Poltergeist. Gil Kenan. Crítica de Rosa Labrandero.





Ficha técnica, sinopsis, fotografías (Pinchad aquí)

Comentario:


TERRORES VIEJOS, TERRORES NUEVOS, MIEDOS INFANTILES, MIEDOS ADULTOS ATRAPADOS ENTRE DOS MUNDOS, EL REAL Y EL DEL ESPECTÁCULO. EL FENÓMENO POLTERGEIST ESTÁ SERVIDO.

El remake del film de culto, Poltergeist, llega de la mano de su  productor, uno de los cineastas más destacados del género de terror que asustó y divirtió al mundo con su famosa trilogía de bajo presupuesto, - The Evil Dead/Posesión infernal (1981); The Evil Dead II/Terroríficamente muertos (1987); Army of Darkness/El ejército de las Tinieblas y un remake homónimo, Evil Dead/Posesión Infernal (2013)-, que han hecho y siguen haciendo las delicias de los que disfrutan pasando miedo. Al frente del film, como director, Gil Kenan, un joven de 38 años de edad que, aunque nació en Londres, siendo un niño tuvo la fortuna de que sus padres se trasladaran a Estados Unidos, donde se formó como cineasta en la UCLA (Universidad de California de los Ángeles), en la especialidad de animación; de haber nacido y vivido en un país como el nuestro hubiera triunfado con  películas como 'Ocho apellidos vascos', el blockbuster de los españoles. Pronto llamó la atención de realizadores como Steven Spielberg y Robert Zemeckis que le ofrecieron el sillón de director de 'Monster House' (2006), nominada a un premio de la Academia a la Mejor Película de Animación. El siguiente paso fue importante, ya que Fox 2000 Pictures y Metro-Goldwin-Mayer Pictures, le confíaron la dirección de esta nueva versión del clásico de 1982, una gran metáfora que aúna los complejos de culpa de los norteamericanos, (la forma en que se colonizó el oeste del país mediante el exterminio de las poblaciones autóctonas, que Hartung llevó a sus célebres cuadros), y el deterioro de las clases media y trabajadora como consecuencia de la crisis que comenzó con la caída de Lehman Brothers y otros bancos financieros y compañías de seguros del país, utilizando como vehículo la historia de ficción de una familia cuya casa forma parte de una urbanización que se construyó sobre un cementerio y que se ha convertido en un nuevo icono cultural de los Estados Unidos. Bajo sus cimientos los espíritus pugnan por salir a la superficie para ajustar cuentas con la sociedad, ebrios de cinismo y de rencor, con el objetivo de  cobrarse su debida venganza e iniciar su viaje al más allá guiados por la luz que les proporciona la inocencia de una niña, todo un símbolo de como las generaciones más jóvenes pagan los pecados de sus 'maiores' en el sentido más clásico del término. Alex Van Warmerdan, en su perversa y terrible película Borgman, hace la misma utilización de los niños, los únicos integrantes inocentes de una sociedad enferma.


Gil Kenan, con un guión de David Lindsay-Abaire, Premio Pulitzer en 2007 por su obra de teatro 'Rabbit Hole', vuelve sobre los relatos no de las casas embrujadas, habitadas por espectros más benignos, sino sobre los fenómenos poltergeist de naturaleza más violenta, que constituyen una buena excusa para dar rienda suelta a nuestros terrores más profundos, infantiles o no, que tienen su origen en peligros imaginados que anidan en nuestro subconsciente detrás de los cuales se encuentra, en último término, la muerte; el nuevo proyecto intenta crear una historia moderna y aterradora sobre una familia media americana acorralada por el desempleo y la falta de perspectivas. Sam Raimi supo ver en Gil Kenan la capacidad de crear sobresaltos y suspense, para, a continuación, sorprender al público con bromas inesperadas, como hizo en Monster House, sin recurrir al gore más desquiciado de que hace uso el director de 'Posesión Infernal', que ha dado pie a un nuevo subgénero: el «splatstick» (un acrónimo de «splatter» y «slapstick»), que provoca la hilaridad de su público ante el exceso. Esta estrategia de relajar la tensión con momentos de comicidad, (pocos para algunos críticos), que caracterizan a Kenan, no ha sido bien recibida por algunos críticos.

