Kingsman: servicio secreto.
Ficha técnica, sinopsis, críticas. (Pinchad aquí).
Comentario:
Matthew Vaughn dedica este film al recuerdo de su madre Kathy, que puso el extra en lo ordinario y le enseñó cómo ser un kingsman. Cierra la película con una máxima que algunos seguimos compartiendo: "Como dijo una vez un buen amigo "los modales hacen al hombre." Es una bonita forma de agradecer a su progenitora el esfuerzo que realizó en solitario como muy bien señala 'en lo ordinario', ya que durante años, quien lo cuidó y le ayudó a llegar donde está hoy, luchó en los tribunales por establecer la paternidad de su hijo, que en principio se atribuyó a Robert Vaughn, cuyo apellido lleva, pero finalmente la Corte Suprema de Los Ángeles decidió que su verdadero padre fue un aristócrata británico, George Albert Harley Drummond, ahijado del rey Jorge VI. (Wikipedia). Queda por saber por qué razón mantiene el nombre de Robert Vaughn, al que acaba de rendir un homenaje produciendo el film de su amigo Guy Ritchie, Operación U.N.C.L.E., basada en 'El agente de C.I.P.O.L' en España, The man from U.N.C.L.E. en Inglaterra y Estados Unidos, del que era protagonista el actor norteamericano, que interpretaba el papel de Napoleon Solo.
Antonio Trashorras situa el film en el contexto de la industria del entretenimiento, en el que " la originalidad puede condenarte al desván de lo minoritario. Bien lo sabe el terceto formado por Mark Millar, Jane Goldman y Matthew Vaughn, que añaden otro triunfo a la dupla 'Kick-Ass' (2010) y 'X-Men: Primera Generación' (2011). Al poco de comenzar 'Kingsman: Servicio Secreto', un espectador de 15 años advertirá que todo le suena a visto ya una o dos veces; si tiene 25, diez; cualquiera con más de 45 será incapaz de calcular las ocasiones en que ya presenció esa combinación de personajes, escenas e ideas. También es probable que no recuerde la última vez que se divirtió así con un pespunte de clichés tan bien acabado.(Para los que prefiere el 007 divertido. Fotogramas).
Su propósito es hacer, junto a su guionista Jane Goldman, una carta posmoderna de amor al cine clásico de espionaje y conseguir que la gente se divierta de nuevo con los espías, introduciendo todos los cambios necesarios en la historia del cómic, como sustituir la matanza que en el cómic se produce en una boda múltiple por otra en el interior de una iglesia de una secta religiosa fanática, cuyos feligreses, de apariencia más amenazante que bondadosa, esconden todo tipo de armas bajo sus ropas, una sustitución que hace esbozar una sonrisa a Vaughn ¿Por qué preferirá la gente ver a los asistentes a un oficio religioso, dirigido por un carcamal racista, sexista y apocalíptico, matándose entre si a contemplar a una serie de matrimonios que han decidido atarse en la misma ceremonia asesinándose? Queda al criterio del espectador decidir que opción prefiere.
Entre ambos, Matthew y Jane, crean un trasfondo, que ha sido muy discutido por algunos como si fuera un atentado a los principios del género: al elegir Hunstman, una sastrería que ha vestido tanto a la Reina Victoria, Ronald Reagan o David Bowie , la convierte en una especie de club secreto al que acuden todos los hombres importantes, que usan este negocio como una tapadera para burlar al gobierno y erigirse en defensores supremos de la humanidad. Pero frente a estos gentleman filantrópicos surge un villano, un nuevo rico americano, que parece escapado de una película de Tarantino y que piensa jugar en el terreno contrario: hacerse rico con la implantación de una onda neurológica que actúe a través del móvil, active la agresividad de los hombres y anule los inhibidores; transmitida a través de las tarjetas SIM gratuitas provoca que los habitantes de toda la Tierra, (una globalización que favorecen los medios tecnológicos actuales, algo que no podía soñar James Bond) se maten unos a otros sin que el empresario tenga que hacer otra cosa que poner en marcha el mecanismo. De este modo se enfrentan dos formas de ver el mundo: una aristocrática, representada por los kingsman, los hombres buenos de César y de Shakespeare, y los empresarios pragmáticos que se hallan al frente de la especulación financiera a cualquier precio. Unos sujetos que comen hamburguesas McDonalds, calzan zapatillas de deporte Converse, usan gorra de beisbol, pantalón vaquero y cazadora de colores. Blanco y en botella.
