Drácula. La leyenda jamás contada. Gary Shore.
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Ficha técnica:
Título original: Drácula Unlold.
País: Estados Unidos.
Año: 2014.
Duración: 96 minutos.
Presupuesto: 100.000.000 $
Género: Terror, drama romántico.
Dirección: Gary Shore.
Guión: Matt Sazama. Burk Sharpless.
Dirección de Fotografía: John Schwartzman.
Música: Ramin Djawadi.
Compañías. Productora: Michael De Luca Productions. Distribución: Universal Pictures, Legendary Entertainment.
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Intérpretes:
Luke Evans: Vlad Tepes,
Sarah Gadon: Mirena,
Dominic Cooper: Mehmed,
Charlie Cox:
Samantha Barks: Baba Yaga,
Charles: Dance : Caligula,
Paul Kaye : Hermano Lucian,
Zach McGowan : Shkelgim,
Art Parkinson: Ingeras,
Noah Huntley : Capitán Petru,
Diarmaid Murtagh : Dimitru.
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Sinopsis:
Narrará una historia original sobre Vlad Tepes o Vlad el Empalador, el príncipe rumano en el que se inspiró Bram Stoker para crear al vampiro más famoso de todos los tiempos en su novela de 1897. La película se centraría en cómo Vlad se convirtió en la fantástica criatura que todos conocemos, en las elecciones que le llevaron a ese final y en las tragedias que marcaron su vida.
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Críticas:
Ya es difícil poner de acuerdo a toda la crítica, y además en contra. Hay un ligero detalle que condiciona a todos: 100.000.000 $ de presupuesto, que ha puesto sobre alerta a los enemigos de la aplicación de las nuevas tecnologías al discurso cinematográfico, más apropiada para películas en las que los protagonistas vuelan y tienen poderes, (sólo por puro romanticismo admiramos esas sombras en la pared, cuando el cineasta era consciente de que más valía una mala sombra que una mala imagen ). Como ocurre siempre, la prensa barre para casa, e incluso páginas como Filmaffinity ordena las opiniones de los lectores de acuerdo con ciertos criterios, que, en este caso, coinciden con los de la opinión de los especialistas (desde la primer escrito que la apalea, hasta el último que la califica con un 8). Vuelven a dejar al espectador solo ante el peligro.
Javier Ocaña no se ha molestado mucho en contarnos por qué le ha disgustado tanto, y dice poco más que, en algunos aspectos, ha plagiado a Coppola: "De hecho, homenaje o copia, para las primeras explicaciones en off de la historia ni siquiera se han molestado en cambiar el estilo de sombras chinescas con el predominio del rojo sangre que ya instaló Coppola. A partir de ahí, en tono de aventura violenta, de acción con anabolizantes más que de terror clásico, Shore convierte al protagonista en una especie de superhéroe que gana batallas por sí solo." (Vampiros en Invernalia. Diario 'El País', 23 de Octubre de 2014).
José Manuel Cuéllar es más claro: No le gustan los ordenadores. "La historia del mito, trazada desde un punto de vista muy distinto pero atractivo, se va diluyendo en las sombras del ordenador, mal muy común en los últimos tiempos. (...) La película "que tiene un comienzo prometedor y pronto se apaga en un guión falsario, en unos turcos risibles, de topicazo estereotipado, en un cúmulo de efectos especiales que tapa el agujero de la historia que, para relleno, coge trozos de aquí y de allá, retazos que se disfrazan de homenajes pero que son más un remedio, de esos que acaban siendo peor que la enfermedad."
Esta es la tónica generalizada, en la que no vale la pena extenderse más. Un criterio que arrastrará a los más jóvenes al cine y apartará de él a otros sectores de público. Como siempre; si tiene recorrido o no, se verá.
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Comentario:
Lo más interesante del film se resume en una frase que pronuncia Vlad Tepes: "A veces los hombres no necesitan un héroe, necesitan un monstruo." Podía haber sido el prólogo de una buena película.
Aquellos que disfruten con las obras de puro entretenimiento, en las que apenas se profundiza en el contexto, están de enhorabuena. Esta es su película, y poco importa el dinero que se hayan gastado en transformar todo, incluido el protagonista, en miriadas de murciélagos, con los que tradicionalmente se han identificado los vampiros, porque chupan la sangre de sus víctimas por las noches, truco cinematográfico tan repetido a lo largo del film, que pierde eficacia . Abundan los cameos no sólo de Coppola, sino de la muerte de Bergman en 'El Séptimo sello', e incluso de Superman, debilitado con criptonita por sus enemigos (aquí con plata). Se ha criticado mucho el uso de efectos especiales, y el presupuesto exagerado de la película, aunque nos deberemos ir acostumbrando a que son recursos que favorecen la construcción de tropos del lenguaje audiovisual, con los que se pueden hacer obras maestras o películas insoportables .
