Gabrielle. Patrice Chéreau




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Ficha técnica:

Título original: Gabrielle
País: Francia
Año: 2005
Duración: 90 minutos

Dirección: Patrice Chéreau
Guión: Patrice Chéreau. Anne-Louise Trividic, basado en una novela de Joeph Conrad 'The return'
Casting: Pascale Béraud, Mirta Guarnaschelli, Frédérique Santerre
Dirección de Fotografía:  Eric Gautier a.f.c.
Música: Fabio Vacchi
Montaje: Fraçois Gedigier
Sonido: Guillaume Sciama, Benoit Hillebrant, Olivier Dô Hùu
Decorados: Olivier Radot

Diseño de Vestuario: Caroline de Vivaise
Maquillaje y peluquería: Nguyen Thi-Thanh-Tu, Fabienne Bressan y Campbell Young

Productores: Joseph Strub, Serge Catoire, Pierre Amiand, Anne-Marie Bouet, Jean-Marie Charuau, Tribaud Guilhem, Pascal Lévy, Stéphane Riveron
Azor Films con Arte France Cinema-Studio Canal, Love Streams Productions, Albachiara, Network Movie-ZDF/Arte. con la participación de Canal  +, Arte France Développement y el apoyo de Eurimages, de la Región Ile-de-France y del Programa de Media Plus i2i

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Intérpretes: 

Isabelle Huppert : Gabrielle Hervey
Pascal Greggory: Jean Hervey
Claudia Coli: Yvonne
Thierry Hancisse : Redactor-Jefe
Chantal Neuwirth: Madeleine
Thierry Fortineau: Invitado
Louise Vincent:  Invitado
Clément Hervieu-Léger: Invitado
Nicolás Moreau : Invitado
Rinaldo Rocco: El Cónsul
Xavier Lafitte: Invitado
Maï Davis:  Sirviente
Jeanne Herry: Sirviente
Aude Léger : Sirviente
Raina Kanaivanska: Cantante

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Sinopsis:

Una crónica del desamor, un retrato de un matrimonio en el que, tras diez años, se esfumó el amor. Él es un hombre pudiente, equilibrado o seguro de sí mismo, siente que su mundo se viene abajo cuando su mujer lo abandona precipitadamente

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Comentario: 

"Resultó tan conforme a mis ideas, que no lo dudé un instante y sucumbí a sus encantos; todo hombre se enamora al menos una vez en la vida y aquella era la auténtica primera vez". Estas son las reflexiones de un empresario pudiente en cuyo círculo, tanto hombres como mujeres temen los sobresaltos, el entusiasmo o el fracaso, más que al fuego, la guerra o las enfermedades mortales. Con estas palabras comienza el discurso literario/cinematográfico de Patrice Chéreau, que va encadenando escenas y secuencias con fundidos, el primero de los cuales permite la transición de las reflexiones de un un individuo, un caballero, que regresa a su hogar en el ferrocarril de cercanías, tras su jornada laboral; un hombre que se considera afortunado, seguro de sí mismo, con dinero y amigos, con la expresión un tanto ruda que dan los éxitos fáciles, filmado en blanco y negro entre las masas, a una cena social en color, el escenario en el que se va a desarrollar la acción. Cada plano, cada encuadre están planificados al milímetro para representar el vacío del desamor, tan doloroso como el amor apasionado, que llega a tornarse absolutamente reiterativo y cansino.

Un ejercicio de estilo, esteticista hasta la náusea, que utiliza recursos muy manidos, como la semantización del color, las cámaras fijas y una edición muy tranquila con abundantes planos-secuencia,y los cortes necesarios para alternar situaciones, intensificada por una música clásica-por-supuesto, interpretada por la Orquesta de Milán Giuseppe Verdi, que se aplica a la imagen con movimientos  in crescendo, en los momentos en los que al autor le interesa provocar emociones. Algún plano de detalle, como ese guante de un color verde intenso que brilla en el claroscuro de una habitación en penunbra, contribuye a la profundización en los sentimientos de esta pareja atormentada por un error que dura un instante. En definitiva un intento tardío de integrarse en movimientos como la Nouvelle Vague, buscando un clima similar al de la 'Madame Bovary' de Claude Chabrol, otorgando el papel protagonista femenino a la misma actriz 