Resulta ilustrativa la conversación que mantienen Harry y Valentine en torno al cine que satisface a ambos, mientras el estirado británico degusta el contenido de una 'happy meal', una cajita feliz de esas en las que nos sirven las hamburguesas. Harry siente que las películas de espías de ahora son un poco serias; las de antes eran maravillosas, con un argumento exagerado e histriónico. "Las películas de James Bond...", contesta Samuel L, Jackson, "cuando era pequeño solía soñar con dedicarme a eso: caballero espía. Las películas estaban a la altura de su malvado". "Yo quería ser de mayor, - contesta Colin Firth -, un pintoresco megalómano. A lo que su oponente añade : " Lastima que hayamos tenido que crecer". Pero en realidad lo que se están representando es 'My Fair Lady', y Harry es el Pigmalion de Gary Unwin (Taron Egerton).
La idea que vende Valantine tiene sentido, ya que todos somos conscientes de que estamos deteriorando el planeta, y de nuevo surge el discurso contra los políticos que son incapaces de cambiar nada. Esta situación es la que favorece que surjan falsos profetas cuyo objetivo sea aprovechar la coyuntura, que es precisamente lo que hace Valentine: identifica el problema y vende la destrucción en forma de salvación. Vaughn hace la típica película de espías, meticulosa, cuidando hasta el más mínimo detalle, hasta que las sorpresas estallan de las más variadas formas ( golpes, paracaidismo, equipos técnicos propios de la era tecnológica, implantes activados...), un 'sacrilegio' continuado que estalla en un verdadero espectáculo de fuegos artificiales que rebosa ironía y mezcla de la manera más irreverente los géneros fantásticos, de suspense y de acción, haciendo estallar cabezas de forma truculenta. El objetivo era, según el director hacer una película que pareciera real, fuera divertida e hiciera sonreír. En el background y vigilando el proceso de transformación de un joven de suburbio en un auténtico gentleman, Pigmalión. El exceso de gravedad estropea la diversión de las nuevas películas, afirma Samuel L.Jackson en el propio film, en el que se hace una reflexión metalingüística del cine de espías. La cercanía a Kick-Ass no resulta molesta al equipo y los referentes del joven son muy diferentes a los de su mentor. su perro, J.B., lleva este nombre, no por James Bond o Jason Bourne, sino en honor de Jack Bauer, protagonista de la serie 24, interpretado por Kiefer Sutherland, un agente federal que trabaja en una unidad antiterrorista estadounidense que se graduó en historia del arte y literatura inglesa en la UCLA e hizo un master en ciencias, criminología y leyes en Berkeley. Un hombre violento y a la vez humanista.
El negocio que se esconde tras el supuesto interés del villano por el destino de la Tierra, esconde un terrible negocio para dominar el mundo, una onda neurológica que se activa a través del móvil, y genera la agresividad al anula los inhibidores de esta; su propósito es transmitirla a través de unas tarjetas SIM gratuitas, el mejor señuelo para una población adicta a la red. Según Jordi Costa Kingsman es, básicamente, un ejercicio de pirotecnia cínica, sin un verdadero compromiso con sus supuestas fuentes: un juguete de transgresión inocua, una lección práctica de subtarantinismo mal asimilado… una película, en suma, que ni siquiera cree en sí misma (al servicio secreto de su obviedad. Jordi Costa, 25 de febrero de 2015). Jordi Batlle, desde una posición mucho más optimista, valora el hecho de que el filme está repleto de acción, humor (los whiskies de buena marca propician algunos gags divertidos) y referencias al cine y a la cultura popular y el guiño a los conocedores del cómic original que agradecerán la presencia de Mark Hamill que aparecía en las viñetas creadas por Millar y Gibbons. Para este crítico Kingsman es un entretenimiento "sin duda superficial pero grato, simpático y tan fresco como una ensalada veraniega. Una ensalada de espías, claro está." ('Kingsman: Servicio secreto' : Ensalada de espías. Jordi Batlle Caminal. La Vanguardia, 27 de febrero de 2015).Entre ambos, Matthew y Jane, crean un trasfondo, que ha sido muy discutido por algunos como si fuera un atentado a los principios del género: al elegir Hunstman, una sastrería que ha vestido tanto a la Reina Victoria, Ronald Reagan o David Bowie , la convierte en una especie de club secreto al que acuden todos los hombres importantes, que usan este negocio como una tapadera para burlar al gobierno y erigirse en defensores supremos de la humanidad. Pero frente a estos gentleman filantrópicos surge un villano, un nuevo rico americano, que parece escapado de una película de Tarantino y que piensa jugar en el terreno contrario: hacerse rico con la implantación de una onda neurológica que actúe a través del móvil, active la agresividad de los hombres y anule los inhibidores; transmitida a través de las tarjetas SIM gratuitas provoca que los habitantes de toda la Tierra, (una globalización que favorecen los medios tecnológicos actuales, algo que no podía soñar James Bond) se maten unos a otros sin que el empresario tenga que hacer otra cosa que poner en marcha el mecanismo. De este modo se enfrentan dos formas de ver el mundo: una aristocrática, representada por los kingsman, los hombres buenos de César y de Shakespeare, y los empresarios pragmáticos que se hallan al frente de la especulación financiera a cualquier precio. Unos sujetos que comen hamburguesas McDonalds, calzan zapatillas de deporte Converse, usan gorra de beisbol, pantalón vaquero y cazadora de colores. Blanco y en botella.