Gary Shore y sus guionistas crean el prototipo de vampiro posmoderno: un hombre de oscuro pasado, que reclutado a la fuerza por los turcos, guarda tenebrosos secretos, gracias a los cuales se ganó el agnomen de 'El empalador ', al que él añade el de 'Hijo del Dragón, Protector de Inocentes'; al final sabe ya que Drácula significa hijo del diablo. Regenerado, vuelve a su patria, Transilvania, donde se convierte en un ejemplar padre de familia, al que la maldad acosa de nuevo, y otra vez desde el bando musulmán, simbolizado por el Jefe Turco Mehmed, un hombre perverso, antiguo compañero depredador, que vuelve a reclamar su maldito diezmo. Acosado por las crueles exigencias del turco, hace un pacto con el diablo y se transforma en un chupa-sangre. No obstante, su nueva condición no le impide rezar e ir a la Iglesia. Muerde a sus conciudadanos para salvar a su patria y su familia, pero, como buen mortal, cumplida su misión, rasga las nubes, deja entrar al sol, y se inmola con los de su especie, incluidos el rebaño procedente del pueblo llano, al que había transformado en zombies para conseguir sus propósitos, que eran, como se desprende de este hecho, salvar a su propia familia, en especial, aunque hubiera que sacrificar a otros.
Lo que se va a encontrar quien vaya a ver la película no es un vampiro al uso, un noble elegante que muerde a bellas mujeres, para alimentarse y aumentar su ejército de compañeras, sino una mezcla de superhéroe con poderes, que puede derrotar él sólo a ejércitos enteros, que se reprime de chupar sangre hasta que precisa aumentar su capacidad de matar enemigos, y a petición de su buena mujer. Cumplido su deber, el pueblo, constituido por zombies, como hemos dicho antes, más que por vampiros, que andan amenazantes como pollos sin cabeza, y sin el porte altivo del aristócrata empalador, que se arrastran con muy malas intenciones, se vuelve desagradecido contra él, a excepción del hijo, el narrador de la historia, que ha heredado la nobleza del padre y que huye protegido por unos religiosos, perpetuando la tradición de la Iglesia de arropar a los poderosos. Pero que nadie se lo tome como una crítica, es simplemente la descripción de una realidad.
Si alguien esperaba un film de vampiros, contextualizado en la Baja Edad Media, en la época en la que existía una relación desigual de vasallaje, no sólo entre el señor y sus súbditos, sino entre los propios príncipes, debe saber que esto supone una información mínima, en un film en el que, ante todo, se da forma a un nuevo ser fantástico, que nada tiene que ver con lo que su nombre connota al lector/espectador . Si que nos hace ver que hacía mucho tiempo que el feudalismo había dejado de asentarse en el juramento de fidelidad, libremente aceptado por las partes y basado en la prestación de un servicio a cambio de un beneficio, ya que los más fuertes cobraban sus tributos a cambio de nada, y no sólo no protegían a quienes extorsionaban, sino que suponían su máxima amenaza, funcionando como lo harán años más tarde las organizaciones mafiosas. Pero esto es sólo la excusa para presentar a un ¿monstruo? ¿superhéroe? en lo que parece ser la primera entrega introductoria de una franquicia, que dura 96 minutos y que anuncia el nacimiento de un nuevo héroe medio vampiro/medio superhéroe con poderes/ amante padre de familia que va a la misa a cumplir con sus obligaciones religiosas, aunque por la noche se dedique a chupar la sangre de sus víctimas. El hijo advierte que cada vez que al final del túnel siempre aparece de nuevo el sol, por lo que su padre renacerá cada vez que el mundo deba de ser salvado. ¡Horror!
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Comentario:
Lo más interesante del film se resume en una frase que pronuncia Vlad Tepes: "A veces los hombres no necesitan un héroe, necesitan un monstruo." Podía haber sido el prólogo de una buena película.
