El sacrificio de un ciervo sagrado. Crítica.
Ficha técnica, sinopsis, premios, lo que se dice, cartel y trailer (Pinchad aquí).
Hay quien acusa a Yorgos Lanthimos de haberse vendido al capital americano y como consecuencia haberse comercializado, basándose en indicios como el de optar como actor fetiche por Colin Farrell, acompañado ahora por Nicole Kidman, en uno de sus mejores papeles de todos los tiempos (entre otros),acompañados por tres jóvenes que compiten con los consagrados en el desempeño de un rol nada fácil de interpretar: Raffey Cassidy en el papel de la hija mayor del cirujano Steven Murphy, Kim Murphy, Barry Keoghan, impresionante Martin, o el niño Sunny Suljic : Bob Murphy, Pero la realidad a veces es terca, y a pesar del prestigio de que goza el cineasta, no se ha estrenado en cines del centro a los que acude mayoritariamente la gente más aburguesada, ha permanecido durante una semana en cartelera y la segunda ha pasado a horarios intempestivos (sesión de las 16 o las 22 horas). Ayer, último día de pase en uno de estos cines, había cuatro espectadores en la sala.
Si que es cierto que, a pesar de la atmósfera insana y nociva que te atraviesa la piel desde que el relato se pone en marcha, es menos escalofriante que sus predecesoras. Da la impresión de que su referente es él mismo, en especial en el film Alps (2011), por la forma de representar la idea de la pérdida y la sustitución del ser querido, a la que ahora suma la de la venganza, a la que une la superstición, el deseo de causar daño visto como poderoso, fantástico, ideas a las que se une el vacío la soledad del ser humano en cualquier circunstancia, y en especial en miembros de una clase media poderosa que verbaliza mecánicamente ideas absurdas, fórmulas de compromiso que no significan nada.
Pero más allá de todo esto está el lenguaje perturbador de Lanthimos, en el que abundan, a pesar de la apariencia de una serenidad clásica de los espacios teñidos de blanco, vacíos, marmóreos, muy indies, se concatenan los grandes angulares, travellings, muy Kubrick, laterales, frontales, los que siguen a los protagonistas o parece que vayan a chocar con ellos, los que penetran en la intimidad de sus habitaciones, los contrapicados que nos tiran los techos encima, el uso alternativo y arbitrario de la música y el silencio, que nos intranquiliza cuando está presente o no lo está, y que nos avisa de que algo no va bien, y de que sus protagonistas piensan llegar muy lejos en su 'ojo por ojo y diente por diente', a pesar de la apariencia inicial de una extremada cortesía. Lanthimos sabe decirnos que esto no es así, que los sentimientos que palpitan detrás de cada gesto amable, cada abrazo no correspondido son intranquilizadores.
Para Israel Paredes Badía el problema reside en que " a pesar de contextualizar en nuestra realidad su historia y sus imágenes, todo acaba trasladado al territorio de lo alegórico que no abstracto, donde Lanthimos se siente más cómodo, dado que es un espacio más aseado más distanciado. (Sacrificio artístico, Dirigido por..., diciembre 2007). Un juicio que consideramos exagerado, ya que el film exige una digestión mucho más prolongada para asimilar bien los elementos de extrañamiento que el director introduce en sus obras, para obligar al espectador a reflexionar no sólo sobre el argumento que le plantea, sino la forma en que habitualmente le deja tal disgusto en el cuerpo que hizo expresar a más de uno de los críticos que vieron el film en Cannes: "Nos ha dado el desayuno"; ha conseguido que una negligencia médica no sea un número estadístico, sino una herida que atraviesa su cuerpo, como las que se extienden por el cuerpo de Martín y repercuten en la familia de Steven. En Caninos nos dejó en estado de shock, aquí tampoco nos deja muy tranquilos, especialmente gracias a esa roca de hielo impenetrable, a ese hombre que no transmite, que tanto gusta al director griego: Collin Farrell. No parece que hagan muchos ascos estas estrellas del cine americano para trabajar en las películas de un cineasta que viene del frío.
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