Resulta ilustrativa la conversación que mantienen Harry y Valentine en torno al cine que satisface a ambos, mientras el estirado británico degusta el contenido de una 'happy meal', una cajita feliz de esas en las que nos sirven las hamburguesas. Harry siente que las películas de espías de ahora son un poco serias; las de antes eran maravillosas, con un argumento exagerado e histriónico. "Las películas de James Bond...", contesta Samuel L, Jackson, "cuando era pequeño solía soñar con dedicarme a eso: caballero espía. Las películas estaban a la altura de su malvado". "Yo quería ser de mayor, - contesta Colin Firth -, un pintoresco megalómano. A lo que su oponente añade : " Lastima que hayamos tenido que crecer". Pero en realidad lo que se están representando es 'My Fair Lady', y Harry es el Pigmalion de Gary Unwin (Taron Egerton).
La idea que vende Valantine tiene sentido, ya que todos somos conscientes de que estamos deteriorando el planeta, y de nuevo surge el discurso contra los políticos que son incapaces de cambiar nada. Esta situación es la que favorece que surjan falsos profetas cuyo objetivo sea aprovechar la coyuntura, que es precisamente lo que hace Valentine: identifica el problema y vende la destrucción en forma de salvación. Vaughn hace la típica película de espías, meticulosa, cuidando hasta el más mínimo detalle, hasta que las sorpresas estallan de las más variadas formas ( golpes, paracaidismo, equipos técnicos propios de la era tecnológica, implantes activados...), un 'sacrilegio' continuado que estalla en un verdadero espectáculo de fuegos artificiales que rebosa ironía y mezcla de la manera más irreverente los géneros fantásticos, de suspense y de acción, haciendo estallar cabezas de forma truculenta. El objetivo era, según el director hacer una película que pareciera real, fuera divertida e hiciera sonreír. En el background y vigilando el proceso de transformación de un joven de suburbio en un auténtico gentleman, Pigmalión. El exceso de gravedad estropea la diversión de las nuevas películas, afirma Samuel L.Jackson en el propio film, en el que se hace una reflexión metalingüística del cine de espías. La cercanía a Kick-Ass no resulta molesta al equipo y los referentes del joven son muy diferentes a los de su mentor. su perro, J.B., lleva este nombre, no por James Bond o Jason Bourne, sino en honor de Jack Bauer, protagonista de la serie 24, interpretado por Kiefer Sutherland, un agente federal que trabaja en una unidad antiterrorista estadounidense que se graduó en historia del arte y literatura inglesa en la UCLA e hizo un master en ciencias, criminología y leyes en Berkeley. Un hombre violento y a la vez humanista.
Antonio Trashorras situa el film en el contexto de la industria del entretenimiento, en el que " la originalidad puede condenarte al desván de lo minoritario. Bien lo sabe el terceto formado por Mark Millar, Jane Goldman y Matthew Vaughn, que añaden otro triunfo a la dupla 'Kick-Ass' (2010) y 'X-Men: Primera Generación' (2011). Al poco de comenzar 'Kingsman: Servicio Secreto', un espectador de 15 años advertirá que todo le suena a visto ya una o dos veces; si tiene 25, diez; cualquiera con más de 45 será incapaz de calcular las ocasiones en que ya presenció esa combinación de personajes, escenas e ideas. También es probable que no recuerde la última vez que se divirtió así con un pespunte de clichés tan bien acabado.(Para los que prefiere el 007 divertido. Fotogramas).
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