Aquellos que disfruten con las obras de puro entretenimiento, en las que apenas se profundiza en el contexto, están de enhorabuena. Esta es su película, y poco importa el dinero que se hayan gastado en transformar todo, incluido el protagonista, en miriadas de murciélagos, con los que tradicionalmente se han identificado los vampiros, porque chupan la sangre de sus víctimas por las noches, truco cinematográfico tan repetido a lo largo del film, que pierde eficacia . Abundan los cameos no sólo de Coppola, sino de la muerte de Bergman en 'El Séptimo sello', e incluso de Superman, debilitado con criptonita por sus enemigos (aquí con plata). Se ha criticado mucho el uso de efectos especiales, y el presupuesto exagerado de la película, aunque nos deberemos ir acostumbrando a que son recursos que favorecen la construcción de tropos del lenguaje audiovisual, con los que se pueden hacer obras maestras o películas insoportables .
Gary Shore y sus guionistas crean el prototipo de vampiro posmoderno: un hombre de oscuro pasado, que reclutado a la fuerza por los turcos, guarda tenebrosos secretos, gracias a los cuales se ganó el agnomen de 'El empalador ', al que él añade el de 'Hijo del Dragón, Protector de Inocentes'; al final sabe ya que Drácula significa hijo del diablo. Regenerado, vuelve a su patria, Transilvania, donde se convierte en un ejemplar padre de familia, al que la maldad acosa de nuevo, y otra vez desde el bando musulmán, simbolizado por el Jefe Turco Mehmed, un hombre perverso, antiguo compañero depredador, que vuelve a reclamar su maldito diezmo. Acosado por las crueles exigencias del turco, hace un pacto con el diablo y se transforma en un chupa-sangre. No obstante, su nueva condición no le impide rezar e ir a la Iglesia. Muerde a sus conciudadanos para salvar a su patria y su familia, pero, como buen mortal, cumplida su misión, rasga las nubes, deja entrar al sol, y se inmola con los de su especie, incluidos el rebaño procedente del pueblo llano, al que había transformado en zombies para conseguir sus propósitos, que eran, como se desprende de este hecho, salvar a su propia familia, en especial, aunque hubiera que sacrificar a otros.
Lo que se va a encontrar quien vaya a ver la película no es un vampiro al uso, un noble elegante que muerde a bellas mujeres, para alimentarse y aumentar su ejército de compañeras, sino una mezcla de superhéroe con poderes, que puede derrotar él sólo a ejércitos enteros, que se reprime de chupar sangre hasta que precisa aumentar su capacidad de matar enemigos, y a petición de su buena mujer. Cumplido su deber, el pueblo, constituido por zombies, como hemos dicho antes, más que por vampiros, que andan amenazantes como pollos sin cabeza, y sin el porte altivo del aristócrata empalador, que se arrastran con muy malas intenciones, se vuelve desagradecido contra él, a excepción del hijo, el narrador de la historia, que ha heredado la nobleza del padre y que huye protegido por unos religiosos, perpetuando la tradición de la Iglesia de arropar a los poderosos. Pero que nadie se lo tome como una crítica, es simplemente la descripción de una realidad.
Si alguien esperaba un film de vampiros, contextualizado en la Baja Edad Media, en la época en la que existía una relación desigual de vasallaje, no sólo entre el señor y sus súbditos, sino entre los propios príncipes, debe saber que esto supone una información mínima, en un film en el que, ante todo, se da forma a un nuevo ser fantástico, que nada tiene que ver con lo que su nombre connota al lector/espectador . Si que nos hace ver que hacía mucho tiempo que el feudalismo había dejado de asentarse en el juramento de fidelidad, libremente aceptado por las partes y basado en la prestación de un servicio a cambio de un beneficio, ya que los más fuertes cobraban sus tributos a cambio de nada, y no sólo no protegían a quienes extorsionaban, sino que suponían su máxima amenaza, funcionando como lo harán años más tarde las organizaciones mafiosas. Pero esto es sólo la excusa para presentar a un ¿monstruo? ¿superhéroe? en lo que parece ser la primera entrega introductoria de una franquicia, que dura 96 minutos y que anuncia el nacimiento de un nuevo héroe medio vampiro/medio superhéroe con poderes/ amante padre de familia que va a la misa a cumplir con sus obligaciones religiosas, aunque por la noche se dedique a chupar la sangre de sus víctimas. El hijo advierte que cada vez que al final del túnel siempre aparece de nuevo el sol, por lo que su padre renacerá cada vez que el mundo deba de ser salvado. ¡Horror!
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