El film está concebido como un monólogo constante del hombre, al que sigue la cámara, con breves aproximaciones a la mujer que tiene intervenciones lacónicas, generalmente enfrentada a su esposo, siempre aislada sentada en enormes divanes,solitaria en escaleras desprovistas de toda decoración o empequeñecida frente a un hombre de un ego tan desmedido que sólo escucha sus propias palabras. Largos planos acompañados de música triste de violín intentan mostrar  la situación de humillación y frustración de la mujer en su retorno al hogar, y su presencia en unos salones vacíos, en una casa demasiado grande para dos personas que apenas se encuentran en ella, mientras en la cocina se aglutina el servicio; las doncellas impiden que la pareja se desgaste con movimientos tan leves como vestirse o desvestirse, mientras cultiva la flaccidez de las mejillas; " eres muy delicada, ¿Por qué yo no lo soy ? le pregunta el ama a la criada. "A veces sí, cuando estoy muy cansada" "Cuando no se tiene nada es más fácil ser suave". Cierto, el aspecto famélico se consigue con la fatiga del trabajo no recompensado con una buena comida o una cena. La chica responde con el silencio al cinismo de la señora...Todo se torna paulatinamente absurdo, porque el realizador de la idea, el adaptador de la novela de Conrad,  confunde el discurso cinematográfico, basado en una buena gramática y sintaxis de las imágenes, con  el  recitado o la lectura pública de una obra literaria, realizada por actores más o menos notables, de la obra de un escritor.

Como buen francés, el realizador se inclina por la política del encuadre significativo, con los clásicos fundidos que pasan del recuerdo del pasado al presente sin relación aparente con sentimientos cargados de positivismo o negatividad, sino intentando trasladar al público de la forma más racional posible esta crónica del desamor; la obsesión del hombre va en aumento, porque sus descubrimientos son como intensos bombardeos contra la fortaleza masculina, la seguridad de un hombre que creía tenerlo todo y que en el fondo no tenía nada porque incluso su mujer, Gabrielle, le era infiel con su redactor-jefe. Ella se va dibujando como una mujer insatisfecha, que sólo ha sido feliz cuando ha reconocido esta insatisfacción a través de notas escritas, ya que el rostro imexpresivo de Isabelle Huppert es absolutamente impenetrable; al regresar al hogar a las pocas horas de haberlo abandonado descubre que su marido incluso la quiere, detrás de tanta palabrería. Pero este descubrimiento la deja absolutamente desolada, ya que cree que una persona sólo es libre de entrar y salir en una pareja cuando ninguno de los dos significa nada para el otro y esa es la situación verdaderamente ideal entre un hombre y una mujer; el amor romántico exige demasiado. El hombre, sin embargo, inicia el mismo camino que Swan, el célebre personaje creado por Marcel Proust, cuya razón crea un monstruo porque lo asocia con un ideal preconcebido, aunque su solución sea absolutamente distinta.

Conclusión: mucho mejor leer la novela y no tener constantemente delante unas imágenes que ilustran el texto y disminuyen nuestra imaginación, controlada y orientada por la del cineasta. El deterioro progresivo del marido, interpretado por Pascal Greggory, lo único logrado de esta farsa sin sentido, demuestra que su vivencia está muy alejada de la del amante. La ausencia primero, y el retorno después de la esposa transforma la rutina en un amor tortuoso y apasionado hasta la locura, y, del mismo modo que la partitura de Fabio Vacchi, su representación gana en intensidad emotiva en los coletazos finales de la cinta, en la que los dos actores, los pilares de esta construcción cinematográfica, van mejorando animando el relato, reflejando mejor los sentimientos de la pareja en los últimos metros de la filmación, conduciendo la historia hacia un desenlace inesperado, en el que la locura va ganando terreno a la razón, dando sentido a los versos de Shakespeare en 'Julio César', en los que Marco Antonio clama contra la sinrazón. (¡Oh raciocinio, has ido a refugiarte entre los irracionales, porque los hombres han perdido la razón!). El esposo sólo necesitaba un mundo estable y lo tenía, pero tan sólo fue suficiente media tarde, en la que la mujer lo abandona y luego retorna al hogar, casi de inmediato, para que su castillo de naipes, su relumbrón social, se desmorone.

Una representación teatral en la que el resto de los actores asisten como una comparsa impasible al drama que los protagonistas están representando ante ellos, sin apenas expresar nada.


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