Las vueltas de la vida. Susannah Grant.
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Ficha técnica:
Título original: Catch and Release.
País: Estados Unidos.
Año: 2006.
Duración: 124 minutos.
Dirección: Susannah Grant.
Guión: Susannah Grant.
Casting: Deborah Aquila, Andrea Brown.
Dirección de Fotografía: John Lindley.
Música: BT, Tommy Stinson.
Edición: Anne V.Coates.
Dirección artístico: Shannon Grover.
Departamento artístico: Andrew Glavina.
Diseño de Vestuario: Jennifer Grossman.
Maquillaje: Angela Wood.
Productores: Jenno Topping.
Productores asociados: Josh Siegel.
Productores ejecutivos: Casey Grant, Lynwood Spinks, Ryan Kavanaugh.
Diseño de producción: Brent Thomas.
Compañías. Coñlumbia Pictures, Relativity Media.
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Intérpretes:
Jennifer Garner: Gray,
Timothy Oliphant: Fritz,
Juliette Lewis: Maureen,
Kevin Smith: Sam,
Sam Jaeger: Dennis,
Joshua Friesen : Mattie,
Fiona Shaw: Mrs. Douglas,
Tina Lifford: Eve,
Georgia Craig: Persephone.
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Sinopsis:
Tras la súbita muerte de su prometido, Gray Wheeler (Jennifer Garner) encuentra refugio entre los amigos de él: Sam (Kevin Smith) alegre y cómico, Dennis (Sam Jaeger) el más responsable, y Fritz (Timothy Olyphant), un mujeriego irresponsable en el que antes nunca hubiera confiado. Al mismo tiempo que Gray descubre aspectos inéditos de la vida de su novio, empieza a sentirse atraída por Fritz.
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Comentario:
La estética indie tiene generalmente un problema: la contención de las emociones, -nada clásica, pues no incorpora el movimiento a su quietud-,la ausencia de emoción, que hace exclamar a Kely Smith (New York Post) que, aunque puede parecer una película blanda, no lo es. Es algo peor. " Para alcanzar el nivel de blanda, necesitaría unos cuantos litros de Tabasco vertidos en ella." (En Filmaffinity).
Esta película que gira, teóricamente, en torno a un drama, -la muerte repentina de un joven, cuya causa no se explicita, que deja desolados a su prometida y sus amigos-, se convierte en una nadería empalagosa y blandengue, en el que todas las cuestiones pasan por un tupido tamiz hasta salir convertidos en cuestiones tan pequeñas, que se amontonan como granos de arena y que acaban por no interesar a nadie. Es difícil entender por qué Kevin Smith aceptó este papel y trabajó en una película hecha por y para la burguesía pseudo-ilustrada que cree que la mejor educación se da en los colegios más caros, arrastrando a sectores populares que se sienten fascinados por ese discurso, pero que nunca alcanzarán su nivel. Un buen ejemplo de estos personajes que se aproximan a esta gente tan cult, son el que interpreta Juliette Lewis, vulgar en las formas y en el fondo, con la que el muerto ha tenido un hijo, tras un contacto sexual ocasional, o la escena del cuarto de baño, en la que uno de sus amigos practica el sexo con una joven, el día de su entierro, mientras su prometida está metida en la bañera, horrorizada por la situación.
Este mismo joven, que acaba manteniendo relaciones con Gray, la incita a abandonar su trabajo, una mañana en la que luce el sol, con el argumento de que si no hace estas cosas ahora que es joven ¿cuando las hará? En la conversación que tienen en esta huida de las obligaciones y responsabilidades cotidianas, él confiesa a la chica que dejo cierta actividad, relacionada con el cine, que realizaba con ahínco en un pasado cercano, cuando comenzó a cobrar, afirmación que obliga al espectador a hacerse una pregunta: Si le aburre cobrar, ¿de dónde proceden sus recursos para pagar piso, comida, traslados, y otro tipo de caprichos ostensibles? Claro que no es una película para hacerse preguntas, sino un film a modo de buch de diseño de formas de vida y comportamiento de la cultura indie. El prometido de Gray deja unos intereses de casi cincuenta mil euros que deben corresponder a un millón de euros, que tiene dispersos por cuentas difíciles de encontrar, aunque vive con la elegancia discreta de la clase media americana, sin que nadie sospeche, ni tan siquiera su prometida, que posee tan gran fortuna. Algo que tampoco parece importar demasiado cuando se descubre; el intento de suicidio del personaje que interpreta Kevin Smith es verdaderamente lamentable.
La estética indie tiene generalmente un problema: la contención de las emociones, -nada clásica, pues no incorpora el movimiento a su quietud-,la ausencia de emoción, que hace exclamar a Kely Smith (New York Post) que, aunque puede parecer una película blanda, no lo es. Es algo peor. " Para alcanzar el nivel de blanda, necesitaría unos cuantos litros de Tabasco vertidos en ella." (En Filmaffinity).
Esta película que gira, teóricamente, en torno a un drama, -la muerte repentina de un joven, cuya causa no se explicita, que deja desolados a su prometida y sus amigos-, se convierte en una nadería empalagosa y blandengue, en el que todas las cuestiones pasan por un tupido tamiz hasta salir convertidos en cuestiones tan pequeñas, que se amontonan como granos de arena y que acaban por no interesar a nadie. Es difícil entender por qué Kevin Smith aceptó este papel y trabajó en una película hecha por y para la burguesía pseudo-ilustrada que cree que la mejor educación se da en los colegios más caros, arrastrando a sectores populares que se sienten fascinados por ese discurso, pero que nunca alcanzarán su nivel. Un buen ejemplo de estos personajes que se aproximan a esta gente tan cult, son el que interpreta Juliette Lewis, vulgar en las formas y en el fondo, con la que el muerto ha tenido un hijo, tras un contacto sexual ocasional, o la escena del cuarto de baño, en la que uno de sus amigos practica el sexo con una joven, el día de su entierro, mientras su prometida está metida en la bañera, horrorizada por la situación.
Este mismo joven, que acaba manteniendo relaciones con Gray, la incita a abandonar su trabajo, una mañana en la que luce el sol, con el argumento de que si no hace estas cosas ahora que es joven ¿cuando las hará? En la conversación que tienen en esta huida de las obligaciones y responsabilidades cotidianas, él confiesa a la chica que dejo cierta actividad, relacionada con el cine, que realizaba con ahínco en un pasado cercano, cuando comenzó a cobrar, afirmación que obliga al espectador a hacerse una pregunta: Si le aburre cobrar, ¿de dónde proceden sus recursos para pagar piso, comida, traslados, y otro tipo de caprichos ostensibles? Claro que no es una película para hacerse preguntas, sino un film a modo de buch de diseño de formas de vida y comportamiento de la cultura indie. El prometido de Gray deja unos intereses de casi cincuenta mil euros que deben corresponder a un millón de euros, que tiene dispersos por cuentas difíciles de encontrar, aunque vive con la elegancia discreta de la clase media americana, sin que nadie sospeche, ni tan siquiera su prometida, que posee tan gran fortuna. Algo que tampoco parece importar demasiado cuando se descubre; el intento de suicidio del personaje que interpreta Kevin Smith es verdaderamente lamentable.
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