El francotirador. Comentario.








Comentario: 

A sus 84 años Clint Eastwood realiza un film que puede ser interpretado como una buddy movie hostil, en la que la relación entre dos hombres, dos francotiradores, los únicos personajes con los que el espectador se identifica, son enemigos totales. A su alrededor el vacío, argumental y de diseño de personajes. Planos lejanos, cenitales, picados, realizados desde aviones o azoteas, como si la película la estuviera realizando un corresponsal de guerra, que se cubre de las balas y de todo tipo de proyectiles, como hacen los soldados, sin acercarse jamás al teatro de operaciones. Incluso la presencia en la misma compañía del hermano de Chris Kyle, (Bradley Cooper), es breve y a duras penas el espectador llega a conocer la relación que une a los dos soldados, un marine y un navy seal.

El film está dividido en partes, tantas como despliegues de fuerzas norteamericanas en las que participó este hombre hasta que fue asesinado por un veterano. Sus compañeros lo han bautizado con un cognomen, un apodo, que lleva en sí mismo el  sino de la destrucción futura: la leyenda. Las razones por las que un veterano quiso poner fin al mito quedan en la oscuridad, como ocurre siempre que alguien decide dar este paso. Chris es un ciudadano medio americano que vio con lágrimas en los ojos el atentado contra las torres 'gemelas' del 'World Trade Center'  y el discurso de reacción de Bush, que hizo especial mella en hombres como él, al que su padre había calificado como el pastor que cuida de las ovejas y las defiende de los lobos. No entiende otro discurso, ni le preocupa a cuántos lobos hay que matar para salvar a su rebaño, lo que deja atónito al psicólogo que lo trata cuando vuelve del frente de combate, esta vez de forma definitiva.

Tonio L.Alarcón señala, en un paréntesis descriptivo-, que el diseño de producción de Charisse Cardenas y James J.Murakami "se encarga de subrayar lo monótono del paisaje urbano iraquí, transmitiendo una terrible sensación de reiteración, como si fuera una versión bélica del mito de Sísifo" (Vale la pena ser un ganador. Dirigido por..., febrero 2015). Olvida el crítico que todos los paisajes urbanos en guerra presentan el mismo aspecto; en lugar de populosas ciudades en las que sus habitantes se mueven para ir al trabajo y hacer sus compras de cada día, reina la soledad, en medio de las ruinas, con la presencia de personajes escapados de las tragedias clásicas, mujeres y niños dispuestos a dar sus vidas por una causa, cuyo entendimiento escapa a la mayoría de los mortales, y que parecen regidas por un destino funesto dominado por las Furias.

Clint Eastwood se siente más cómodo en las escenas bélicas, en las que adquirió una gran experiencia en sus dos magníficas películas, Cartas desde Iwo Jima (2006), y Banderas de nuestros padres (2006). Sin embargo, el terreno en el que se mueve su último film, el suelo de Irak y la guerra ilegal en la que se vieron involucrados Estados Unidos, España e Inglaterra, tras la declaración de las Azores y el voto en contra de las Naciones Unidas, es un terreno demasiado pisado por el cine desde diferentes perspectivas, ya por Kthreen Bigelow, (En tierra Hostil, 2009, o 'La noche más oscura, 2012), o por Paul Green Grass en Green Zone (2010). No obstante, no deja de sorprender la energía que muestra en la última secuencia, una batalla en medio de la tormenta de arena del desierto, francamente impresionante. Del mismo modo impacta la caracterización del escuálido Bradley Cooper como un fornido miembro de las navy seals.

Como decíamos al principio, un  Clint Eastwood octogenario, en cuyo film alguien ha querido ver la catarsis del pueblo americano, un país humillado y ofendido que vaga en pena, hasta que satisface su lado oscuro con la muerte del francotirador Mustafa, tras la cual todos pueden volver a reiniciar su vida cotidiana y cerrar sus heridas.






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