El partriota. Roland Emmerich.
Ficha técnica:
Título original: The Patriot.
País: Estados Unidos.
Año: 2000.
Duración: 158 minutos.
Dirección: Roland Emmerich.
Director artístico: Barry Chusid.
Guión: Robert Rodat.
Edición: David Brenner.
Casting: April Webster, C.S.A., David Bloch, C.S.A.
Música: John Williams.
Dirección de Fotografía: Caleb Deschanel, A.S.C..
Productor: Dean Devlin. Mark Gordon y Gary Levinsohn.
Productores ejecutivos: William Fay, Ute Emmerich, Roland Emmerich.
Diseño de producción: Kirk M.Petruccelli.
Co-Productor: Peter Winher.
Vestuario: Deborah L.Scott.
Compañías: Columbia Pictures Release; Sony Pictures; Centropolis Entertainment Production, Mutual Film Company Production..
Intérpretes:
Mel Gibson: Benjamin Martin,
Heath Ledger: Gabriel Martin,
Joely Richardson: Charlotte Selton,
Jason Isaacs Coronel William Tavington,
Chris Cooper:Coronel Harry Burwell,
Tcheky Karyo: Jean Villeneuve,
Rene Auberjonois: Reverendo Oliver,
Tom Wilkinson: General Cornwallis,
Lisa Brenner: Anne Howard,
Gregory Smith: Thomar Martin,
Logan Lerman: William Martin.
Sinopsis:
En 1776, en la Guerra de Independencia entre los colonos de Nueva Inglaterra y las tropas de Jorge III (1760-1820) , e n Carolina del Sur, el viudo Benjamin Martin (Mel Gibson), heroico soldado en Francia y en la India, renuncia a combatir para cuidar de sus siete hijos. Pero la pacífica vida de la familia Martin se ve alterada cuando Gabriel (Heath Ledger), el hijo mayor, se alista en el ejército; mientras su padre se esfuerza por sacar adelante a la prole. Sin embargo, los británicos, al mando del cruel coronel Tavington (Jason Isaacs), llegarán hasta las puertas de su casa poniendo en peligro a toda la familia.
La primera cuestión que puede llevar a la confusión de los espectadores es el título del film, The Patriot (El Patrriota), concepto de dudosa significación en la Guerra de la Independencia norteamericana, una colonia fundamentalmente británica, (sería muy farragoso meterse ahora en los estados ocupados por españoles o fanceses, especialmente en Canadá), en primer lugar porque es en estos momentos en los que los americanos están forjando su patria y aún no ha sedimentado el concepto de nación, que se cobrará otra guerra, la de Secesión, antes de ver el amanecer de los Estados Unidos. La Guerra de Independencia, inspirada en los enciclopedistas y filósofos y pensadores pre-revolucionarios franceses tuvo más el carácter de rebelión independentista frente a la metrópoli opresora que de guerra como la entendemos ahora, y fue la primera revolución burguesa triunfante, que aprobó la primera declaración de los derechos del hombre y abolió la esclavitud. De ahí la trascendencia que tuvieron los descamisados, las milicias ciudadanas, (sans- culottes en Francia), que Roland Emmerich se empeña en hacer muy visibles. Esta es la razón de que sea muy poco creíble la cabalgada de Mel Gibson enarbolando la bandera de la Unión con la carga significativa que se le quiere dar hoy, que empuja a muchos a hablar de patrioteros al referirse a quien todavía no tenía patria.
Lo que Roland Emmerich nos muestra es la razón que puede tener un hombre, un individuo, para enrolarse en una guerra, teniendo siete hijos que cuidar: el odio y la necesidad de vengar a sus hijos, jóvenes, idealistas, intrépidos y revolucionarios, asesinados por el cruel Coronel inglés William Tavington (Jason Isaack), la reencarnación para el cine del cruel Coronel Tarlington sin cuartel, un militar sin piedad que asesinaba con a sus enemigos haciendo honor a su cognomen. El honor se halla en el fin no en los medios, argumenta a un oficial que cumple sus ordenes con mirada censora. Y es que hay algo que se respira en ambos mandos: los burgueses revolucionarios se consideran la aristocracia del nuevo mundo, visión clásica de los órdenes sociales que hacía recaer en ellos la gloria y la derrota, así como la legitimidad para erigirse en brazo ejecutante de la venganza y la justicia.
