Inmersion. Crítica



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SI DOBLAN LAS CAMPANAS NO PREGUNTES POR QUIÉN, DOBLAN POR TÍ...ESPECTADOR



CRÍTICA:


Ayer salió a la venta el DVD (no se ha publicado en Blu-ray), este film de Wim Wenders, un realizador que se va reblandeciendo con el tiempo hasta llegar este mismo año a construir esta cinta con pretensiones  existencialistas, metafísicas,cargadas de misticismo y espiritualismo, un Malik de segunda mano  que construye 'un retablo' acotado por un largo prólogo en el que nos muestra un mar denso y profundo, cuyo continuo movimiento viene potenciado por una música orientada a magnificar su ya amenazante grandiosidad, y termina con las figuras apenas dibujadas de los amantes en lo que interpretamos como las orillas de unas playas, que sabemos distantes. El preámbulo y la clausura encierran un trama trenzada de dos historias hilvanadas con un intenso y profundo, tanto como el padecimiento de los amantes por volverse a encontrar, amor romántico, sin ambages, en el que todavía no ha entrado el contrato ni la toxicidad. Uno y otra u otra y uno son héroes a su manera, dispuestos a realizar una inmersión hasta el fondo en sus proyectos: ella desciende a las profundidades del mar en un pequeño batiscafo de exploración y toma de muestras de los fondos marinos, donde no hay luz y los peces son ciegos porque no necesitan ver; su objetivo es conocer el origen de la vida y detener el deterioro de nuestro planeta y para ello arriesga su propia existencia. Él es un espía que lucha en la superficie para erradicar totalmente, en los años venideros, el terrorismo que amenaza al planea, arriesgando también su vida, de forma más sucia (todavía conserva un tatuaje de sus tiempos de soldado). Unas historias paralelas en las que al espectador, sentado en su butaca, le invade la impotencia ante la reiteración de las situaciones de riesgo de ambos y el maltrato al que es sometido el hombre, que lucha en un medio mucho más hostil que el de la mujer.




La vida de uno y otro es diametralmente opuesta: ella, Danielle 'Danny' Flinders (Alicia Vikander) es una biomatemático que trabaja en un proyecto de inmersión en las aguas más profundas de los océanos para de mostrar su teoría sobre el origen de la vida en el planeta. Jamás ha conocido a un pobre. Él , es un espía británico del MI6, que tiene una doble identidad como ingeniero hidráulico  y que con frecuencia desciende a los infiernos. Su nuevo destino es Somalia, un país que vive de la piratería (periódicos, libros de historia, películas y otros documentos se han hecho eco de casos dramáticos producidos cerca de sus aguas) en el que colectividades enteras se envenenan consumiendo como potables aguas salobres, en el que no hay cloacas ni redes de saneamiento, por lo que cuando llueve se mezclan las aguas que caen del cielo con las fecales, convirtiendo estas zonas en auténticas bombas químicas, preparadas para exportar nuevas enfermedades y recuperar otras que ya habían sido erradicadas al mundo entero.Pero los líderes de estas zonas, con los que Wenders no es nada complaciente, (secuencia de lapidación de una mujer y fusilamiento de su hijo pequeño) someten las urgentes necesidades de sus pueblos a la creencia en su dios: si un experto puede canalizar los residuos pero no se convierte a su religión es sacrificado. El personaje que interpreta James McAvoy se mueve por un único interés en ese momento de su vida : volver a ver a la mujer que ama, pero si para ello debe dejar de ser un hombre libre y laico, prefiere morir. Es un héroe sin discusión.




Este es el juego de intereses, ideologías, pasiones, creencias, etc. en que se mueve una película cuyo motor es el amor romántico entre un hombre y una mujer que han convivido unos días en un lujoso hotel de la costa atlántica francesa de Normandía, en el que ambos preparan sus peligrosas misiones: limpia, científica, exquisita, rodeada de sus amables colegas con los que tiene intereses comunes la de ella, embarrada, sucia, solitaria, la de él, que se verá obligado a pasar meses sin hablar con nadie, sacando la mano por un agujero de su calabozo, que da a una calle transitada, para que los niños le den un trozo de algo que llevarse a la boca sin gusanos. En definitiva, un relato en el que el público es llamado a padecer, sin que quede muy claro  por qué y qué nos quiere transmitir el realizador con este cuento en parte amargo y en parte vital, en el que las duras condiciones del presente se alternan con flashbacks analépticos que funcionan como el anuncio del paraíso que espera  al hombre si consigue superar lo que parece insuperable. James More tiene un as en la manga absolutamente inverosimil. Consecuencia: la prensa ha machado el film. Carlos Boyero ha escrito su epitafio de manera solemne: "Reconozco el mérito de que Wenders se las ingenie para seguir encontrando producción a sus naderías adornadas de existencialismo, ausentes de vida. La que sí poseen, repito, sus ejemplares documentales."




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