Oliver Twist. Roman Polanski
Ficha técnica:
Título original: Oliver Twist.
País: Reino Unido.
Año: 2005.
Duración: 125 minutos.
Dirección: Roman Polanski.
Guión: Ronald Harwood, basado en la novela homónima de Charles Dickens.
Casting: Celestia Fox.
Director de fotografía: Pawel Edelman.
Música: Rachel Portman.
Edición: Hervé De Luze.
Producción: Alain Sarde y Robert Benmussa y Roman Polanski.
Productores ejecutivos: Timothy Burrill y Petr Moravec.
Diseño de producción: Allan Starski.
Productor durante el rodaje (Line producer): Michel Schwarz.
Diseño de Vestuario: Anna Sheppard.
Maquillaje: Didier Lavergne.
R.R. Films/ Runteam II Ltd. Etic Films SRO.
Intérpretes:
Barney Clark: Oliver Twist,
Ben Kingsley: Fagin,:
Jeremy Swift: Mr. Bumble.
Jamie Foreman: BBill Sykes,
Harry Eden: Artfuld Dodger,
Leanne Rowe: Nancy,
Edward Hardwicke: Mr. Brownlow,
Ian McNeice.: Mr. McNeice.
Mark Strong: Toby Caektl.
Sinopsis:
Oliver Twist y el resto de compañeros del orfanato se mueren de hambre. Después de trabajar como aprendiz del enterrador Sowerberry y tras pelearse con uno de los chicos, Oliver se escapa. Cansado y hambriento llega a Londres, donde conoce a Artfuld Dodger quien le ofrece un lugar donde hospedarse y le introdue en el mundo del hampa y los carteristas.
Comentario:
Si en su momento A.O.Scott (The New York Tames) dijo : "Con tacto y entusiasmo, el Sr. Polanski coge un gran libro y redescubre su vigencia y su duradera vitalidad", hoy tenemos la obligación moral de repetir el ejercicio, al menos crítico, aunque no tengamos la capacidad de crear con la maestría del cineasta polaco. Cuando regresamos a marchas forzadas al siglo XIX, conviene pararnos a reflexionar.
Comentario:
Si en su momento A.O.Scott (The New York Tames) dijo : "Con tacto y entusiasmo, el Sr. Polanski coge un gran libro y redescubre su vigencia y su duradera vitalidad", hoy tenemos la obligación moral de repetir el ejercicio, al menos crítico, aunque no tengamos la capacidad de crear con la maestría del cineasta polaco. Cuando regresamos a marchas forzadas al siglo XIX, conviene pararnos a reflexionar.
No puedo resistirme a citar el prólogo de Charles Dickens que encabeza la adaptación de Frank Lloyd de 1922: "Cuando este libro fue publicado por primera vez no dudé que sería criticado por los moralistas intransigentes. Parece vulgar y chocante que entre los personajes de mi relato hubiera elegido algunos de entre la población más sucia, degradada y criminal de Londres. El personaje de Sikes es un ladrón, Fagin es un perista, los muchachos son carteristas y Nancy es una prostituta. Sin embargo, cuando escribí el libro, no vi motivos para que la escoria de la sociedad, siempre que su lenguaje no ofendiera al oído, no pueda servir al propósito de una moraleja." Debemos ser condescendientes con un hombre que tuvo la valentía de escribir este relato entre 1937 y 1939, y la grandeza de miras de un público que la convirtió en una obra maestra, leyendo afanosamente la historia de Oliver, publicada por entregas en la revista Bentley's Miscellany; apenas han transcurrido doscientos años, (algunos se quejan de que aparezcan testimonios en la prensa de la generación anterior a la suya), y la cobardía vuelve a imponerse entre los comunicadores de la actualidad, incapaces de realizar una denuncia semejante sobre la explotación laboral infantil, o el hambre a que se somete a los menores en el corazón del mundo desarrollado. Si estos sucede en países europeos y en Norteamçerica, es fácil imaginar que puede ocurrir en el siempre maldito Sur de la Tierra.
Se podría dividir el film de Polanski en dos partes: en la primera denuncia la situación de los niños en la fase de desarrollo de la revolución industrial, y en la segunda la redención social del personaje, el happy end necesario para contrarrestar la crudeza del relato de Dickens. En su momento el sistema, bajo la apariencia de caridad, explotó a los niños que habían tenido la desgracia de quedar huérfanos, a los que exigía un trabajo de jornadas superiores a las 12 horas, que podían llegar a las 16. A estos niños en Roma se les llamaba 'expositos' porque, cuando eran repudiados, se exponían a los pies de la columna lactaria, donde morían congelados o eran adoptados por alguien, generalmente para esclavizarlos. Hoy sigue produciéndose que en muchos lugares en los que ejerce la beneficencia cuelgan las fotografías de líderes políticos sin escrúpulos que se aprovechan de los impuestos de los demás, a la vez que denigran al ser humano.
Uno de los niños no duerme por las noches, huyendo de los camastros con forma de ataúd, porque el hambre que lo agobia es tan grande que teme comerse al compañero que descansa junto a él; el contraplano lo constituyen los miembros que están al frente del orfanato, sentados a una mesa repleta de manjares; el comedor de los niños lo presiden dos letreros que afirman que 'God is holy' (Dios es santo) y 'God is truth' (Dios es la verdad). Para los niños Dios es un sarcasmo. Mientras, los amigos de lo ajeno, inflados de tanto comer a cargo del erario público, algo corriente entre los seguidores de Adam Smith, se nutren fuundamentalmente de los recursos públicos. Hoy la población asiste indiferente a informaciones parecidas, como la de que los niños deben seguir en los comedores de los colegios en el mes de junio, porque es la única comida que hacen al día; los que han recibido cuantiosos regalos a causa de chachullos inconfesables, les ofrecen comedores durante el verano . (¿Es ahora también santo Dios?)
Los trabajos más sucios y desagradables eran realizados por ñinos; Fourier, padre intelectual de los kinder Garden, demostró que a los niños les gustaba ensuciarse, y quizás no temían, si nadie les había enseñado a tener miedo, dormir entre ataudes, especialmente cuando existía un peligro aún temible, el resentimiento de los miserables que creían estar, un escalón por encima de ellos, mucho más terrorifícos que unas cajas forradas de raso. Los animales eran objeto de maltrato, pero algunos niños comían las sobras destinadas a ellos, dntregadas 'generosamente' por quienes se creían justos y merecedores del cielo. La injusticia era el modelo que se ofrecía al ciudadano. Pero el film, basado en la novela del romántico y utópico Dickens, establecía la diferencia entre el auténtico caballero y la chusma que siempre encuentra una justificación para atizar a un niño o a un adolescente.
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