Un hombre de suerte. Lindsay Anderson
EL CRIMINAL SIEMPRE GANA...SI TIENE DINERO PARA COMPRAR LA JUSTICIA´(Lindsay Andersom y David Sherwin o Davidn Sherwin y Lindsay Anderson)
Ficha técnica:
Título original: O Lucky Man!
País: Reino Unido.
Año: 1973.
Duración: 183 minutos.
Dirección: Lindsay Anderson.
Guión: David Sherwin.
Casting; Miriam Brickman.
Dirección de Fotografía: Miroslav Ondricek.
Música: Canciones Alan Price.
Sonido: Chris Wangler.
Edición: David Gladwell; Supervisión edición: Tom Priestley.
Efectos especiales: John Stears.
Director artístico: Alan Withy.
Decorador del set: Harry Cordwell.
Vestuario: Elsa Fennell,
Peluquería: Collin Hamison
Maquillaje: Paul Rabiger y Basil Newall.
Productores: Michael Medwin,
Productor asociado: Basil Keys.
Diseño de producción: Jocelyn Herbert.
Compañías; Memorial Enterprises, Sam; distribución: Warner Bros.Pictures.
Intérpretes:
Malcolm McDowell
Ralph Richardson,
Arthur Lowe,
Dandy Nichols
Peter Jeffrey
Philip Stone
Rachel Roberts
Helen Mirren
Mona Washbourne,
Graham Crowden
Sinopsis:
Original y surrealista crítica del capitalismoa través de las aventuras de un joven vendedor de café.
Premios (Filmaffinity):
1973: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película) 1
1973: Globos de Oro: Nominada Mejor banda sonora original
1973: Premios BAFTA: Mejor actor secundario (Arthur Lowe) y Mejor música
Comentario:
Un hombre de suerte es la tercera entrega de una trilogía de Lindsay Anderson, crítico de la revista Sight and Sound del British Film Institute, director de cine y uno de los mayores exponentes del Free Cinema, que tiene como protagonista a Malcolm McDowell, que se inicia con If...(1968), le siguió 'Un hombre con suerte (O Lucky Man! 1973) y concluyó con Britannia Hospital (1982). También trabajó en alguna película como actor secundario. De origen escocés, nació en la India (su padre estaba destacado allí como militar de la armada) y, en Dehli, realizó trabajos como criptógrafo para servicios de inteligencia. Sus películas abarcan aspectos muy variados de la ciencia, la tecnología, el estado del bienestar, la escuela, la empresa privada, estamentos todos ellos vistos como opresores de la sociedad; en 'Un hombre de suerte' sigue la trayectoria de un joven que quiere progresar en la vida, sin hacer caso de las advertencias que le hace Alan Price a través de sus canciones diegéticas, un procedimiento que se ha utilizado en cine, pero también en el teatro, como hace Chema Cardeña en su comprometida trilogía, basada en cuentos como Alicia, El Mago de Oz o Peter Pan, cuando coloca a sus músicos en el escenario, a los que los actores apelan constantemente, como integrantes del universo que representa.
Un hombre con suerte comienza como comienzan los cuentos: "Érase una vez...", introducción enmarcada en un cuadro decorado que da paso a imágenes de cine silente que representan el trabajo de los hombres que recogían café 'para la mesa del desayuno', bajo la mirada amenazadora de un soldado que los amenazaba con un fusil, mientras otro los doblegaba con una vara; quedarse con unos cuantos granos para casa era un delito peor que matar a un compañero, para aquellos que vivían en una economía de subsistencia en medio del lujo y la riqueza de unos pocos. La imagen, digna de Eisenstein, de un policía que reclama 'justicia', seguida del escudo y la bandera del país que preside el despacho del hacendado auguran lo peor para el pequeño ladrón; hombres, mujeres y niños con caras aterradas asisten a un juicio sumarísimo, en el que, al declarado culpable le cortan sus manos, las dos, con un alfanje; un corte directo pone fin a este documental en blanco y negro y nos muestra un primer plano de unas manos tocando el piano, las de Alan Price que canta una canción: "Si has encontrado el secreto para desear vivir y no morir, eres un hombre con suerte."
