L'Apollonide. Bertrand Bonello.
Ficha técnica:
Título original: L'Apollonide (Souvenirs de la maison close)
País: Francia.
Año: 2011.
Duración: 122 minutos.
Dirección y guión: Bertrand Bonello.
Dirección de Fotografía: Josée Deshaies. Color.
Música: Bertrand Bonello.
Montaje: Fabrice Rouaud.
Dirección artística: Alain Guffroy.
Producción: Bertrand Bonello y Kristina Larsen.
Compañías. Productora: Les Filmes du Lendemain, My New Picture, Arte France Cinéma.
Intérpretes:
Hafsia Herzi: Samira,
Céline Sallette: Clotilde,
Noémi Lvovsky: Marie-France,
Jasmine Trinca: Julie,
Adele Haenel: Léa,
Lliana Zabeth: Pauline,
Xavier Beauvois, Louis-Do de Lencquesaing, Jacques Nolot.
Premios (Filmaffinity):
2011: Premios Cesar: Mejor vestuario. 8 nominaciones (3 de interpretación, 5 técnicas)
2011: Festival de Cannes: Sección oficial a concurso
2011: Festival de Gijón: Sección oficial largometrajes - Fuera de competición.
Sinopsis:
Retrato de un lupanar de comienzos del siglo XX y de los miedos, alegrías, temores y sueños de las mujeres, trabajadoras del sexo, que comienza con la desfiguración de una prostituta.
Comentario.
La forma es el contenido y transmite ideología. El filme de Bertrand Bonello lanza una mirada nostálgica al cine y la literatura de los siglos XIX y XX, al prosíbulo de Madame Teiller de Max Ophüls, basado en el relato de Maupassant en Le Plaissir, a la Nouvelle Vague, y la La pequeña de Louis Malle. La fastuosidad y esteticismo de los salones y la belleza de los cuerpos semidesnudos en los espacios privados permite a los espectadores disfrutar con fruición de la elegancia de estos salones donde se ejerce la prostitución, la venta de los cuerpos de jóvenes desprovistas de fortuna que se ofrecían a las Madames de Paris, elegancia que escondía la sordidez de la práctica del sexo tras las puertas que ocultaban el negocio carnal y la sumisión de estas mujeres a las perversiones del que pagaba sus servicios. El envés de la moneda mira hacia el film desprovisto de belleza de Clint Eastwood, Sin Perdón, en el que una prostituta es desfigurada por un cliente, con un mensaje subliminal en la película de Bonello: la mujer queda marcada con una sonrisa, la del payaso, que dibujará en su rostro la mueca, independiente de su estado de ánimo.
Bonello intenta dotar de fuerza dramática la historia de estas mujeres utilizando recursos lingüísticos posmodernos, como el uso anacrónico y antidiegético de la música ( lo que ya hizo Sophia Coppola en María Antonieta) con la introducción de piezas de soul de los años sesenta y cantos propios de los esclavos que jalonan partes concretas del relato y que el realizador utiliza para establecer un nexo de unión entre la prostitución blanca y la esclavitud (Quim Casas. Recuerdos de un burdel. Dirigido por...Junio 2012).
Bertrand Bonello recurrirá a otros procedimientos no utilizados en películas de época, como partir las pantallas para alternar secuencias, recurso que caracteriza el cine de Brian de Palma y adoptado por Quentin Tarantino. El realizador, productor y compositor del score musical logra incorporar en la cinta, en papeles secundarios de clientes , a directores del novísimo cine francés como Xavier Beauvois y Jacques Nolot y a Nóemie Lvovsky como dueña del local. El burdel que contempla dos mundos, dos épocas, dos siglos, dos formas distintas de entender no sólo el sexo y el placer del cuerpo, sino la vida entera, desaparece como desaparecen los fantasmas y, ahora en digital, Bonello muestra a una de las mismas chicas haciendo la calle en la jungla de París, bien lejos de la protección que ese organismo vivo llamado L'Apollonide le prestaba. (Quim Casas). Creemos entender que el crítico contempla el lupanar como un lugar en el que se puede generar cierta belleza, frente a la jungla de la calle, y se puede proteger a las mujeres que ofrecen su cuerpo a cambio de dinero. Es difícil poner coto a una actividad que crece más con cada crisis económica, pero resulta nostálgico y conservador envolver la degradación y la sordidez de belleza y esteticismo.
Esta confusión entre placer y prostíbulo, cuando éste se llena de bellas mujeres, algunas casi niñas, si además el lupanar se recrea de forma complaciente, con sonrisa de payaso o sin ella, está idealizado y no contempla lo que sí representó de forma descarnada Clint Eastwood, que comprendió perfectamente la linea divisoria entre el deseo sexual y la mercancia de los cuerpos.
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