Sicario, Denis Villeneuve. Blu-ray.
LA PALABRA SICARIO DERIVA DE LOS ZELOTES DE JERUSALÉN, ASESINOS QUE CAZABAN A LOS ROMANOS QUE INVADÍAN SU PAÍS, EN MÉXICO, SIGNIFICA ASESINO A SUELDO.
Chandler, Arizona...Nogales, México
Ficha técnica, sinopsis, cartel y trailer (Pinchad aquí)
crítica
El cineasta canadiense Denis Villeneuve está de moda porque ha sido seleccionado por Ridley Scott entre la pléyade de jóvenes realizadores para llevar de nuevo a la pantalla uno de sus filmes más emblemáticos, Blade Runner. Se habla de nueva franquicia con precuela y secuelas y corre el rumor en los mentideros de la prensa especializada que no se ha negociado la posibilidad de hacer un remake. El director de Incendies, (2010), Prisioneros (2013) o Enemy (2013), un cineasta indie con sangre en el cuerpo, nos deja siempre impresionados por su talento, capacidad imaginativa y dominio del lenguaje cinematográfico, que domeña hasta obligarlo a ponerse al servicio de la representación de sus ideas y su elección técnicocompositiva. Villeneuve es un cineasta nada transparente y mucho menos invisible; narra historias muy oscuras en las que deja su impronta de autor : película quemada por el sol de Arizona de un paisaje minimalista en el que se recortan sus protagonistas sin nada que diluya sus perfiles físicos o psicológicos; una música perturbadorora y una preeminencia de la extradiégsis, la elipsis y el off vidual en la dialéctica del campo/contracampo. Basándose en un guión de Taylor Sheridan escribe una narración elegante, a la par que brillante y descarnada que no desprecia ningún recurso: planos que con frecuencia descienden y ascienden en suaves picados y contrapicados, en ocasiones ligeramente aberrantes; found foutage o material encontrado, que aprovecha las cámaras de visión nocturna de los cascos de los policías del FBI, cámaras de vigilancia de los bancos y cualquier otro elemento diegético que entra en juego en el relato, protagonizando alguna de las set-pieces más intensas y que mantienen al espectador al borde de su butaca.
La secuencia que introduce el film y que funciona como prólogo en el que se plantea el tema que se va a tratar, evoca el cine bélico de Kathryn Bigelow, en el que intervienen unos agentes del FBI vestidos con una indumentaria y pertrechados con un equipo armamentístico que recuerda a los soldados norteamericanos en las guerras de oriente próximo. Dos mujeres cobrarán una especial relevancia en una y otra película: una dura y ejecutiva, Maya, interpretada por Jessica Chastaín, en la cinta de la cineasta oscarizada, y otra que, a pesar de desempeñar una profesión muy similar y sin temer dar una patada en cualquier puerta, es portadora todavía de una sensibilidad civil y duda ante el destino que han previsto para ella sus jefes: la protagonista de 'Sicario' Kate Mercer, encarnada por Emily Blunt. Villeneuve se emula a sí mismo en 'Prisioneros' y coincide con otros realizadores como Amenabar en 'Regressión' al representar a unos agentes de la ley humanos, sensibles, que vomitan ante los macabros hallazagos que sirven de carta de presentación a la historia que se va a desarrollar en la pantalla. En 'Sicario' (tendencia de Villeneuve a poner títulos que constan de una sola palabra) nos sitúa en un terreno bélico en el que los contendientes no son las fuerzas armadas, sino la población civil y los policías encargados de mantener el orden que obsesiona a los poderes públicos norteamericanos desde el fin del cartel de Medellín que ha sido sustituido por el caos y la anarquía, con la que es imposible negociar ni establecer treguas.
Concluida la cruel presentación de la historia y sus personajes, en la que hay una heroína y algún pequeño héroe y muchos villanos, se produce un giro en el que los honrados policías colaboran sin ser conscientes del todo en la guerra contra el narcotráfico, tras haber sido seleccionados por sus jefes: Kate (Emily Blunt) por su capacidad y por su rango, que permitirá al grupo esconder sus actividades siniestras tras una apariencia de legalidad; Reggie, Daniel Kuluuya como chófer en las misiones más peligrosas. Es ahora cuando se obliga al espectador a confrontar sus ideas sobre el estado de derecho, los límites del poder, la justicia, la impotencia,.etc., con la realidad y la escasa eficacia de los recursos habituales para evitar el sufrimiento de mucha gente. La historia se ubica en Ciudad Juárez, un gran núcleo urbano de chabolas que expande sus miserias en las faldas de unas suaves colinas , y que muestra en los muros de sus casas las fotocopias de fotografías de los cientos de jóvenes desaparecidas. El actual alcalde de esta ciudad, Enrique Serrano Escobar, se lamenta de que se siga ofreciendo al mundo la imagen tan deplorable de su ciudad, sin percatarse de que, como afirma Diego Salgado, Ciudad Juárez, junto a Corea del Norte y la frontera de Estados Unidos y el reflejo de la siniestra ciudad en Estados Unidos, El Paso, ya no son ciudades reales, ni siquiera mediáticas, sino escenarios míticos, 'transitados por la ficción contemporánea para dar cuenta de nuestros quebrantos y nuestra hipocresía como habitantes del primer mundo'. Pero, al mismo tiempo, la formación ética y los valores humanos de gentes como Kate le impiden aceptar la ley del más fuerte, la del ojo por ojo, que rige en estos lugares, lo que la lleva a enfrentarse con los que dirigen la operación para introducir el caos en el cartel y dar un golpe mortal a sus jefes, formado por Matt Graver (Josh Broslin) y Alejandro (Benicio del Toro).
El grupo de actores seleccionados muestran su capacidad para mantener el timing y como consecuencia el suspense durante toda la historia, hasta llegar a una resolución que deja todas las dudas en el aire y nos obliga a reflexionar sobre muchas cuestiones, (muchos mueren para que unos pocos esnifen cocaína o fumen cualquier hierba). No deja de sorprender, por muchas veces que nos lo muestren, cómo se juegan la vida muchos hombres, incluidos policías corruptos que transportan la droga, como Silvio (Maximiliano Hernández) para llevar un poco de bienestar, dentro de su pobreza, a su mujer y su hijo. Son imágenes a las que nunca nos acostumbraremos y que Villeneuve utiliza sin regodearse en el mal ajeno, sin valerse de la violencia gratuita, para mostrar el tercer mundo que, en demasiadas ocasiones, vive en el corazón del mundo desarrollado o a escasos kilómetros, sin distinguir entre blancos, negros o amarillos, jóvenes o viejos, guapos o feos. Las detenciones masivas de estos miserables, a los que los policías agrupan sentados en el suelo de forma humillante, los mafiosos mutilan y cuelgan en lugares públicos o echan a sus hijos para que se deshagan en ácido, son difíciles de soportar por un espectador del siglo XXI. Un film que provoca un gran conmoción en cualquier espectador sensible, una gran película que ayuda a comprender algo de lo que nos está pasando.
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