El mayor desafío de un remake es acertar en insertar la historia en un nuevo contexto histórico que  le de un nuevo significado, un reto nada fácil. ya que muchos lo van a considerar absolutamente prescindible, no sólo porque la aceptación general a lo largo del tiempo ha convertido al film que le sirve de referente en un clásico con el que las comparaciones van a ser inevitables, sino porque una película que tiene más de treinta años ha pasado a formar parte del imaginario colectivo, con un significado proustiano para muchos treintañeros. La crisis que atraviesa la economía global en la transición hacia una nueva era, en la que en algunos países se están planteando incluso la desaparición del dinero (Dinamarca), desata todos los temores y los fantasmas del hombre (el paro y el hambre, la enfermedad, el desahucio, la pérdida del techo y finalmente la muerte, que dan forma al ciclo apocalíptico contemporáneo), e invita a Kenan a considerar a las familias que caen en desgracia más vulnerables y susceptibles de sufrir los ataques de 'monstruos' vengativos que no distinguen entre víctimas y verdugos, que en países como el nuestro tiene una traducción popular: "A perro flaco todo son pulgas". Esta pobre gente no  cometió el sacrilegio, pero paga las consecuencias de los excesos y el desprecio por los vivos y los muertos de las compañías inmobiliarias a las que sólo importan sus cuentas de resultados y que van a concentrar en las zonas habitadas por las clases trabajadora y media-baja todas las infraestructuras que exigen el suministro de energía y las comunicaciones de la era tecnológica, otro  motivo de temor  bien conocido por la ciudadanía de que este tipo de instalaciones produzcan tumores (otra vez la muerte hace su presencia) que provoca movilizaciones en los lugares donde se concentran, que no suelen ser las urbanizaciones de lujo. Parece que va cobrando sentido el refrán popular.

Los agradables suburbios norteamericanos de  la época de bonanza económica de la década de los 80 del siglo pasado, que fueron el escenario de las historias truculentas de  Carpenter (Halloween) o Wes Craven (Pesadilla en Elm Street) se han deteriorado, (como se encarga de mostrar el drone cuando se eleva por encima de las casas y nos da una visión de conjunto) y con ellos el sueño americano de poseer una vivienda exenta con jardín, aunque rodeada de vecinos, y con ciertas comodidades. Ahora estas zonas en las afueras de las ciudades, se han ido deteriorando, no sólo en su propia proyección arquitectónica ideada como un compleo de casas idénticas de tres dormitorios, jardines descuidados por la falta de recursos y vallas de tela metálica, sino que se han convertido en zonas inseguras e incómodas. La familia Bowen se traslada a uno de estos lugares en las afueras de Illinois, idóneos para las apariciones sobrenaturales y las desapariciones de niñas que pueblan el cine que alguno llamaría 'miserabilista'  y que añaden desazón a la precariedad y la inseguridad  que producen la desubicación de la familia y su desarraigo por motivos económicos. Parece que el guión de David Lindsay deja abierta esta posibilidad de interpretación, la idea de que las familias se vean sometidas a estas amenazas sobrenaturales no sólo porque su casa esté situada sobre un cementerio ( una constante de la saga), sino porque su desmoronamiento las hace mucho más vulnerables a los caprichos de los espíritus malignos, como hemos dicho antes.

