Escandalo en Irlanda en torno a 'Las Hermanas de la Magdalena,"
Hoy, cuando comenzamos el año XIII del siglo XXI comienzan los juicios oral en torno a uno de los mayores escándalos que se han producido en la Iglesia Católica. Peter Mullan llevó al cine, en 2002, el escalofriante caso de las jóvenes que fueron explotadas laboralmente, lavando y almidonando gratis para las damas de la alta sociedad y sufriendo los abusos de las monjas de la congregación. El cineasta realizó un relato conmovedor. Reproducimos nuestro post de 9 de Noviembre de 2010, que fue uno de los primeros que inauguró este blog.
Peter Mullan, de origen escocés, nos da una visión del lado oscuro de Irlanda, que generalmente es noticia por conflictos nacionalistas con los ocupantes ingleses, pero que ha dado a la humanidad personajes brillantes como Oscar Wilde, John Kennedy, John Ford o el grupo musical U2, por citar sólo unos pocos ejemplos de sus hijos sobresalientes.
Peter Mullan, cuyas primeras incursiones en el cine fueron como intérprete y que incluso recibió el Premio al Mejor Actor en el Festival de Cannes en 1998 por la película de Ken Loach "Mi hermano Jose", también ha destacado como Director. Su debut en la pantalla como guionista y director fue en la elogiada "Orphans" y se consagró con "Las hermanas de la Magdalena", que le proporcionó el León de Oro de Venecia. Ha colaborado con directores como Danny Boyle (Slumdog Millionaire).
Peter Mullan realiza una obra coral, con múltiples personajes, (jóvenes teóricamente descarriadas y hermanas de la Orden de la Magdalena), oscura, que levantó una gran polémica, no sólo por la denuncia de las prácticas de las religiosas, sino por la actitud de unas familias modestas irlandesas, que sometidas a la opresión de un ambiente puritano y estigmatizador, no dudaban en entregar a sus hijas al opresor antes que sufrir la marginación en un medio hostil, del que ellas mismas formaban parte. Detrás de la supuesta redención de las jóvenes había un negocio económico muy suculento: durante mucho tiempo las monjas se dedicaron a lavar y planchar ropa para gentes acomodadas. Dicho negocio no podía ser más rentable ( en muchos planos se nos muestra el dinero obtenido con la explotación de las jóvenes) ya que las trabajadoras no cobraban ningún salario y debían soportar la humillación, incluso sexual, de las rectoras del convento.
Desgraciadamente no es una ficción sino que responde a hechos reales, que ahora están siendo denunciados en los tribunales y por los que están pidiendo perdón los jerarcas católicos. Lo curioso es que ésto pudiera darse en un país del mundo desarrollado en la década de los 60, del reciente siglo XX, cuando la mujer estaba alcanzando las más altas cotas de su libertad.
Este negocio no pudo soportar la competencia de las nuevas tecnologías. La aparición de las lavadoras , que también se instalaron en el convento, y el surgimiento de lavanderías en las poblaciones acabó arruinando las perspectivas económicas de un trabajo insalubre ( se lavaba con sosa) y excesivamente duro, cuestión que no era objeto de la preocupación de las religiosas, a las que sólo preocupaba la rentabilidad económica.
El atraso, la ignorancia y la religión como adormideras del pueblo hacían que los propios padres entregaran a sus hijas, que no sólo estaban sometidas a una dura esclavitud sino que quedaban marcadas para siempre como mujeres que habían abandonado el camino de las buenas costumbres, que debían expiar sus pecados, y que hacían surgir fantasías sexuales en la mente de los hombres.
Se las hacía trabajar 365 días al año y se las sometía a humillaciones y violencia física y moral. Las mujeres atractivas o descarriadas eran las culpables del pecado de hombres o religiosas que disfrutaban desnudando a las jóvenes y riéndose de su cuerpo;de que todo lo que sobresale en el mismo acaba cayendo. El hombre que las conducía a esta situación, bien por dejarlas embarazadas, en ocasiones contra su voluntad, no sólo no era castigado, sino que tenía la recompensa de poder seguir vejándolas, ahora que estaban marcadas como pecadoras sexuales.
Los pecados que exigían semejante condena iban desde haberse quedado embarazadas hasta ser demasiado bellas o demasiado feas, víctimas de una violación o deficientes mentales. Evidentemente Mullen nos da un contrapunto de los católicos irlandeses a los que generalmente vemos como víctimas de los abusos del imperialismo inglés y a los que seguimos admirando por ese otro lado brillante que ha dando grandes hombres y mujeres a la humanidad.
Cuando se habla de educación de los jóvenes se ha de ponderar si vale la pena crear ejércitos de resentidos tras haber sido sometidos a prácticas que vulneran todo lo que en ellos hay de humano.Un ejemplo es una de las jóvenes que, como ella dice, habiendo sufrido un castigo que no merecía era capaz de cometer el pecado mortal más grave (robar, agredir físicamente, entregarse a los hombres...) por escapar de esa situación. Educar en libertad es más difícil y penoso para los profesionales, y puede que nos cueste alguna décima en el informe Pisa, pero la formación de hombres y mujeres en la libertad es mucho más gratificante.
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