Secuestrados. Miguel Ángel Vivas.






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Ficha técnica:

Título original: Secuestrados.
País: España.
Año: 2010.
Duración: 82 minutos.

Dirección: Miguel Ángel Vivas.
Guión: Miguel Ángel Vivas y Javier García.
Dirección de Fotografía: Pedro J.Márquez.
Operador de cámara: Javier García.
Música: Sergio Moure.
Edición: José Manuel Jiménez.
Director de arte: Miguel Riesco.
Sonido: Nacho R. Arenas, Manuel Robles, Jaime Fernández.
Attrezzista avance 1: Eduardo del Castillo,
Attrezista avance 2: Verónica García.

Diseño de Vestuario: Montse Sánchez.
Maquillaje: Raquel F. Fidalgo.

Productores: Emma Lustres, Borja Pena.
Co-productores: Mario Forniés, Rafael Endeiza, Frank Ribière, Vèrane Frediani.
Productor asociado: Esperanza Moreno.
Productor ejecutivo: Borja Pena.
Jefe de Producción: Alberto Tomé.
Efectos digitales: Juanma Nogales.
Compañías. Productoras: Vaca Films en coproducción con Blur,  Attic Tm,  La Fabrique 2 (Francia) y la participàción de Filma Nova, Televisión de Galicia, colaboración de  AGADIC (Agencia Gallega de Industrias Culturales), Ministerio de Cultura,  Media; distribución Vértice Cine.


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Intérpretes:

Fernando Cayo : Jaime,
Manuela Vellés: Isa,
Ana Wagener: Marta,
Guillermo Barrientos: Asaltante joven,
Xoel Yáñez: César,
Dritan Biba: Asaltante Jefe,
Martijn Kuiper: Asaltante fuerte.
Pepe Suevos: Guardia de seguridad.

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Sinopsis: 

Jaime, Marta y su hija Isa acaban de mudarse a una acomodada urbanización de las afueras. Mientras se preparan para celebrar su primera noche en el nuevo hogar, tres encapuchados irrumpen violentamente con el objetivo de conseguir la mayor cantidad de dinero posible sin importarles el horror que siembran a su paso.


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Comentario:

Miguel Ángel Vivas, cineasta experto en el género de terror, (Reflejos, 2001, El Hombre del saco', 2002, I'see You in my Dreams, 2003...) aborda el nuevo film con una estructura muy peculiar y, en cierta medida novedosa: la introducción de una secuencia que llega inmediatamente después de los créditos que anuncian las compañías productoras y distribuidoras, en la que muestra al espectador la resolución de un caso similar al que va a desarrollar en las pantallas, con el objetivo de advertirle de que lo que le ocurre a esta familia burguesa el primer día de su llegada a un enorme chalet de una elegante urbanización, custodiada por un guardia de seguridad privado, no es un hecho aislado, sino algo que ocurre con más frecuencia de la deseada y trasladarle la 'idea circular' de que estos acontecimientos no cesan sino que se reproducen cíclicamente como un bucle que retorna constantemente al punto de partida.  La intención de Vivas es forzar una experiencia, más que contar una historia. según él mismo confiesa; hacer sentir al espectador un secuestro de este tipo, en un país en el que se produce, según él, un allanamiento de morada cada 30 segundos, convirtiendo el hogar, en el que uno se siente seguro en una auténtica trampa.

Las conversaciones entre Alfred Hitchcock y Truffaut, inspiran esta forma de presentar los contenidos, especialmente aquellas en las que el maestro le revela uno de sus trucos al compañero : si se introduce un detalle que anuncia una posible tragedia, ocurra lo que ocurra a continuación, aunque parezca enmarcarse en la más absoluta normalidad, el espectador sentirá una amenaza constante. Pero hay algo que no ha logrado Miguel Ángel Vivas con esta secuencia, que no plano de detalle significativo, que también lo hay: hacernos sentir precisamente eso. Quizá  porque hasta el último momento el que mira cree que está ante un film estructurado en forma de un gran racconto, y sólo las últimas imágenes le harán caer en la cuenta de su error, ya que la primera y la última secuencia son totalmente imposibles de casar. La confusión es fácil porque el rostro de la persona que aparece en primer lugar puede ser perfectamente el del protagonista del film, no sólo porque es un hombre de apariencia física similar, sino porque la sangre y las magulladuras, así como la posición en la que lo vemos unos segundos, lo hacen perfectamente irreconocible.

