Ida. Pawel Pawlikowski. Comentario.
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Ficha técnica:
Título original: Ida
País: Polonia
Año: 2013
Duración: 80 minutos
Dirección: Pawel Pawlikowski.
Guión: Pawel Pawlikowski y Rebecca Lenkiewicz.
Casting: Alina Falana.
Dirección de Fotografía: Lukas Zal, Ryszard Lenczewski.
Música: Christian Zelin, Eidnes Andersen.
Montaje: Jaroslaw Kaminski.
Director artístico: Jagna Dobesz.
Construcción del set: Robert Bomba, Tomasz Chudobinski, Marek Król, Alfred Lüdert.
Coordinador de especialistas: Maciej Maciejewski
Diseño de Vestuario: Aleksandra Staszko.
Maquillaje: Anna Niuta Kieszczynska, Tomaesz Sielecki.
Productores: Eric Abraham, Piotr Dziecito, Ewa Puzczynska.
Co-productor: Christian Falkenberg Husum.
Productor en línea: Magdalena Malisz.
Diseño de producción: Katarzyna Sobanska y Marcel Slawinski.
Compañías. Productora: The Polish Film Institute, Eurimages, The British Film Institute, Opus Films-Phoenix Films, asociada con Portobello Pictures, Canal + Poland, The Polisii Film Institute, Eurimages, The Danish Film Instituto¡e, The City of Lodz; Distribuidora: Karamel Films. Cameo
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Intérpretes:
Agata Kulesza : Wanda Gruz,
Agata Trzebuchowska :Hermana Anna,
Joanna Kulig : Singer,
Adam Szyszkowski: Feliks
David Ogrodnik: Lis,
Jerzy Trela: Szymon,
Halina Skoczynska: Madre superior,
...
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Sinopsis:
Polonia 1962. Anna es una guapa jovencita de 18 años, que se prepara para convertirse en monja en el convento donde ha vivido desde que quedó huérfana de niña., pero pronto descubre que tiene una pariente viva que tiene que visitar antes de tomar los votos, la hermana de su madre, Wanda. Ambas se embarcan juntas en un viaje de descubrimiento sobre ellas mismas y de su pasado común. Anna descubre que su tía no sólo es una antigua abogada del Estado comunista, conocida por sentenciar a sacerdotes y a otras personas a muerte, sino que además es judía. Descubre así que ella también es judía y que su verdadero nombre es Ida. Esta revelación hace que Anna, ahora Ida, inicie un viaje para descubrir sus raíces y para enfrentarse a la realidad sobre su familia. Ida debe elegir entre su identidad natal y la religión que le salvó de las masacres de la ocupación nazi de Polonia. Y Wanda debe enfrentarse a decisiones que tomó durante la Guerra, cuando eligió la fidelidad a la causa antes que la familia.
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Premios:
2013: Festival de Toronto: Premio FIPRESCI (Special Presentations)
2013: Festival de Gijón: Mejor película, actriz (Kulesza), guión, dirección artística
2013: Festival de Londres: Mejor película
2013: Festival de Varsovia: Mejor película
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Comentario:
Ida es un relato cuyo background es la reconstrucción de la memoria histórica en Polonia, país en el que las protagonistas, dos mujeres solas, una monja y una juez, buscan la tumba de los padres y la hermana de ambas, algo que conseguirán a cambio de renunciar a las propiedades de sus antepasados. Este viaje se convierte, al mismo tiempo, en un proceso iniciático para Anna/Ida, una joven que no había estado en contacto con el mundo nunca, y que en su primer recorrido vital conoce a un joven saxofonista del que se enamora, dejando ver, por primera vez, sus cabellos libres y sin ataduras a los espectadores. Esta experiencia provocará que cuelgue los hábitos, tras la muerte de la tía, narrada con un flashback, para volverlos a tomar en busca de la trascendencia, de la vida eterna a través de su matrimonio con el único ser amado: Dios, al que vuelve cargada con una gran culpa. Este hecho demuestra la importancia de la forja de ideales durante la etapa de formación de la personalidad de los jóvenes, cuestión a la que dio la mayor importancia Hitler en el adiestramiento de sus juventudes. Su ingreso en un convento no fue casual, sino amparado en que era una niña blanca por tanto sin circuncidar Las cesiones de Ida y Wanda habían conducido, finalmente, a la recuperación de los restos de sus seres queridos, entregados por el propio asesino,- los padres de Ida y el hijo de la fiscal, cuya calavera acariciará la madre, que lo había abandonado para participar en la revolución, como un fetiche -, a cambio de la cesión legal de su patrimonio y la renuncia a sus derechos sobre él.