Tras los títulos de crédito, la acción se traslada al Oeste y comienza un relato en el que la producción del preciado líquido ha avanzado y el joven Mick Travis es enviado al NE, en un simulacro de ascenso, para sustituir a un compañero que ha 'cesado' en extrañas circunstancias. Nada le sale bien hasta que encuentra en una de sus huidas a una joven, hija de un millonario, con el que establece contacto con una serie de argucias. Tras sufrir unos cuantos percances desafortunados, originados por la avaricia y la falta de empatía de este hombre poderoso, acaba en la cárcel, pagando por todos los sinvergüenzas del país. En estas secuencias se demuestra como son los empresarios traficantes de armas los que imponen condiciones a los estados fallidos y les obliga a implantar a cualquier precio el orden para suministrales materiales tóxicos, algo parecido al gas mostaza, que bautizan como Pl 45, un producto al que llaman coloquialmente 'miel'; quien, cuando era un sencillo obrero, proponía a sus compañeros que observaran que el café que trataban venía de un país africano y volvía al mismo lugar manufacturado, extrayendo el pobre excedente de su trabajo a los habitantes depauperados del lugar, no duda ahora en envenenarlos masivamente.
De nuevo los músicos, con los que viaja la hija del millonario desaprensivo, le advierten de que:"Cuando todo en la vida es como debe ser y el éxito está cerca, no olvides muchacho mirar encima de tu hombro, porque las cosas no permanecen igual para siempre. La esperanza brota sin cesar del pecho de un hombre joven, y el sueña con una vida mejor por delante. Sin ese sueño no eres nadie, nadie, nadie. Tienes que descubrir por ti mismo que ese sueño está muerto, muerto." No es precisamente un canto a la esperanza. Los hombres de negocios temen, relativamente, al escuadrón anti-fraude y son conscientes de que la línea divisoria entre la Casa de los Lores y la cárcel de Pentonville es muy fina; ahora lo sabemos todos, los que "queremos justicia, pero hace falta dinero para comprarla. Tienes que ser muy tonto para cerrar tus ojos y negarlo. Hay un montón de gente pobre caminando por las calles de mi ciudad, demasiado ciegos para ver que la justicia se usa para sojuzgarlos. Toda tu vida de principio a fin pagas tus mensualidades; cerca del bienestar están los bienes y sólo los bienes te comprarán justicia. Dinero y justicia." Recuerdan los músicos. La canción de Alan Price sirve de entada a una sesión irreverente de sadomasoquismo protagonizada por el juez sumiso y su ayudante entrada en años, en el descanso de su función, mientras los miembros del jurado deliberan sobre la pena que debe recaer sobre el más débil de la cadena (no inocente): Travis.
Yo cumplía con mi deber, dice el joven, como un Adolf Eichmann, sin ninguna filósofa de la categoría de Hannah Arendt que salga en su defensa. ¡Sólo quería tener éxito! En el trayecto, que no lo lleva al éxito, sino a la cárcel, se tropezará con el visionario Doctor Millar y protagonizará una breve historia que culminará en Britannia Hospital. Todo lo que sucede en 'Un hombre de suerte' explica la radicalización del joven en la tercera película de la trilogía, quizá la menos brillante de las tres. Tres películas que gozan del carisma de Malcolm McDowell, que se incrementará en 1971 con el film de Stanley Kubrick 'La naranja mecánica'; tres títulos que son una buena muestra del izquierdismo que imperaba en las producciones del Free Cinema, un movimiento de renovación británico que se puede homologar con la 'Nouvelle Vague' francesa o el 'Neorrealismo' italiano, cada uno basado en la idiosincrasia del país de origen.
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