Notting Hill. Roger Michell







Ficha técnica:


Título original: Notting  Hill
País: Reino Unido
Año: 1999
Duración: 117 minutos aproxim.

Dirección: Roger Mitchell
Guión: Richard Curtis (guión y dirección de Love Actualy)
Casting: Mary Selway
Director de Fotografía: Michael Coulter, B.S.C.
Música original: Trevor Jones. Editor: Peter Clarke
Edición: Nick Moore
Directores artísticos: Andrew Ackland-Snow, David Allday
Supervisión de la dirección  artística: John Quinn
Decorador del set: Stephanie McMillan

Diseño de Vestuario: Shuna Harwood
Diseño de maquillaje y  peluquería: Jenny Shircore

Productor Duncan Kenworthy
Productores ejecutivos: Tim Bevan, Richard Curtis y Eric Fellner
Diseño de Producción: Stuart Craig
Polygram Filmed Entertainment asociada con Working Title Films; distribución: Universal



Intérpretes:



Julia Roberts: Anna Scott
Hugh Grant: William Thacker
Richard McCabe : Tony
Hugh Bonneville:  Bernie
Emma Chambers: Keziah
James Dreyfus: Martin
Rhys Ifans: Spyke
Tim McInnerny: Max
Gina McKee: Bella
Rufus the Rhief: Dylan Moran


Sinopsis:


El propietario de una libreria en el barrio londinense de Notting Hill conoce, por casualidad, a una estrella de cine a la que admira, cuando ésta entra en su tienda para comprar.



Crítica.


Notting Hill  se erige como un emblema de la comedia romántica de los años 90 que consagró a Hugh Grant, ese chico tímido, intelectual, bohemio, residente en un barrio londinense en el que la vida se siente, se vive en sus calles populosas, sus mercadillos populares, sus tiendas con sabor a tradición, entre las que se encuentra la del joven que vende libros de viaje, cuya fachada pintada de color  morado está en sintonía con su casa de puerta azul intenso. Este chico tímido y atractivo se convierte en el protagonista de un cuento de hadas contado al revés,  en el que él es el tímido 'ceniciento', que un día conocerá a la princesa, una estrella de cine muy conocida, de la que todos los hombres están prendados y que se fijará en él.

Hugh Grant
La música de Elvis Kostelo , versionando a Charles Aznavour, contribuye a crear ese clima que reproduce un tiempo en el que algunos hombres confiaban en que se podía ser feliz disfrutando de una vida sencilla, compartiendo una casa destartalada con un amigo extravagante y se podía soñar con disfrutar de una segunda oportunidad,  superada la treintena. . Esta ocasión la proporciona el cine y las ilusiones que crea en los espectadores;  una de sus estrellas será la encargada, como en  las   'La rosa púrpura de El Cairo' de Woody Allen, de cruzar la pantalla e introducirse en la vida de personas corrientes y llevar la alegría de vivir , (joie du vivre de los franceses),  donde la competencia por sobrevivir sólo deja un erial privado de vida. El tono de comedia inglesa agradable, sin altibajos, con este carismático héroe que es incapaz de dar el primer paso y que atrae a la musa con sus inseguridades poco masculinas,  pero muy atractivas para muchas mujeres, hace que el film se disfrute con placer y que en algún momento podamos pensar que la utopía se puede hacer realidad.

La última imagen no es la de la mujer convertida en princesa, elevada al trono por el príncipe enamorado, sino la del hombre que pisa la alfombra roja como el compañero de la estrella que lo ha elegido entre todos los hombres que la desean; es ella la que decide, la primera que le besa, con esa inmensa boca que la define, le pide una cita o le declara su amor, y es él quien se retrae con inseguridad y timidez. Roger Michel da la vuelta a la historia cin veces contada,de forma  humana, plácida y divertida, que contrasta con tanta miseria distópica que representa la triste realidad con la que se da comienzo al siglo XXI. De vez en cuando no está de más soñar con aquella canción de Paco Ibáñez, que comenzaba con unos versos tan particulares: "Érase una vez/ un lobito bueno/ al que maltrataban /todos los corderos..."

Rhys Ifans
Una imagen subliminal nos deja penetrar en el mundo reducido y friki del protagonista, al que su mujer había abandonado por un hombre que se parecía a Harrison Ford,y en  el que uno de sus amigos, un arquitecto convertido en chef,  que había abierto un restaurante, en el que había invertido todo lo que había ganado y había fracasado, se ve favorecido con el nuevo estatus del amigo solidario, que no se olvida de los suyos. O ese plano de  los pies de la pintoresca y colorista hermana de Thacker, calzada con zapatillas de bailarina  que ha pedido el matrimonio al bizarro y escatológico compañero de piso del joven, prototipo del inglés corriente, imágenes que nada tienen que ver con las de Sexo en New York, ya que no responden a un prototipo sino a la representación de la diversidad humana rozando en ocasiones el esperpento más grotesco, pero fácil de digerir  por su inteligente ironía. Quizás la crisis que padecemos nos ayude a volver a esos tiempos en los que el hombre de la calle soñaba con la libertad, la igualdad y la fraternidad, un mundo en el que una mujer, discapacitada a causa de un accidente común muy desgraciado, podía sentirse afortunada. Con un poco de azúcar esa píldora que nos dan nos ayudará a recupèrar el paso perdido . Pero será Beverly Hill el que deba acercarse a Notting Hill, como en la ficción, y no al contrario; una vez más el cine aporta su granito de arena al objetivo máximo de la revolución burguesa francesa: la consecución de la felicidad,


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