El coleccionista de huesos. Phillip Noyce.
CADA UNO TRAZA SU PROPIO DESTINO
Ficha técnica:
Título original: The Bone Collector.
País: Estados Unidos.
Año: 1999.
Duración: 114 minutos.
Dirección: Phillip Noyce.
Director de la segunda unidad: Robert Grasmere.
Guión: Jeremy Ianone, basado en el libro de Jeffery Deaver.
Casting: Bernard Telsey, William Cantler, David Vaccari.
Dirección de Fotografía: Dean Semler, A.C.S., A.S.C.
Música: Craig Armstrong.
Edición: William Hoy.
Dirección artística:
Decoración del set: Marie-Claude Gosselin.
Coordinadores de especialistas: Jery Hewitt, Michael Scherer, Jean Frenette, Mike Ruso.
Diseño de Vestuario: Odette Gadoury.
Maquillaje artistas: Kymbra Callaghan.
Peluquería: Roy Brison
Productores: Louis A.Stroller y Michael Bregman. Martin Bregman.
Productores ejecutivos: Michael Klawitter, Dan Inks
Productores ejecutivos: Michael Klawitter, Dan Inks
Diseño de producción: Nigel Phelps,
Compañías productoras : Columbia & Universal Pictures presentan a Bregman Production.
Intérpretes:
Denzel Washington: Lincoln Rhyme,
Angelina Jolie: Amelia Donaghy,
Queen Latifah: Thelma,
Michael Rooker: Capitán Howard Cheney,
Mike McGlone: Detective Kenny Solomon,
Luís Guzmán: Eddie Ortiz,
Leland Orser: Richard Thompson,
John Benjamin Mickey: Dr. Barry Lehman
Bobby Cannavale: novio de Amelia,
...
Sinopsis:
Un asesino anda suelto por las calles de Manhattan. Un diabólico psicópata cuyos brutales crímenes dejan una serie de mensajes escondidos en la escena del crimen. Unas pistas que solo una mente privilegiada puede interpretar. Ahora, cuando la ciudad tiembla de miedo, un experto detective, tetraplégico tras un accidente se ha encargado del caso. Gracias a la ayuda de una polícía novata, que se convertirá en sus 'ojos' en las escenas de los crímenes, deberá evitar que el asesino vuelva a actuar antes de que sea demasiado tarde.
Comentario:
El coleccionista de huesos constituye un thriller convencional que sigue rigurosamente las reglas del género policial y el subgénero del Serial killer, cuyo nudo se basa en la resolución de crímenes múltiples llevados a cabo por un asesino en serie que sigue unas pautas determinadas, cuyo propósito principal es jugar al gato y el ratón con la policía, midiendo su capacidad intelectual con el adiestramiento y la capacitación de los agentes encargados de resolver estos casos, un subgénero al que es muy aficionado el espectador norteamericano y, en menor medida, el público masculino a escala mundial. al tiempo que intenta retar a quienes asisten a la proyección del film y entretenerlo con este tipo de juegos. Un giro final nos sitúa en un terreno que ya estábamos presintiendo y que, en cierta medida, nos desvía de la línea fundamental del Serial killer, y nos introduce en el terreno del falso culpable y de la venganza personal, en el que se mete con calzador el argumento fundamental de la existencia de un psicópata: " Yo he jugado con Ud",, ·le he puesto a prueba . Le he dado todas las claves y usted y su cachorrilla no han salvado a esas personas. Sus manos están manchadas de sangre. Ha fracasado", dice el asesino frente a quien es su verdadero objetivo.
Pero si atendemos no sólo al qué, sino al cómo se cuenta esta historia, podremos observar con claridad el peso del relato de Jonathan Demme ,'El silencio de los corderos' (1991, un film que, sin ninguna duda, dejó rastro en este thriller con apariencia de asesinos en serie. El paralelismo más importante se da en la relación entre el protagonista, un policía tetraplégico, Lyncoln Rhyme, interpretado por Denzel Washington, y la agente Amelia Donaghy (Angelina Jolie), en la que se hace patente la denuncia del sexismo, absolutamente transversal, un desprecio del que se convierte en icono el Capitán Howard Cheney (Michael Rooker), utilizado de forma torticera como falsa pista hacia el asesino. Ambas mujeres, Clarice y Amelia, es un pasado que las atormenta con un complejo injustificado de culpa y las hace más sensibles a las presiones psicológicas que dos hombres inteligentes ejercen sobre ellas: Hannibal y Lyncoln, que, en teoría, las ayudan a resolver grandes enigmas, pero que las presionan psicológicamente hasta el límite de sus posibilidades de resistencia. En el debe del film hay incluso un mordisco en una oreja que acaba separada del cuerpo de su protagonista, una barbaridad que nos resulta familiar.
Con independencia de las críticas que se hicieron en su momento a este film, algunas bastante chuscas, es cierto que el giro final, con intentos burdos y bizarros de despistar al espectador, y el happy end absolutamente inverosímil e incluso edulcorado en demasía hacen fracasar un thriller que parecía caminar por otros derroteros. Es absurdo comparar estas películas de asesinos y policías con el género negro de los años 40 o 50, entre otras razones porque el cambio radical que se produjo en la sociedad con la sustitución del alcohol por la droga como mercancía prohibida, que produce suculentos beneficios para las mafias, que recogió de forma contundente Ridley Scott en American Gangster. No se puede seguir haciendo cine como si este hecho no se hubiera producido; ignoro hasta qué punto había francotiradores que se apostaban en una azotea y convertían en objetivo a ciudadanos, escolares, universitarios indefensos, como si tal hecho tampoco estuviera sucediendo, y un largo etcétera de nuevas formas de delinquir que nada tienen que ver con la Ley Volstead, conocida como Acta de Prohibición o Ley Seca.
Con independencia de las críticas que se hicieron en su momento a este film, algunas bastante chuscas, es cierto que el giro final, con intentos burdos y bizarros de despistar al espectador, y el happy end absolutamente inverosímil e incluso edulcorado en demasía hacen fracasar un thriller que parecía caminar por otros derroteros. Es absurdo comparar estas películas de asesinos y policías con el género negro de los años 40 o 50, entre otras razones porque el cambio radical que se produjo en la sociedad con la sustitución del alcohol por la droga como mercancía prohibida, que produce suculentos beneficios para las mafias, que recogió de forma contundente Ridley Scott en American Gangster. No se puede seguir haciendo cine como si este hecho no se hubiera producido; ignoro hasta qué punto había francotiradores que se apostaban en una azotea y convertían en objetivo a ciudadanos, escolares, universitarios indefensos, como si tal hecho tampoco estuviera sucediendo, y un largo etcétera de nuevas formas de delinquir que nada tienen que ver con la Ley Volstead, conocida como Acta de Prohibición o Ley Seca.
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