Porque hay cosas que nunca se olvidan. Lucas Figueroa.




Ficha técnica:

Título original: Porque hay cosas que nunca se olvidan.
País: España.
Año: 2008.
Duración:  13 minutos.
Dirección: Lucas Figueroa.
Guión: Lucas Figueroa.
Música: Javier Palacios
Dirección de Fotografía:  Lucas Figueroa.
LMF Films.


Intérpretes:


Emiliana Olmedo, Nicolo Urbinati, Giulio Baldari, Victor Menegas, Tiziano Scarponi, Fabio Cannavaro, Amadeo Carboni

Sinopsis:

En el Nápoles de  1950  cuatro niños juegan al fútbol en una calle de su barrio, molestando a una anciana con los golpes constantes del balón contra la pared de su casa. En un pelotazo desafortunado la pelota acaba en el patio de la casa de la “vieja mala”; ésta lo  pincha, sin tener en cuenta que uno de estos chicos había estado ahorrando durante un año para comprarlo . Lucas Figueroa cree  que el fútbol es a veces más importante que la vida, así que la vendetta, que se aprende desde la más tierna infancia en estas tierras,  de los jóvenes será terrible  y sobrepasará con mucho  la ofensa inicial. Hay cosas con las que no se juega. El futbolista napolitano Fabio Cannavaro y el mito del valencianismo Amedeo Carboni participan con pequeños papeles en esta historia de justicia poética. (abandomoviez.net)

Comentario:

Este corto, de 13 minutos de duración, sorprendentemente  ha obtenido el Record Guinness, con más de trescientos premios obtenidos a nivel mundial , que merece que le prestemos algo de atención. Un argentino de origen español, hace su  película en Italia, y además en Nápoles, lo que eleva la venganza a categoría universal, comprensible en todo el mundo gracias al legado histórico del cine negro  italiano y norteamericano. Alguien lo ha tratado como un film de terror, aunque tiene mucho más de comedia cargada de ironía y cinismo.

Con un discurso visual muy convencional, un gran flashback, partiendo de la radiodifusión de un partido de fútbol, que unos presos oyen desde sus celdas, nos retrotrae a una calle napolitana en la que los niños, con sus típios pantalones cortos, con independencia de la estación del año  en que vivieran, juegan con un balón, lanzándolo contra una pared.


 

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