El diablo se viste de Prada. Crítica
Magnífico cartel, que en su simplicidad aparente
posee una gran riqueza semántica,
y no sólo por el tridente.
Ficha técnica:
País: Estados Unidos
Año: 2006
Duración: 105 minutos
Dirección: David Frankel
Guión: Aline Brosh McKenna, basado en la novela de Lauren Weisberger
Casting: Ellen Lewis
Dirección de Fotografía: Florian Ballhaus
Música.Score: Theodore Shapiro. Supervisor: Julia Michels
Edición: Mark Livolsi, a.c.e.
Coordinador de especialistas: George Aguilar y Blaise Corrigan
Director artístico: Tom Warren
Decorador del set: Lydia Marks
Diseño de Vestuario: Patricia Field
Responsable del maquillaje: Nicki Ledermann; maquillaje y peluquería de Meryl Streep: J. Roy Helland
Estilista de peluquería Angel DeAngelis
Productor: Wendy Finerman
Productores ejecutivos: Karen Rosenfelt y Joe Caracciolo, Jr.
Diseño de producción: Jess Gonchor
20th Century Fox, Fox 2000 Pictures,
Intérpretes:
Mery Streep: Miranda Priestly
Anne Hathaway: Andy Sachs
Stanley Tucci: Nigel
Simon Baker: Christian Thompson
Emily Blunt: Emily
Adrian Grenier: Nate
David Marshall Grant: Richard Sachs
James Naughton: Stephen
Tracie Thoms: Lily
Daniel Sunjata: James Holt
Rebecca Mader: Jocelyn
Rich Sommer: Doug
Sinopsis:
La joven Andy Sachs (Hataway) es la secretaria de Miranda Priestly (Streep), la directora increiblemente exigente de una revista de moda neoyorquina. Es un puesto por el que un millón de chicas "estarían dispuestas a matar". Por desgracia ese nombramiento tan "divino" amenaza con acabar con la propia Andy
Comentario:
Hace mucho tiempo nos fijamos en este film de David Frankel, acerca del cual escribimos por primera vez en mayo de 2010 en nuestro blog Alicia ante el espejo, un sitio de educación en igualdad para chicos y chicas de Instituto, y protagonizó una de las primeras páginas de cinemusicarosalabrandero. Hoy volvemos sobre él y aportamos la ficha ampliada de la película, para quien pueda estar interesado en conocer el equipo que hizo posible esta comedia de calidad y profundidad de análisis del mundo de la moda.
Nuestro análisis, que tuvo mucha aceptación en su momento, decía lo siguiente:"El poder rechaza e inhibe la feminidad como valor y ello se refleja en las relaciones afectivas y en los principios dominantes en los sistemas de liderazgo y gestión políticos, sociales, económicos y culturales. En los hombres se penaliza no sólo la feminidad sino la carencia de aptitudes para imponer los principios patriarcales basados en la rivalidad, la competencia y el no cuidado del otro. En los últimos tiempos los medios de comunicación han acuñado un término nuevo, que repetido hasta la saciedad logra penetrar en el imaginario colectivo:
optimista antropológico=tonto. Sólo hay que escuchar , no sólo oir, para entender qué se valora en el líder. El perfil del hombre-hombre, blanco occidental por supuesto, con dinero, rodeado de alguna belleza (Carla Bruni, Isabella Grecoraci...), de mediana edad, representa el modelo de estatus al que todos debemos aspirar, y "crecemos con el miedo y la angustia de no cumplirlo, puesto que además somos penalizados de diversas formas por no hacerlo.Sexismo, clasismo, racismo, homofobia, esteticismo, edadismo se generan desde este modelo como valores aceptados y practicados de forma ciega por la sociedad" (Marcela Lagarde 2005).
Gastamos millones en consumir elementos que nos acerquen a ese modelo ideal y quien no lo cumple lo tiene más difícil en nuestra sociedad. Se nos castiga y premia. desde que nacemos para que cumplamos la norma social establecida, coartando la propia identidad y, en definitiva la Libertad. El modelo impuesto y el culto al modelo nos aparta de la realización de nuestro propio Ser. Nacemos con un potencial infinito de creación que va siendo minado (desempoderado) conforme crecemos y somos aculturados. (Maite Sarrió Catalá).
David Frankel realiza un filme, El diablo se viste de Prada, que sin ser una gran comedia nos sirve para ilustrar lo que queremos decir; por ella desfilan una galería de personajes desempoderados por diversas razones, que giran en torno a una mujer muy poderosa, Miranda Priestly (Meril Streep), que dirige una prestigiosa revista de moda, Runway, cuyas opiniones temen todos, desde sus empleados hasta los propios creadores de moda. Esta mujer que aparentemente reúne todos los requisitos que el modelo patriarcal exige, sin embargo en su intimidad es una fracasada emocional, machacada por los hombres y, que paga caro su triunfo profesional.
Desde que se incorpora a la empresa siente el peso de una discriminación basada en su inexperiencia y el esteticismo dominante en este medio, que exige una talla treinta y seis, como mucho, y subirse encima de unos zancos que dificultan su libertad de movimientos; a ello se añade el abandono de su vida privada y su dedicación exclusiva a la empresa, que le ocasionará problemas con su pareja, aunque éste no dudará después en aceptar un puesto importante como chef en un estado diferente; mientras, Andrea, mujer honesta, e invadida por un amor romántico, abandona la publicación, aunque un hapy end, propio de la comedia, la reivindica concediéndole un puesto en un diario serio y profesional.
Entre todos podemos realizar un ejercicio sencillo de observación en un laboratorio tan excepcional como la calle y ver cómo se ha derrumbado por completo este sueño, una réplica del americano, de un desarrollo ininterrumpido: cada vez hay menos tiendas en las que la clase media puede adquirir fotocopias de los modelos que lucen las clases altas y sus mitos musicales y cinematográficos, se ven menos coches tuneados y menos cuerpos esculpidos, y la gente se cubre con ropas adornadas con brillantes falsos y fabricadas en esos talleres clandestinos con trabajadores ilegales,( que denuncia Ben Stiller en su mejor comedia , Zoolander), en comercios regentados por 'chinos', y la actividad económica fundamental gira en torno a los dos grandes emporios españoles, que han conseguido alcanzar la cima de los hombres más ricos del mundo: un cadena alimentaria de precios bajos, y otra de ropa, también de precios bajos, que viste a millones de europeos, que todo el mundo conoce y no vamos a publicitar en esta página. ¿Dónde están las Mirandas, cuyos dictados inspiraban la moda prompta de los que vendían barato la ilusión de habitar en el Olimpo de los dioses?
El film de David Frankel debería llevarnos a una profunda reflexión sobre cómo hemos vivido y qué valores hemos sacrificado a cambio de un plato de lentejas, que cuando los poderes financieros han decidido nos han quitado de la mesa.
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