Ida es un relato cuyo background es la reconstrucción de la memoria histórica en Polonia, país en el que las protagonistas, dos mujeres solas, una monja y una juez, buscan la tumba de los padres y la hermana de ambas, algo que conseguirán a cambio de renunciar a las propiedades de sus antepasados. Este viaje se convierte, al mismo tiempo, en un proceso iniciático para Anna/Ida, una joven que no había estado en contacto con el mundo nunca, y que en su primer recorrido vital conoce a un joven saxofonista del que se enamora, dejando ver, por primera vez, sus cabellos libres y sin ataduras a los espectadores. Esta experiencia provocará que cuelgue los hábitos, tras la muerte de la tía, narrada con un flashback, para volverlos a tomar en busca de la trascendencia, de la vida eterna a través de su matrimonio con el único ser amado: Dios, al que vuelve cargada con una gran culpa. Este hecho demuestra la importancia de la forja de ideales durante la etapa de formación de la personalidad de los jóvenes, cuestión a la que dio la mayor importancia Hitler en el adiestramiento de sus juventudes. Su ingreso en un convento no fue casual, sino amparado en que era una niña blanca por tanto sin circuncidar Las cesiones de Ida y Wanda habían conducido, finalmente, a la recuperación de los restos de sus seres queridos, entregados por el propio asesino,- los padres de Ida y el hijo de la fiscal, cuya calavera acariciará la madre, que lo había abandonado para participar en la revolución, como un fetiche -, a cambio de la cesión legal de su patrimonio y la renuncia a sus derechos sobre él.
Puesta en escena radicalizada, de influencia bergmaniana e insipirada en algunos aspectos de la 'nueva ola' francesa, filmada en blanco y negro, sin sonido, excepto el ambiental y trasladando a los personajes hacia los extremos del encuadre, desplazando constantemente el punto de fuga y forzando la perspectiva con picados y contrapicados, algunos más aberrantes que otros, que obligan al espectador a permanecer con la mirada fija y atenta a los movimientos de los personajes que con frecuencia se deslizan discretamente hacia el off visual, dejando en alguna ocasión el escenario absolutamente vacío, como esperando que las mujeres lo llenen de vida; Pawlikowski fragmenta constantemente a sus personajes y utiliza para ello los más variados recursos (fuera de campo, ocultamiento tras elementos arquitectónicos, escasísimos primeros planos...). Todo está tan desprovisto de atrezzo, tan desdorado y ambientado en escenarios que han perdido la gloria de tiempos pasados, que el propio set se convierte en denuncia abierta de las consecuencias del régimen comunista y del trato que recibieron los judíos, a manos de los nazis, primero, y más tarde del pueblo polaco, comunista o no, como ocurrió con la familia de Ida Lebenstein, hija de Haim Lebensteim y Roza Herc, nombres que delatan a la joven protagonista, que ha permanecido, desde su infancia, recluida en un convento, sin contacto con la sociedad. Una foto desgastada sobre una mesa raída es su primer contacto con el pasado que intenta conocer la joven huérfana, judía de origen y católica por el contexto religioso del país, de todos conocido.
En los tiempos que relata esta historia, otros países como España pasaban por una tesitura similar y, en algunos casos, materialmente, incluso con menos comodidades. Los coches que se nos muestran son grandes, las cocinas son de gas, y destacan en grandes espacios por la escasez de mobiliario. La joven Ida, incluso en la intimidad del hogar, lleva cubierta su cabeza con lo que su tía denomina toca, especie de 'velo' o yihab con el que las monjas se cubren la cabeza. Música diegética que emana de un tocadiscos de vinilo de la época, ambiental, sin estridencias, o que emite la radio del coche que circula por bellos paisajes, planos subjetivos en los que el ojo de la cámara sustituye al espectador-voyeur que mira a las mujeres, casas rústicas, mujeres con cabezas cubiertas y varias capas de ropa, en definitiva el retrato de un régimen totalitario de la época. Nadie quiere recuperar su memoria histórica, nadie quiere saber nada de los judíos que desaparecieron en la guerra y en ´pocas posteriores, víctimas de los 'boches', y en el aire la sospecha de que muchos denunciaban para quedarse con las propiedades de sus víctimas. Los judíos eran muy reservados, dice incluso el cura para evitar el compromiso.
La única fanilia de Ida es una fiscal del estado, Wanda Gruz, la Roja, que llegó a condenar en sala a muchos 'enemigos del pueblo' en la etapa revolucionaria; en 1962 come hamburguesas capitalistas y, como el líder sindical Lech Walesa, salido de las entrañas del régimen comunista, preparó al país para el retorno a un sistema de mercado, en el que se depuraron muchas responsabilidades del pasado. Las imágenes nos ofrecen un curioso contraste entre una juez alcohólica y una joven monja rezando de rodillas, que se niega a integrarse en el mundo que habitan el resto de los mortales y prefiere encerrarse tras las austeras ropas del convento mientras lee los libros sagrados, evitando, como los demás el compromiso con su pueblo.
La aparente falta de recursos sugiere la vuelta a la Nouvelle Vague, en este sentido, que ahora representa una novedad; nos muestra los escenarios vacíos, elegidos como forma de expresión de una política de autor de encuadre, de edición muy tranquila, por cuyos extremos entran y salen en campo los personajes de las formas más insólitas. La arquitectura, a pesar de su simplicidad, se torna tan tortuosa como el alma humana y reconcilia a espectadores y críticos de cierta edad con una juventud de una época en la que España también salía de un régimen totalitario y comenzaba su andadura hacia la democracia, con todas las renuncias que ello supuso. No importa mucho el contexto, espacios generalmente vacíos, sino la insignificancia del ser humano, arrinconado y generalmente empequeñecido. Pawlikowski, a la manera de Haneke, nos devuelve a otros tiempos, en los que los hombres fueron lobos para los hombres y en los que, en el caso concreto de Polonia, individuos interesados escondieron a familias de judíos de los nazis y luego mataron, no por ideología, sino para quedarse con sus propiedades en momentos de incertidumbre y mudanza.
