Brubaker. Stuart Rosenberg y Rob Rafelson
Ficha técnica:
Título original: Brubaker
País: Estados Unidos
Año: 1980
Duración: 132 minutos
Dirección: Stuart Rosenberg, Rob Rafelson
Guión: Arthur Ross y W.D.Richter
Casting: Garison True
Dirección de Fotografía: Bruno Nuytten
Música: Lalo Schiffrin
Montaje: Robert Brown
Diseño de Vestuario: Aida Swinson
Maquillaje: Gary Liddiard
Productor: Ron Silverman
Productor asociado: Gordon A.Webb
Diseño de producción: J.Michael Riva
Compañía Productora y Distruidor: Twentieth Century Fox
Intérpretes:
Robert Redford : Henry Brubaker,
Yaphet Kotto: Richard 'Dickie' Coombes,
Jane Alexander : Lillian,
Gray Murray Hamilton : John Deach,
David Keith : Larry Lee Bullen,
Morgan Freeman: Walter,
Matt Clark: Roy Purcell,
Tim McIntire : Huey Rauch,
Richard Ward : Abraham Cook,
Jon Van Ness : Zaranska,
M. Emmet Walsh: C.P. Woodward
Más créditos en Imdb
Sinopsis:
Drama basado en la historia real de Tom Murtom, el director de prisiones que conmocionó el mundo político de Arkansas al destapar los escandalosos abusos y asesinatos que tuvieron lugar en la prisión estatal. Antes de presentarse como el nuevo alcaide, Brubaker (Redford) se hace pasar por un preso recién llegado, gracias a lo cual descubre que la situación en la cárcel es de corrupción endémica. Sus esfuerzos por reformar y sanear el sistema lo colocan en una situación muy peligrosa, sobre todo cuando insiste en investigar una serie de asesinatos que se cometieron unos años antes.
Comentario:
La cárcel como célula social es sometida a un severo análisis por parte de Stuart Rosenberg, como hará años más tarde y desde otra perspectiva la célebre serie norteamericana 'Canción triste de Hill Street', en la que los hombres cumplen sus diferentes roles en estructuras paralelas a las que imperan fuera de sus muros, y cuyo tratamiento fílmico hace saltar los frágiles fusibles de quienes ven las cárceles como un instrumento de venganza y nunca de regeneración de los hombres. La fuerza de Brubake radica en que su protagonista no se siente con fuerza moral para hacer cumplir unas normas a hombres que han perdido su libertad por crímenes de menor gravedad que los que se cometen en el interior del penal, que no excluyen el asesinato.
Todos los grupos de que habla Andy Robinson: los que se hacen ricos durmiendo, o los ricos de toda la vida, los working rich, que se hacen ricos trabajando, y los working poor, que por más que trabajen jamás se harán ricos, están presentes en esta ficción. Desde el gobernador de Arkansas hasta el último desaprensivo del lugar sacan provecho de un puñado de hombres sordos y mudos, que no pueden quejarse ni oír como se quejan los demás, cuya rebeldía acaba frecuentemente en fosas comunes. Hombres como el Alcaide Brubaker resultan molestos para las fuerzas vivas, que, descubierto el tinglado de la corrupción, están dispuestos a mejorar las circunstancias y rectificar sólo en apariencia, con la condición de que quien se lo ha jugado todo para destapar la corrupción sea relegado de cualquier puesto que facilite la toma de decisiones. En su despedida el héroe sólo obtendrá el reconocimiento de los desgraciados.
Alguien ha dicho que el film no es realista porque muchos de los que habitan las prisiones son asesinos. Al margen de que humanistas de todos los tiempos han defendido que la privación de libertad no debe ir acompañada por un trata inhumano, practicado por quienes se consideran hombres honrados, y menos en pro de su beneficio particular, dentro de una red de corrupción que alcanza a las más altas instituciones, el film sólo se puede entender como una metáfora, en la que los presos se dividen en explotados, la mayoría, y de confianza, unos privilegiados al servicio de una jerarquía corrupta. No es ningún secreto que la justicia no es ciega, lo que es permanentemente denunciado por el cine norteamericano, que nos muestra cárceles repletas de negros y excluidos, y gran cantidad de crímenes sin resolver y desaparecidos, enterrados en campos y cunetas.
Un ejemplo de las ampollas que levantó el film está en la crítica que hace Fotogramas: " Típico film "progre" construido a la medida de su protagonista, en papel del director de un presidio que se hace encarcelar antes de tomar posesión de su cargo para descubrir la corrupción existente en el interior del mismo. Su trama está montada con bastante habilidad, pero su discurso no va más allá de los latiguillos del más convencional drama carcelario."
Comentario:
La cárcel como célula social es sometida a un severo análisis por parte de Stuart Rosenberg, como hará años más tarde y desde otra perspectiva la célebre serie norteamericana 'Canción triste de Hill Street', en la que los hombres cumplen sus diferentes roles en estructuras paralelas a las que imperan fuera de sus muros, y cuyo tratamiento fílmico hace saltar los frágiles fusibles de quienes ven las cárceles como un instrumento de venganza y nunca de regeneración de los hombres. La fuerza de Brubake radica en que su protagonista no se siente con fuerza moral para hacer cumplir unas normas a hombres que han perdido su libertad por crímenes de menor gravedad que los que se cometen en el interior del penal, que no excluyen el asesinato.
Todos los grupos de que habla Andy Robinson: los que se hacen ricos durmiendo, o los ricos de toda la vida, los working rich, que se hacen ricos trabajando, y los working poor, que por más que trabajen jamás se harán ricos, están presentes en esta ficción. Desde el gobernador de Arkansas hasta el último desaprensivo del lugar sacan provecho de un puñado de hombres sordos y mudos, que no pueden quejarse ni oír como se quejan los demás, cuya rebeldía acaba frecuentemente en fosas comunes. Hombres como el Alcaide Brubaker resultan molestos para las fuerzas vivas, que, descubierto el tinglado de la corrupción, están dispuestos a mejorar las circunstancias y rectificar sólo en apariencia, con la condición de que quien se lo ha jugado todo para destapar la corrupción sea relegado de cualquier puesto que facilite la toma de decisiones. En su despedida el héroe sólo obtendrá el reconocimiento de los desgraciados.
Alguien ha dicho que el film no es realista porque muchos de los que habitan las prisiones son asesinos. Al margen de que humanistas de todos los tiempos han defendido que la privación de libertad no debe ir acompañada por un trata inhumano, practicado por quienes se consideran hombres honrados, y menos en pro de su beneficio particular, dentro de una red de corrupción que alcanza a las más altas instituciones, el film sólo se puede entender como una metáfora, en la que los presos se dividen en explotados, la mayoría, y de confianza, unos privilegiados al servicio de una jerarquía corrupta. No es ningún secreto que la justicia no es ciega, lo que es permanentemente denunciado por el cine norteamericano, que nos muestra cárceles repletas de negros y excluidos, y gran cantidad de crímenes sin resolver y desaparecidos, enterrados en campos y cunetas.
Un ejemplo de las ampollas que levantó el film está en la crítica que hace Fotogramas: " Típico film "progre" construido a la medida de su protagonista, en papel del director de un presidio que se hace encarcelar antes de tomar posesión de su cargo para descubrir la corrupción existente en el interior del mismo. Su trama está montada con bastante habilidad, pero su discurso no va más allá de los latiguillos del más convencional drama carcelario."
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