Noche y día. Michael Curtiz
Ficha técnica:
Título original: Night and day.
País: Estados Unidos.
Año: 1946.
Duración: 122 minutos.
Dirección: Michael Curtiz.
Guión: Charles Hoffman, Leo Townsend y Williams Bowers, basada en la vida de Cole Porter. Adaptada por Jack Moffitt.
Música adicional compuesta y adaptada por Max Steiner.
Música: orquestada y dirigida por Ray Heindorf.
Números de danza, creadas y dirigidas por Leroy Prinz.
Directores de fotografía: Peverell Marley, A.S.C., William V.Skall, A.S.C.
Director de color (tecnicolor): Natalie Kalmus, asociado Leonard Doss.
Director musical Leo F. Forbstein.
Edición del film: David Weisbart.
Sonido: Everett A. Brown, David Forrest.
Decoración del set: Armor Marlowe.
Maquillaje: Perc Westmore.
Vestuario: Travilla.
Efectos especiales: Robert Burks, A.S.C.
Producción: Arthur Schwartz
Director artistico: John Hughes
Intérpretes:
Gary Grant: Coler Porter,
Alexis Smith: Linda Lee Porter,
Monty Woolley: Himself,
Mary Martin: pequeño papel de cantante.
Ginny Simms: Carole Hill,
Jane Wyman: cantante.
Eve Arden: Gabrielle,
Victor Francen: Anatole Giron.
Alan Hale: Leon Dowling,
Dorothy Malone: Nancy,
Tom D'Andrea: Bernie,
Sellena Royle: Kate Porter,
Donald Woods: Ward Blackburn,
Henry Stepheson: Omar Cole,
Paul Cavanagh: Bart MaClelland,
Sig Ruman: Wilowski.
...
Warner Bros.Pictures Inc.
Sinopsis:
Una biografía del músico Cole Porter, el compositor más sublime de los años 20. Para llevar su vida a la pantalla Hollywood eligió a un icono de la elegancia y un magnífico actor, Gary Grant, protagonista por primera vez de una película en color. Aleixis Smith interpreta a Linda, la que sería su esposa. Mas de veinte canciones del músico embellecen este film que narra su vida, llena de momentos dramáticos y memorales, desde su graduación en la Universidad de Yale hasta sus años de éxito mundial. Coprotagonizada por Monty Woolley, un compañero en la vida real de Porter.
Comentario:
Si hacemos un pequeño ejercicio y comparamos , el biopic de Michael Curtiz (1946) con el de Irvin Winkler, The lovely, realizado casi sesenta años después, podemos comprobar no sólo cuánto se ha avanzado en los modos de representación y en la construcción de una diégesis que nos devuelve de nuevo a la vida a uno de los mejores músicos norteamericanos, sino en la democratización de las mentalidades de los hombres, que hacen, aunque no imposible, más difícil el retroceso a las cavernas.
Curtiz recrea un mundo, el suyo, relamido, 'neoburgués', es decir nuevo rico, con casas pretenciosas, hijos que estudian en Yale aunque tienen edad suficiente para llevar a los propios a la Universidad, lo que resta credibilidad a la narración innecesaria de esta etapa de la vida de Cole Porter con un Gary Grant al que se nos obliga a ver como un adolescente de 42 años al que reprende su abuelo. Lynda es la esposa perfecta que toda madre de bien desea para sus hijos, que forma con el 'joven' una pareja ideal, en la que se obvian los aspectos más escabrosos de la vida de un artista excepcional, dificil de insertar en el universo creado por el realizador. Lynda es la perfecta cuidadora, enfermera durante la guerra, rectora de un jardín de infancia terminada la contienda; sabe tricotar y calzarse los mejores zapatos y enfundarse en los vestidos más elegantes, y un largo etcétera de virtudes domésticas que Hollywood se encargó de difundir para ejemplo de las espectadoras.
La vida del que se dedica a una actividad creativa tiene sus luces y sus sombras: el momento impagable del apalauso del público generalmente contrarrestado por el rechazo social, especialmente en el ámbito burgués, entorno en el que sólo se encuentra el apoyo de la madre (preciosas cartas de García Lorca a la suya, en la que le aconsejaba que sólo hablara de su vocación con sus hermanos y que pidiera al padre que no lo hiciera con el farmaceutico, el médico y otros hombres de bien). En la película de Curtiz todo queda reducido a la exhibición de un clip tras otro de las novedades discográficas,desafortunadas coreografías y tubos de neón que anuncian los locales de todo el mundo por donde realiza la gira el triunfador con apariencia de oficinista. No hay imagen más penosa que la de Gary Grant sentado ante un piano. Su relación con Linda no se diferencia de la de su papel de galán de cualquier otra película, obviando la homosexualidad de Porter y el extraordinario amor de una mujer que siempre le quiso, por encima de cualquier convención social. Un gran hombre tuvo la suerte de estar acompañado de una gran mujer.
Hay quien ha dicho que el conservador Curtiz no sabe hacer musicales,ni melodramas, ni historias románticas. Lo cierto es que para quien vio en su tiempo un film, que casi podemos considerar un videoclip, que se adelantó en el tiempo a los que hizo Elvis Presley con aquellas películas tan horrendas, que solo intentaban lanzar su música, quizás disfrutaran con la música del maravilloso y muy heterodoxo Cole Porter. Hoy es imposible verlo de esta manera. Aunque sea ficción, me gusta imaginar que Cole Porter compuso So in love, para su mujer, su compañera, su amante y la persona a la que más quiso en su vida, como lo evoca Irwin Winkler. Aquí se plantea en cambio el sempiterno problema: la mujer que empieza a cansarse de lo que supone estar casada con un hombre de éxito, que en definitiva aspira a la preferencia en la vida del músico. La manida imagen en la que se reencuentran los esposos, cada uno al extremo de un pasadizo para favorecer la tradicional carrera que conduce al abrazo apasionado, al margen de no ser creíble, como tampoco lo es la cara de Gary Grant que nos muestra la cámara en un primer plano , más enigmática que una esfinge, es el broche de oro que Curtiz pone a su engendro.
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