Un film formalmente interesante e históricamente ilustrativo de cómo algunos pueblos europeos se han reconciliado con su historia más reciente, aún a costa de concesiones importantes a cambio de recuperar los restos de sus seres queridos. Carlos Boyero es uno de los críticos que se dejó cautivar: "Me siento hipnotizado de principio a fin(...) Nada desprende olor a impostura. El claustro nevado de un convento, la bruma acercándose a un bosque, un tenue rayo de sol filtrándose en un cementerio, parece que siempre han pertenecido en esos paisajes, que no forman parte de la puesta en escena. Todo resulta insólito en Ida. También complejo, duro, misterioso, trágico, desgarrado, sutil, humano en su anverso luminoso y en su reverso tenebroso." (Hipnosis en blanco y negro. Diario 'El País')
En los tiempos que relata esta historia, otros países como España pasaban por una tesitura similar y, en algunos casos, materialmente, incluso con menos comodidades. Los coches que se nos muestran son grandes, las cocinas son de gas, y destacan en grandes espacios por la escasez de mobiliario. La joven Ida, incluso en la intimidad del hogar, lleva cubierta su cabeza con lo que su tía denomina toca, especie de 'velo' o yihab con el que las monjas se cubren la cabeza. Música diegética que emana de un tocadiscos de vinilo de la época, ambiental, sin estridencias, o que emite la radio del coche que circula por bellos paisajes, planos subjetivos en los que el ojo de la cámara sustituye al espectador-voyeur que mira a las mujeres, casas rústicas, mujeres con cabezas cubiertas y varias capas de ropa, en definitiva el retrato de un régimen totalitario de la época. Nadie quiere recuperar su memoria histórica, nadie quiere saber nada de los judíos que desaparecieron en la guerra y en ´pocas posteriores, víctimas de los 'boches', y en el aire la sospecha de que muchos denunciaban para quedarse con las propiedades de sus víctimas. Los judíos eran muy reservados, dice incluso el cura para evitar el compromiso.
La única fanilia de Ida es una fiscal del estado, Wanda Gruz, la Roja, que llegó a condenar en sala a muchos 'enemigos del pueblo' en la etapa revolucionaria; en 1962 come hamburguesas capitalistas y, como el líder sindical Lech Walesa, salido de las entrañas del régimen comunista, preparó al país para el retorno a un sistema de mercado, en el que se depuraron muchas responsabilidades del pasado. Las imágenes nos ofrecen un curioso contraste entre una juez alcohólica y una joven monja rezando de rodillas, que se niega a integrarse en el mundo que habitan el resto de los mortales y prefiere encerrarse tras las austeras ropas del convento mientras lee los libros sagrados, evitando, como los demás el compromiso con su pueblo.
La aparente falta de recursos sugiere la vuelta a la Nouvelle Vague, en este sentido, que ahora representa una novedad; nos muestra los escenarios vacíos, elegidos como forma de expresión de una política de autor de encuadre, de edición muy tranquila, por cuyos extremos entran y salen en campo los personajes de las formas más insólitas. La arquitectura, a pesar de su simplicidad, se torna tan tortuosa como el alma humana y reconcilia a espectadores y críticos de cierta edad con una juventud de una época en la que España también salía de un régimen totalitario y comenzaba su andadura hacia la democracia, con todas las renuncias que ello supuso. No importa mucho el contexto, espacios generalmente vacíos, sino la insignificancia del ser humano, arrinconado y generalmente empequeñecido. Pawlikowski, a la manera de Haneke, nos devuelve a otros tiempos, en los que los hombres fueron lobos para los hombres y en los que, en el caso concreto de Polonia, individuos interesados escondieron a familias de judíos de los nazis y luego mataron, no por ideología, sino para quedarse con sus propiedades en momentos de incertidumbre y mudanza.
Un film formalmente interesante e históricamente ilustrativo de cómo algunos pueblos europeos se han reconciliado con su historia más reciente, aún a costa de concesiones importantes a cambio de recuperar los restos de sus seres queridos. Carlos Boyero es uno de los críticos que se dejó cautivar: "Me siento hipnotizado de principio a fin(...) Nada desprende olor a impostura. El claustro nevado de un convento, la bruma acercándose a un bosque, un tenue rayo de sol filtrándose en un cementerio, parece que siempre han pertenecido en esos paisajes, que no forman parte de la puesta en escena. Todo resulta insólito en Ida. También complejo, duro, misterioso, trágico, desgarrado, sutil, humano en su anverso luminoso y en su reverso tenebroso." (Hipnosis en blanco y negro. Diario 'El País')
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