Nymphomaniac. Volumen 2. Comentario.
Ficha técnica:
Título original: The Nymphomaniac. Volumen2
País: Dinamarca
Año: 2013
Duración: 120 minutos
Dirección: Lars Von Trier
Guión: Lars Von Trier
Casting: Des Hamilton
Dirección de Fotografía: Manuel Alberto Claro. Color
Dirección artística: Simone Grau
Edición: Molly Malene Stensgaard.
Dirección de efectos especiales: Peter Wjörth
Diseño de Vestuario: Manin Rasmusen,
Responsable de maquillaje: Dennis Amudsen.
Zentropa Entertainment; distribución : Golem
Productor: Louise Vesth Productor ejecutivo: Peter Garder Compañías: Zentropa International Sweden AB, Arte France Cinéma Film I Väst, Groupe Grand Accord. Arte g.e.i.e., con el apoyo de Danish Film Institute, Eurimages, Deutscher Filmförderfonds...
Intérpretes:
Charlotte Gainsbourg : Joe,
Stellan Skasgard : Seligman,
Willem Dafoe : L, Shia LaBeauf : Jerôme,
Jamie Bell : K,
Connie Nielsen: la madre de Joe,
Christian Slater: el padre de Joe,
Uma Thurman: Sra. H,
Mia Goth: P,
Sracey Martin: joven Joe
Sinopsis:
Nymphomaniac es la loca y poética historia del recorrido de una mujer desde su nacimiento hasta los 50 años contada por Joe, la protagonista, que se auto diagnostica como ninfómana. Una fría noche de invierno, Seligman, un viejo y encantador soltero, descubre a Joe tirada en un callejón después de que le hayan dado una paliza. La lleva a su casa y la cuida mientras ella le cuenta durante 8 capítulos la exuberante y multifacética historia de su vida.
Género: drama psicológico.
Críticas y comentario:
La dureza del planteamiento que parece haber erradicado cualquier amago de sensualidad, dejando entrar otras sensaciones. El primer volumen de Nymphomaniac es contenido en sus fogonazos sexuales, en sus planos de genitales, de cuerpos en colisión...No hay atisbos de escándalo buscado, de pornografía moral...(Quim Casas. La compleja matemática de los cuerpos y los deseos...Dirigido por...2014). Lars Von Trier reserva la mayor dureza para esta entrega, al tiempo que denuncia, de forma efectiva, la hipocresía de una sociedad que evita hablar de ninfómanas, sustituyendo la denominación por la políticamente correcta adictas al sexo; él no duda, coloca el término en el centro del debate.
Jordi Costa del diario 'El País' añade que: "Tras el contundente —y melodramático— continuará de la primera parte, era legítimo temer que, en esta segunda entrega, el diálogo entre un deseo irrefrenable que desea ser castigado y una razón civilizada capaz de justificarlo todo podía derivar hacia algún tipo de moralina. No es así. Lars von Trier resuelve el duelo dialéctico de manera modélica —casi con un chiste que es afortunada síntesis—, tras hacer temblar a sus incondicionales con una maniquea lectura feminista que, por fortuna, no supone el punto final."
Pero, a pesar de no tener vedado ningún camino y transitarlos todos, hasta llegar a la solución final, cuyas imágenes escaquea al espectador, sigue queriendo ocultar lo que es simplemente deseo sexual y orgullo de sentirlo, tras una serie de excusas culturales que esconden el complejo de culpa judeo-cristiano, que el cineasta aparenta querer zaherir y provocar con excesos y tópicos, algunos relacionados con los negros, que aparecen en primerísimo primer plano con el sexo erecto. En los primeros momentos, la conversación entre la ninfómana y el reprimido sexual, precedida por el cartel que advierte que el director se inhibe del resultado de las tijeras que se han aplicado a la cinta, a la que no le falta de nada, -pederastia, sadismo, dolor físico...-, nos explica el orgasmo de Joe a los 12 años, acompañado de unas visiones, que ella cree que corresponden a la Virgen, pero que, en realidad, tienen una explicación mucho más erudita, alucinación en la que se enfrentan Valeria Mesalina, la ninfomana más famosa de la historia, la esposa del emperador Claudio y la Ramera de Babilonia, montada en una bestia, Nimrod con aspecto de toro, una versión blasfema de la transfiguración de Jesús en la montaña, uno de los pasajes más sagrados de la Iglesia Oriental que nos habla de la humanidad de Cristo, iluminada por la luz divina de la Eternidad. En ese mismo instante la mujer pierde la capacidad de tener orgasmos; Seligman siguen dándo a la mujer una clase de iconografía cristiana y germana: Wagner, el oro del Rhin, el descenso al Nibelheim, que dará nombre a uno de los capítulos en que divide el volumen II, como hizo con el I. Bueno, no habrá moralina, desde luego, pero sí soberbia e imposición a los demás de sus ideas, revestidas de una supuesta intelectualidad, que, en ocasiones, roza el ridículo. Finalmente será el amor romántico que combaten las feministas, el que provocará el trágico desenlace de la historia.
Jordi Costa del diario 'El País' añade que: "Tras el contundente —y melodramático— continuará de la primera parte, era legítimo temer que, en esta segunda entrega, el diálogo entre un deseo irrefrenable que desea ser castigado y una razón civilizada capaz de justificarlo todo podía derivar hacia algún tipo de moralina. No es así. Lars von Trier resuelve el duelo dialéctico de manera modélica —casi con un chiste que es afortunada síntesis—, tras hacer temblar a sus incondicionales con una maniquea lectura feminista que, por fortuna, no supone el punto final."
Pero, a pesar de no tener vedado ningún camino y transitarlos todos, hasta llegar a la solución final, cuyas imágenes escaquea al espectador, sigue queriendo ocultar lo que es simplemente deseo sexual y orgullo de sentirlo, tras una serie de excusas culturales que esconden el complejo de culpa judeo-cristiano, que el cineasta aparenta querer zaherir y provocar con excesos y tópicos, algunos relacionados con los negros, que aparecen en primerísimo primer plano con el sexo erecto. En los primeros momentos, la conversación entre la ninfómana y el reprimido sexual, precedida por el cartel que advierte que el director se inhibe del resultado de las tijeras que se han aplicado a la cinta, a la que no le falta de nada, -pederastia, sadismo, dolor físico...-, nos explica el orgasmo de Joe a los 12 años, acompañado de unas visiones, que ella cree que corresponden a la Virgen, pero que, en realidad, tienen una explicación mucho más erudita, alucinación en la que se enfrentan Valeria Mesalina, la ninfomana más famosa de la historia, la esposa del emperador Claudio y la Ramera de Babilonia, montada en una bestia, Nimrod con aspecto de toro, una versión blasfema de la transfiguración de Jesús en la montaña, uno de los pasajes más sagrados de la Iglesia Oriental que nos habla de la humanidad de Cristo, iluminada por la luz divina de la Eternidad. En ese mismo instante la mujer pierde la capacidad de tener orgasmos; Seligman siguen dándo a la mujer una clase de iconografía cristiana y germana: Wagner, el oro del Rhin, el descenso al Nibelheim, que dará nombre a uno de los capítulos en que divide el volumen II, como hizo con el I. Bueno, no habrá moralina, desde luego, pero sí soberbia e imposición a los demás de sus ideas, revestidas de una supuesta intelectualidad, que, en ocasiones, roza el ridículo. Finalmente será el amor romántico que combaten las feministas, el que provocará el trágico desenlace de la historia.
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