In good company (Algo más que un jefe). Paul Weitz
Ficha ténica:
Título original: In good company.
País: Estados Unidos.
Año: 2004.
Duración: 114 minutos aproxim.
Guión y Dirección: Paul Weitz.
Casting: Joseph Middleton, C.S.A.
Director de Fotografía: Remi Adefarasin, B.S.C.
Música: score: Stephen Trask.
Edición: Myron Kerstein.
Director artístico: Sue Chan.
Decorador del set: David Smith.
Productores Paul Weitz y Chris Weitz.
Productores ejecutivos: Rodney Liber y Andrew Miano.
Productores asociados: Matt Eddy y Lawrence Pressman.
Co-Productor: Kerry Kohansky.
Diseño de Producción: William Arnold.
Maquillaje: Nena Smarz,
Peluquería: Barbara Olvera.
Diseño de Vestuario: Molly Maginnis.
Focus Features, Universal Pictures, Depth of Field Production
Intérpretes:
Dennis Quaid: Dan,
Topher Grace: Carter,
Scarlett Johansson: Alex,
Marg Helgenberger: Ann,
David Paymer: Morty,,
Clarck Gregg: Steckle,
Philip Baker Hall: Eugene Kalb,
Selma Blair: Kimberly,
Frankie Faison: Corwin,
Ty Burrell: Enrique Colon,
Kevin Chapman: Ñou,
Amy Aquino: Alicia
...
Sinopsis :
Dan Foreman, (Dennis Quaid), es un feliz padre de familia, tiene 51 años y es el director de publicidad de la Revista Sports America; la gente que lo rodea lo quiere y, en general, se puede decir que la vida no le va mal. Todo cambia cuando entra a formar parte de ella Carter Duryea (Topher Grace), un joven de 26 años inexperto con un futuro profesional por delante. La tranquila vida de Dan se verá alborotada por Carter. que, de la noche a la mañana ser convertirá en su jefe inmediato. Pero el destino le tiene preparadas más sorpresas...¿Cómo afrontará Dan su nueva situación profesional? ¿Cómo sobrellevar que tu jefe no sólo tiene 25 años menos que tú, sino que además tiene un lío con tu hija?
Comentario:
Paul Weitz aborda la revolución tecnológica pre-crisis económica , -a tres años vista de la gran depresión que estamos viviendo-, y lo hace con un modo de representación institucional, según terminología de Noël Burch , que apenas visualiza su estilo de autor, hecha la excepción de esos primerísimos primeros planos con los que parecer querer escudriñar los intereses y emociones en juego de los diferentes actores económicos. Cámaras tranquilas, música suave y sin estridencias, características propias de este cine mainstream dirigido a las masas medias americanas que creen en su sistema y se empeñan en mantener el sueño americano a pesar de las circunstancias.
Pero hace trampa en su discurso y dirige una mirada nostálgica y populista a una generación, -los que ahora tienen cincuenta años-, que se ha mantenido al margen, ha estado ausente de la revolución tecnológica que se estaba produciendo en su país, y ahora, cuando el público está abandonando la prensa escrita de papel, se quedan descolgados del sistema, cobrando grandes sueldos por realizar un trabajo que ya está periclitado y carece de sentido. Carter llega a Sports América, comisionado por el gran magnate de comida objetivada y empaquetada, como los cereales, con el objetivo de cerrar la empresa y eliminar competidores, lo que supone la puesta en marcha de grandes recortes que tienen su reflejo en expedientes de regulación de empleo, que ignoran que detrás de cada puesto de trabajo hay una familia con sus proyectos vitales que se verán truncados, pues sus perspectivas de encontrar otro empleo son nulas. Éste es el camino que se inició cuando la TV, la radio e Internet, desplazaron a los medios escritos de forma irreversible, introduciendo un concepto adormecedor en las masas: la gratuidad del esfuerzo, que, en principio, parecía que sólo afectaba a creadores de productos destinados al ocio, como la música o el cine, pero que ha acabado por invadir todos los nichos laborales. ¿Por qué hay que pagar sueldos como los de Dan, si hay jóvenes, más preparados para las nuevas tecnologías, dispuestos a trabajar por un estipendio diez veces menor ?