Los primeros quince minutos evocan 'La habitación del pánico', centrados en narrar la toma de posesión de una familia de su nuevo hogar, la llegada de los bultos, la organización de lo más indispensable. Pero mientras el film de Fincher pone en evidencia que todos los medios que pone la tecnología al servicio de la seguridad de los ciudadanos, como cámaras o habitaciones acorazadas pueden convertirse en una trampa para los inquilinos, el de Vivas intenta trasladar al espectador el miedo que sienten las víctimas de estos asaltos; como en todo film de secuestros, seres aparentemente inofensivos, familias corrientes, recurren a la violencia en una situación límite, una idea que está presente en el cine casi desde sus comienzos, y que ha dado películas como 'Perros dre paja' de Sam Pekinpah (1971). ¿Es esto lo que ocurre en las guerras?

Lo peor es la conclusión de la película: los asaltantes son emigrantes del Este de Europa, concretamente de Albania, y el único español del grupo se distancia moralmente de ellos. En el film de Fincher el delincuente pertenecía a la misma clase social que sus víctimas; igual sucede en Funny Games, donde Haneke denuncia la facilidad con que la gente abre sus casas a jóvenes con apariencia de 'señoritos' que se revelan como auténticos asesinos en serie. El film pretende crear una atmósfera hiperrealista, con ausencia de música en los momentos álgidos para subrayar la emoción y con la intención de evitar el espectáculo.

Está filmada en doce planos-secuencia, sin cortes ni interrupciones, orillando  exigencias de guión y dejándolo casi en el esqueleto; tras la citada secuencia inicial, las siguientes van presentando a los personajes, incluidos los transportistas, algunos de los cuales son seguidos por cámaras en mano o steadicam y focalizan la atención en el nombre de una empresa (www.port.es), que los trabajadores llevan en su espalda en un gran recuadro amarillo que sobresale sobre el fondo azul marino del uniforme que los identifica. A la par que presenta a los personajes recorre el escenario de los trágicos acontecimientos, convirtiendo a la casa en un protagonista más, la lujosa ratonera en que se han metido estos personajes. La organización  elegida impone constantes cambios del punto de vista, para evitar los cortes y en ciertos momentos se imponen las pantallas partidas, muy habituales en Brian de Palma, que alternan secuencias de acontecimientos que se producen de forma simultánea y muestran las influencias de un director con pretensiones de autor.

Puede que esta no haya sido la intención del realizador, pero ha jugado con los miedos que todos tenemos a quedarnos aislados, haciendo incompatible el deseo del ser humano de no poner límites a su experiencia, de vivir en una casa aislada, rodeada de la naturaleza que penetra en el interior del hogar a través de la sustitución de la pared por el cristal, allá donde esto es posible. La estructura arquitectónica y el aislamiento propio de una casa exenta, rodeada de jardín, privilegio de unos pocos, favorece la irrupción de los extraños sin ninguna dificultad, unos hombres que ahora son extranjeros, endurecidos por una de las guerras más crueles, la de Kosovo en la que se realizaron operaciones de limpieza étnica, que ahora vienen a cobrarse la factura entre la burguesía acomodada occidental y se muestran inmisericordes; el discurso que le suelta el jefe al padre de familia en el coche redunda en esta idea y da buena cuenta de dónde viene este hombre, lo que ha sufrido viendo tanta miseria y violencia, que ha llegado un momento en que la vida humana ha dejado de importarle: lo fundamental no son los conceptos muerto o vivo, sino fácil o difícil; hay que buscar lo fácil o aceptar que se va a perder la vida. La separación de la familia que incrementa el dolor individual se convierte en todo un símbolo de los enfrentamiento cruentos entre los hombres. Planos de detalle como la ruptura de una de las fotos de la familia resultan confusas y no parecen adecuarse al deseo de anticipar la conclusión del film y satisfacer la curiosidad de los espectadores que anima al director.

Las cámaras de  Vivas no son complacientes con  los delincuentes albaneses. En especial maltrata al que llama 'secuestrador fuerte' en unas imágenes en las que, sentado entre las dos mujeres, la madre y la hija, viendo 'Salvame Deluxe', un programa televisivo muy conocido en el que hombres y mujeres discuten a gritos de grandes tonterías, siempre fuera de campo, come un plato de queso como un auténtico animal, ajeno al sufrimiento de sus víctimas. Es difícil, pues, saber qué nos quiere transmitir con esta historia, y si es un alegato contra las guerras y sus consecuencias o una historia que puede provocar el miedo al vecino o al extranjero en estas urbanizaciones de alto standing o en otras mucho más modestas. La irrupción del guardia privado atraído al hogar de esta familia creyendo que en el interior de la casa se está produciendo un acto de violencia de género y su actitud chulesca creyendo que domina la situación hasta que. invitado a entrar, la puerta se cierra tras de sí,  es otro de los puntos débiles del film, que acaba como suelen acabar estos hechos, según el realizador.

Podéis adquirir esta película este fin de semana en el quiosco por tan solo 1 euro.


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