Snow Crash. Joe Cornish.
Joe Cornish, un joven director que ha realizado una de las películas más interesantes de los últimos tiempos, Attack the Block, sigue el camino iniciado y ha asumido el riesgo de llevar a la pantalla una de las novelas fundamentales de la literatura ciberpunk: Snow Crash de Neal Stephenson, publicada a principios de los 90, imitada y llevada a la pantalla de forma reiterada.
Cornish llega avalado por dos productores del mayor nivel: Kathleen Kennedy, productora habitual de Steven Spielberg y su marido Frank Marshall, cuyo poder se ha incrementado recientemente al sustituir a George Lucas al frente de su imperio constituido por LucasFilms y Light & Magic; no estábamos tan equivocados al valorar muy positivamente el último film del realizador inglés, que le ha proporcionado apoyos económicos de tal magnitud. Al parecer el renovador del cine, el creador de La Guerra de las Galaxias, que levantó semejante imperio, camina en dirección contraria y quiere volver a filmar películas en su propio garaje, en un loable intento de buscar el tiempo perdido.
El libro de Neal Stephenson, cuya adaptación al cine avala Paramount Pictures ofrece una curiosa visión del futuro con los Estados Unidos divididos en franquicias comerciales y la realidad virtual convertida en una extensión de la vida humana (Dirigido por...número 424. Julio/Agosto 2012). En la reseña oficial lanza una seria advertencia, perceptible por cualquier observador perspicaz: los americanos tienen una industria obsoleta y sólo destacan en la producción de audiovisuales, música y cine, programas informáticos y comida basura. Hiro, el protagonista es un repartidor de pizzas Cosa Nostra Inc, un hacker y un guerrero en el metaverso que junto a su compañera, una mensajera, consume sonow crash una droga poderosa con relevantes efectos secundarios en los consumidores, generalmente cibernautas.
Es de esperar que nos sorprenda quien inventó aquellas criaturas sin ojos, una limitación importante para la observación, y dotados de grandes fauces para devorar cualquier cosa que obstaculizara su marcha destructiva, guiada exclusivamente por las feromonas de una hembra, una nueva carga para los excluidos y miserables de los barrios marginales londinenses.
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