Ahora la narración se centra en personas definidas por el ambiente que las rodea (parados de larga duración que no se atreven a denunciar la desaparición de una hija por temor ,-otro miedo- de que los hagan responsables ), aunque sólo desde una perspectiva poética, plagada de tropos de todo tipo, se puede establecer una relación sobrenatural y ficticia entre los fenómenos de las apariciones fantasmales y  su situación económica y, como consecuencia, su debilidad y vulnerabilidad ante los espíritus. Sólo habría una posibilidad de conectar estas realidades, como demuestra James Wan en su película The Conjuring (2013), con la que son legión los críticos que la han comparado :  la deconstrucción de todos los elementos que nos producen terror. Las cámaras de Kenan, a diferencia de las de Wan, acompañan  a los ocupantes en el interior de la casa, cuando están tomando posesión, buscando la desazón en la profundidad de campo mediante el enfoque/desenfoque y la presencia frecuente de puertas que dan acceso a distintas habitaciones o armarios empotrados, susceptibles de esconder un portal hacia otra dimensión, una sugerencia permanente durante el día, que se acrecienta al llegar la noche, en la abundan que los cameos a 'Expediente Warren' 'Al final de la escalera'  y otras películas del género (juguetes con  luces que se encienden espontáneamente, una silla que recuerda la de Anabelle, payasos que cantan,  diseño de las ventanas y pelotita que se mueve sin que nadie la impulse...). La diferencia estriba en que, mientras en estas películas el subtexto está formado por viajes astrales, que sólo sirven para dar miedo, crímenes sin resolver, casas malditas, etc., Gil Kenan imagina un colectivo de espíritus cabreados, impotentes, que han desarrollado la hipocresía, la perversidad y el cinismo como categorías con entidad propia, que necesitan de seres inocentes para su liberación  y vindicación definitiva. El resto de la familia, incluida la adolescente Kendra Bowen, que conserva de un pasado más acomodado un portátil Apple, están demasiado corrompidos para liberar a los espíritus atrapados.

Desde que la familia se acerca en su coche al lugar, una casa anodina en una urbanización de casas gemelas, observa cómo las líneas de conducción eléctrica de alta intensidad, que forman parte de la ficción sobrenatural, constituyen el skyline de su nuevo habitat. Junto al edificio una parcela vacía alberga el horrible sauce que asusta a Griffin. Esta familia, cuyo patriarca es un parado de larga duración que soporta el fracaso de sus sueños, algo de vital importancia para los americanos, gracias al whisky, ignora muchas cosas cuando se traslada con su familia a este lugar. La primera de ellas es que el precio del alquiler es bajo y se puede reducir aún más porque es una vivienda desahuciada a sus antiguos habitantes; algo más tarde, en una cena con gente más acomodada hacen otro descubrimiento, a medias, que su casa, como todas las del complejo, descansan sobre un antiguo cementerio lo que hace imposible que florezcan las plantas, algo a lo que no dan demasiada importancia; más tarde descubrirán que los empresarios de la construcción sólo se llevaron las lápidas a un lugar al que acuden los familiares a honrar a unos pedruscos y no  a sus antepasados.

La tecnología ha evolucionado y los aparatos de los especialistas en fenómenos paranormales también. Se equivocaban los antiguos cuando decían que con la luz eléctrica se acababan las brujas y la brujería. Los nuevos espíritus se sirven de todo tipo de ingenios de la tecnología moderna: - televisores de plasma, teléfonos inteligentes, tabletas y un drone de juguete que Eric compra a Griffin y a los que los jóvenes son adictos, a pesar de sus precios prohibitivos-, que utilizan energía eléctrica, para comunicarse con los habitantes más indefensos de una casa que los atrapa. La diseñadora de producción, Kalina Ivanov, y la de vestuario, Delphine White, serán las responsables de  crear el ambiente adecuado mediante la elección de los escenarios y la ropa que debe caracterizar a una familia que pasa apuros económicos, que ha tenido que sacar a sus hijos de sus colegios desarraigándolos en edades en las que están buscando su propia identidad, circunstancia que incide en su vulnerabilidad provocada por la separación de sus amigos y compañeros y los deja solos ante sus propios demonios, que despiertan sus terrores, toman posesión de objetos como muñecos o payasos como puente para acceder a los niños, su verdadero objetivo. Griffin está poseído por todos estos terrores infantiles (la oscuridad de la noche que se hace más presente a través del sauce que golpea el cristal de su ventana, los payasos...) y el complejo de culpa por no haber cuidado bien de su hermana pequeña en una ocasión.

