Al borde de la locura. Gérard Kikoïne
Ficha técnica:
Título original: Edge of sanity
País: Reino Unido
Año: 1989
Duración: 85 minutos
Dirección: Gérard Kikoïne
Guión: J.P. Félix, Ron Raley, según la novela de Robert Louis Stevenson
Dirección de Fotografía: Tony Spratling
Música: Frédéric Talgorn
Montaje
Diseño de Vestuario:
Productores: Jacques Fiorentino, Harry Alan Towers
Estudio: Allied Vision
Intérpretes:
Anthony Perkins: Dr. Henry Jekill/Mr.Jack Hyde
Glynis Barber: Elisabeth Jekill
Sarah Maur Thorp: Susannah
David Lodge: Underwood
Ben Cole: Johnny
Ray Jewers: Newcomen
Jill Melford: Flora
Sinopsis:
Una nueva versión del Doctor Henry Jekill y Mr.Jack Hyde. Los experimentos del Doctor Jekill con la cocaína revelan su identidad oculta, que comete los crímenes más atroces en los lugares más degradados.
Crítica:
Al borde de la locura/ Edge of sanity, obra de Gerard Kikoïne, un cineasta francés, conocido por este film y por dos películas anteriores, Lady Libertine (1984) y Le feu sous la peau (1985), ha conseguido la quiniela más difícil: no interesar a nadie, desde 1989 hasta hoy mismo que la cadena de la MGM ha decidido ponerla en su parrilla. Una cinta plana, con mucha sangre y pocos sustos, y una representación por parte de Anthony Perkins que roza el esperpento. Ni la banda sonora, ni la edición, ni el discurso visual logran inquietar al público y ayuda muy poco el actor principal, a pesar de su intento de remedar a un héroe lovecraftiano, con sus ojos inyectados en sangre y perfilados de rojo, tan pronto como la droga comienza a hacer sus efectos.
La reiteración cansina de asesinatos de prostitutas con el mismo esquema, que se repite una y otra vez, hace tan previsible, incluso el desenlace del film que representa un salto cualitativo en la naturaleza de sus víctimas, que apenas queda espacio para la angustia y el suspense. Es evidente que Gerard Kikoïne no pasará a la historia con este film.
La reiteración cansina de asesinatos de prostitutas con el mismo esquema, que se repite una y otra vez, hace tan previsible, incluso el desenlace del film que representa un salto cualitativo en la naturaleza de sus víctimas, que apenas queda espacio para la angustia y el suspense. Es evidente que Gerard Kikoïne no pasará a la historia con este film.
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