Paul Weitz se empeña en nadar contra-corriente. Dan es un genuino representante del sistema patriarcal norteamericano: tiene una buena casa, dos hijas mayores y ahora espera un bebé; es el padre-padrone de su hogar y el pater familias indiscutible y no acepta que un niñato sea su jefe. Interrumpe al magnate, propietario de la emprsa matriz Globecom, cuando vende obnubilado el discurso de la sinergia,(el trabajo en grupo), y lo ridiculiza sin consecuencias; firma una segunda hipoteca para que su hija vaya a una Universidad cara, la de Nueva York, para aprender a escribir cuentos, y defiende la americanidad de su hogar en el que se consume comida-basura: pizzas, pasta, hamburguesas, frente al joven ejecutivo que disfruta con el sushi. Lo curioso es que Dan gana la batalla y le da una lección al joven Duryea, que abandona sus sueños de ocupar un puesto ejecutivo en la nueva sociedad. No estaría de más que Paul Weitz hiciera ahora, nueve años después, una secuela en la que nos contara dónde han acabado los Dan de Norteamérica.
Hay algo en el personaje que interpreta Dennis Quaid que no convence al público europeo, y es el maniqueismo en el diseño del personaje. Pertenecer a la antigüa raza de 'dinosaurios' o 'tiburones' no significa ser mejor que la clase dirigente actual. Se rigen por los mismos principios económicos: la rentabilidad; si alguien sobra se le despide sin contemplaciones. La crisis económica que estamos padeciendo sólo cambia una cosa: el número de afectados, de desplazados del mundo laboral a la calle, y este cambio cuantitativo aumenta la percepción que la sociedad tiene de la precariedad del que trabaja por cuenta ajena en cualquier escalón del sistema productivo, pero se equivoca quien cree que, quien carece de humanidad, vaya a volver la vista atrás y desechar los avances científicos por humanidad. Cuando Dan estaba en la cresta de ola, millones de norteamericanos dormían en la calle.
Los nuevos ejecutivos están estresados, -trabajan más y cobran menos-, se intoxican con cafeína, no tanto con tabaco, que está mal visto, y algunos, como Carter, han tenido una infancia desgraciada, (populismo incomprensible e infantil), hijo de unos hippies que no entienden la vida empresarial, debilidad que aprovechará Alex, la hija del antiguo Jefe de Publicidad, para entrar en la vida del joven Carter, cuando le apetece, y abandonar al pobre chico a la primera censura del padre. La nueva situación está cambiando los modelos, y ahora los arquetipos del magnate ya no son esos viejos panzudos que han llenado las pantallas de cine, sino los Zuckerberg y los Brian Acton y Jan Koun,-creadores del WahtsApp-, concentrados en California, jóvenes que desechan el incómodo traje de sastre y la corbata, para vestir como repartidores, atuendo informal que adopta Carter cuando decide dejar el mundo de la empresa y volver su mirada a actividades más humanas, como la docencia o la venta de de plantas exóticas como el awapuhi
Cuando Dan habla de democracia y de obligaciones del poder con los ciudadanos es obvio que está hablando desde la óptica de la república griega, la de Aristóteles, en la que sólo una minoría gozaba de estos privilegios. Puede mostrarse benévolo, magnánimo y paternalista , como un padre, con el joven, cuando éste ya no supone ningún riesgo para él, ni para su familia. La secuencia final es muy significativa de que en el film el único romance que existe de verdad es el que mantienen los antiguos dinosaurios con un mundo que se acaba, aunque aún pueda dar alguna pequeña satisfacción revanchista; el hecho de que el viejo sacuda al joven y le ponga un ojo morado, es un buen activo para conseguir un contrato millonario de otro viejo, que desea vengarse de las nuevas generaciones.
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