y ponen el acento en la orientación sexual y en las fantasías de unas chicas que pasan el verano en un campamento cristiano, La Brújula, en medio de la naturaleza, conviviendo con religiosas de diferentes edades que procuran que las ovejas no se descarríen. Pero la divinidad o la naturaleza han querido que una chica de cada estamento, ya sea del lado de las discentes o de las tutoras o docentes hayan sentido la llamada de su propia naturaleza, y se hayan sentido atraídas primero, y profundamente enamoradas después, rompiendo todas las convenciones, lo que va contra los principios de la institución que las arropa en su seno. La  alucinación  y el hechizo bajo el que cae sometida otra de las chicas es mucho más bizarra: se le aparece Dios en forma de un cantante maduro que desciende por unas escaleras iluminadas, vestido con un traje deslumbrante, emulando, en modesto, los mejores tiempos de Hollywood. La última secuencia es de una bizarría difícil de imaginar. La otra parte, la laica, de la población joven, es difícil saber como ha asimilado esta historia, pero el recorrido del film, llevó a la pareja sentimental de los Javis a la alfombra de los Goya, no sabemos con qué criterio, donde tan solo consiguieron una estatuilla, en realidad para la Mejor Canción, que se lo llevó  Leiva, antiguo cantante de Pereza. El paseo triunfal por las televisiones no parece muy justificado a la vista de un film que ahora se está pasando por las televisiones y que, en determinados momentos, roza el ridículo más espantoso; vale que  una chica crea que Dios le canta, que otra se enamore de una aspirante a monja, pero la puesta en escena de estas revelaciones que parecen de gran trascendencia para los Javis y su público, profundamente rompedora, no justifica una puesta en escena absolutamente descocada, irrisoria y abracadabrante. O sí. Depende de la orilla del río en la que te coloques, aceptando que, educaciones diferentes llevan a puertos diferentes, con independencia de que practiques o no una religión, que de todo debe haber en las dos orillas. De momento, en este país, la pluralidad religiosa es puramente testimonial, y la mayor diferencia se produce en los campos que hemos citado y que se han ido cultivando durante tanto tiempo, por lo que es quizá inevitable que en un lado y otro haya cierta carga de cinismo que no se da en otros países de nuestro entorno cultural con una evolución histórica muy diferente. Yo no le he visto la gracia, no me he emocionado ni he sentido que rompía ninguna barrera importante.

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