 ¿Sabrá el equipo salir airoso de este reto, sin molestar demasiado, no sólo a los fans del film dirigido por Tobe Hooper, sino a los detractores de las películas que agrupan bajo la etiqueta de blockbuster o mainstream, con independencia de la calidad del producto, al que rechazan de entrada por su propia factura y su textura digital, que encandila a las masas? A eso vamos. Gil Kenan ha sabido combinar bien todos estos elementos, ha dosificado adecuadamente los sustos, (no muchos), que comienzan casi desde el principio, con algún guiño al film de 1981, y nos ha trasladado el sufrimiento de una familia que no llega a fin de mes, que carece de tarjetas de crédito, lleva ropa interior (la mujer se queja) ya vieja, y se permite algún exceso como comprar una pizza familiar, un móvil modesto para Kendra y un drone de juguete para Eric, emulando aquella secuencia tan entrañable de 'En América',  de Jim Sheridan  (2002), cuando el padre se gasta el alquiler del piso del mes en una feria para conseguir un muñeco de ET para su hija. Es el desahogo del pobre, que puede acceder a una casa con jardín como muchos se compran ahora pisos a precios de saldo, embargados a familias que han perdido el techo a causa del desempleo y la falta de recursos; cuando al final les ofrecen un chollo parecido, salen huyendo del lugar. No estaría nada mal que hiciéramos una ficción semejante en nuestro país,también  afectado por este problema. Horacio Bilbao, del diario Clarín, realiza una afirmación con la que coincidimos y avala nuestro análisis:" Pero la agresividad sobrenatural pierde impacto frente a la naturalización de la agresión real, con otras raíces." (Poltergeist,juegos diabólicos: del otro lado..., Diario Clarín). ¿Tendrá razón cuando afirma que la gente que va al cine quiere que la entretengan y no que le cuenten sus problemas ? especialmente si se trata de una película blockbuster, una etiqueta que garantiza que lo que vas a ver tiene más que ver con 'una parada de los monstruos' que con la realidad, es posible que tenga razón. Yo he procurado ir a una sesión a la que van los muy jóvenes, (16:35), que han permanecido en el más absoluto de los silencios (apenas se oía el mascar de palomitas) y han aplaudido al final; probablemente no han captado todo el substrato de la tragedia, pero se han sentido atrapados por la historia.

El film falla, para algunos críticos, como ocurre con otras películas del género, cuando se intenta dar forma a nuestros temores, cuando los espectros se hacen visibles y se convierten en fetiches, y están condicionados, como en este caso por la tradición de la saga (esqueletos manchados de barro negro, no es ningún secreto). Este es el momento en que el director se la juega, pero el  resultado no es inferior al de la hipervalorada Insidious,en la que el ingreso en el mundo de los espíritus, con aquellos fantasmas sentados en un salón, del que casi nadie habla, no es precisamente la causa por la que el film pasará a la historia. Por otro lado, entiendo que a la gente no le guste, no ya la denuncia que hace la película de los reality-shows, sino la sociedad en la que vive: sustituir a la medium de toda la vida, por el conductor de un programa de masas televisivo,el Iker Casillas norteamericano,  cuya fama y cuyos lemas emocionan a un público muy amplio ('esta casa está limpia') es lo que impera. ¡Que nos lo digan a los españoles que, ante la imposibilidad de desenganchar a los niños de programas como Sálvame Deluxe, se ha dividido en dos, uno naranja para los pequeños y otro limón para los adultos ! Espacios como 'Cuarto milenio' es ya para 'universitarios' (dicho, desde luego, desde la ironía menos malvada). El trabajo de los actores me ha convencido y en especial Sam Rockwell, por el que siento especial debilidad desde que tuve el placer de verlo en Moon, la opera prima de Duncan Jones (2009), y Kyle Catlet en el papel de Griffin, un magnífico hombre corriente y un niño atormentado porque no cumple los requisitos del machito y la culpa lo atenaza.

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