Las películas bélicas del siglo XIX, que abarcan estas épocas en las que aún no se habían generalizado las trincheras, muestran estrategias de combate a campo abierto que no dejan de sorprender al espectador actual. La batalla se decidía en un sólo día entre ejércitos que se enfrentaban, ya no cuerpo a cuerpo , lo que siempre proporciona alguna oportunidad de supervivencia, sino como dianas de tiro al blanco con la ventaja de que por mala puntería que uno tuviera siempre daba en el blanco. ¿Qué tipo de sometimiento intelectual o amenaza física se empleaba para conseguir que unos hombres avanzaran en línea recta disparando contra otros que hacían lo mismo? ¿Dónde reside el patriotismo? ¿y la manida estrategia militar? Emmerich critica esta evidencia y denuncia algo más: los que no morían en el combate lo hacían a manos de los 'cirujanos'.
El director del catastrofismo contó para esta gran epopeya del pueblo americano con actores de primera línea como el finado Heath Ledger, la colaboración para la ejecución del score musical de John Williams y con Robert Rodat (Salvar al soldado Ryan de Steven Spielberg)) como guionista. El resultado es aceptable, aunque abuse del recurso a las cámaras lentas en los momentos más sangrientos, sin que se entienda bien el motivo, ya que su dureza no exige mayor complacencia, especialmente en un film que dura 158 minutos y que redunda en el relato de la desolación que producen las guerras y los enfrentamientos sangrientos entre los hombres..
Comentario.
La primera cuestión que puede llevar a la confusión de los espectadores es el título del film, The Patriot (El Patrriota), concepto de dudosa significación en la Guerra de la Independencia norteamericana, una colonia fundamentalmente británica, (sería muy farragoso meterse ahora en los estados ocupados por españoles o fanceses, especialmente en Canadá), en primer lugar porque es en estos momentos en los que los americanos están forjando su patria y aún no ha sedimentado el concepto de nación, que se cobrará otra guerra, la de Secesión, antes de ver el amanecer de los Estados Unidos. La Guerra de Independencia, inspirada en los enciclopedistas y filósofos y pensadores pre-revolucionarios franceses tuvo más el carácter de rebelión independentista frente a la metrópoli opresora que de guerra como la entendemos ahora, y fue la primera revolución burguesa triunfante, que aprobó la primera declaración de los derechos del hombre y abolió la esclavitud. De ahí la trascendencia que tuvieron los descamisados, las milicias ciudadanas, (sans- culottes en Francia), que Roland Emmerich se empeña en hacer muy visibles. Esta es la razón de que sea muy poco creíble la cabalgada de Mel Gibson enarbolando la bandera de la Unión con la carga significativa que se le quiere dar hoy, que empuja a muchos a hablar de patrioteros al referirse a quien todavía no tenía patria.
Lo que Roland Emmerich nos muestra es la razón que puede tener un hombre, un individuo, para enrolarse en una guerra, teniendo siete hijos que cuidar: el odio y la necesidad de vengar a sus hijos, jóvenes, idealistas, intrépidos y revolucionarios, asesinados por el cruel Coronel inglés William Tavington (Jason Isaack), la reencarnación para el cine del cruel Coronel Tarlington sin cuartel, un militar sin piedad que asesinaba con a sus enemigos haciendo honor a su cognomen. El honor se halla en el fin no en los medios, argumenta a un oficial que cumple sus ordenes con mirada censora. Y es que hay algo que se respira en ambos mandos: los burgueses revolucionarios se consideran la aristocracia del nuevo mundo, visión clásica de los órdenes sociales que hacía recaer en ellos la gloria y la derrota, así como la legitimidad para erigirse en brazo ejecutante de la venganza y la justicia.
Las películas bélicas del siglo XIX, que abarcan estas épocas en las que aún no se habían generalizado las trincheras, muestran estrategias de combate a campo abierto que no dejan de sorprender al espectador actual. La batalla se decidía en un sólo día entre ejércitos que se enfrentaban, ya no cuerpo a cuerpo , lo que siempre proporciona alguna oportunidad de supervivencia, sino como dianas de tiro al blanco con la ventaja de que por mala puntería que uno tuviera siempre daba en el blanco. ¿Qué tipo de sometimiento intelectual o amenaza física se empleaba para conseguir que unos hombres avanzaran en línea recta disparando contra otros que hacían lo mismo? ¿Dónde reside el patriotismo? ¿y la manida estrategia militar? Emmerich critica esta evidencia y denuncia algo más: los que no morían en el combate lo hacían a manos de los 'cirujanos'.
El director del catastrofismo contó para esta gran epopeya del pueblo americano con actores de primera línea como el finado Heath Ledger, la colaboración para la ejecución del score musical de John Williams y con Robert Rodat (Salvar al soldado Ryan de Steven Spielberg)) como guionista. El resultado es aceptable, aunque abuse del recurso a las cámaras lentas en los momentos más sangrientos, sin que se entienda bien el motivo, ya que su dureza no exige mayor complacencia, especialmente en un film que dura 158 minutos y que redunda en el relato de la desolación que producen las guerras y los enfrentamientos sangrientos entre los hombres..
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