Deseos humanos (Human désirs). Fritz Lang.








Ficha técnica:

Título orginal: Désirs Humains.
País: USA.
Año: 1951.
Duración 87 minutos.


Dirección: Fritz Lang.
Guión: Alfred Hayes, basado en la novela  La bestia humana de Emil Zola.
Director de Fotografía:  Bunett Guffey, A.S.C.
Director artístico: Robert  Peterson.
Montaje: Burnett Guffey.
Decorador del set: William Kiernan.

Score musical: Daniele Amfitheatrof.
Dirección musical: Morris Stolof.

Vestuario: Jean Louis.
Maquillaje: Clay Campbell.

Producción: Lewis J. Rachmil.
Compañía: Columbia Pictures Corporation.

Intérpretes:

Gleen Ford: Jeff  Worren.
Gloria Grahame: Vicky  Bucklley.
Broderick Crawford:  Carl  Bukley.

Otros: Edgar Buchanan, Katheleen Case, Peggy Haley, Diane Delaire, Grandon Rhodes.

Sinopsis:

Un  obrero ferroviario, Carl, para evitar perder su trabajo obliga a su mujer, Vicky, a que interceda por él ante un personaje influente,  el Sr. wens,  con el que ésta mantuvo relaciones íntimas antes de su matrimonio. Al descubrir Carl el precio que su mujer ha pagado para evitar su despido, asesina al personaje durante un viaje en tren, implicandola  en el crimen . Otro ferroviario, Jeff, se enamora de ella y tras hacerle saber que Carl la está sometiendo a chantaje para que calle, lo induce al asesinato.

Comentario.

Magnífica obra del director alemán en la que muestra el hechizo por el medio de comunicación público más importante de la época, entre cuyos trabajadores especializados, los maquinistas, se producen acciones criminales, silencios y  complicidades, enredados con líos amorosos y los consecuentes celos. La primera secuencia, mientras desfilan los títulos de crédito, nos muestra un tren, conducido por Jeff Waren (Glen Ford), un ex-combatiente de Corea, en el interior de un túnel del que se  observa al fondo del encuadre el final, imagen muy repetida  en la gran pantalla; tomas  magistrales captan el cruce de convoyes, los cambios de vía e  incluso la retirada al final del trayecto en los andenes de una máquina filmada con  un travellings casi circular; cando los trabajadores desciende de ella, al terminar su jornada, con el petate al hombro, recuerdan  a los soldados que descienden de sus helicópteros tras el combate, pero los códigos de conducta no son los mismos que en la guerra y la licencia para matar ha caducado. A la llegada al modesto hogar de un compañero, que vive con su mujer y su preciosa hija, el espectador siente la mima sensación de confort que transmite Zola en sus novelas, tras las duras jornadas de los mineros.

El personaje que representa Glen Ford que acaba de regresar de Corea le regala a la joven un kimono, momento que aprovecha el realizador  para hacer un cameo de la deliciosa película protagnizada por él mismo  La casa de té y a luna de agosto.  Su mayor aspiración al incorporarse a la vida civil es practicar los entretenimientos de un hombre corriente: pescar, ir al cine, descansar después del duro trabajo, más el destino le tiene reservada una opción más dura y peligrosa que la guerra, al menos desde la perspectiva del soldado que colocado en una situación extrema, muchas veces impuesta, dispara en la oscuridad contra algo que se mueve a lo lejos, contra un uniforme, sin opción para reflexionar acerca de que dentro de éste hay un ser humano. .Matar a un compañero ebrio es un acto consciente que su conciencia le impide.

Conocer a Vicky es experimentar lo que tantas veces se ha llamado  mal amor. La tristeza, la desazón, observada por la hija de sus huéspedes, que aunque no  explicita  nunca su amor por Jeff verbalmente, es denunciado por  la cámara, describe en qué consiste este amor funesto, que se advierte en la forma de querer. Jeff  hace oidos sordos a esta advertencia hasta que Vicky pide que mate a su marido, fingiendo un accidente, considerando que un hombre que viene de la guerra no tendrá escrúpulos para asesinar a otro. Pero Fritz Lang no maltrata a su femme fatale, una mujer que hoy se consideraría una víctima de maltrato de género: violada siendo adolescente por Mr. Owens, casada con un hombre mayor que ella para sentirse protegida, pero obligada por éste  a humillarese  de nuevo ante el hombre que la vejó, coaccionada después para presenciar el asesinato por celos del protector,  chantajeada mediante una carta que contiene una cita y que Carl le obligó a escribir antes de matar a Owen y por último  asesinada en un tren.

Momentos de triunfo del realismo  negro en el cine, en que muchos directores se inspiraron en Emile Zola, Gustave Flaubert  o Prosper Merimee, sus mujeres fatales y sus  parejas malditas, que se presentan como víctimas de una sociedad opresiva, lo que les confiere su fuerza subversiva (Noël Simsolo, El cine negro). El film de Lang  se inspira de  La bestia humana  de Zola, en  cuanto a la producción  de clichés  humanos:  la mujer es estragulada por un marido asesino, mientras su amante conduce la locomotora, pensando en rehacer su vida. Simsolo  matiza que el discurso del director es menos corrosivo que el del escritor, a pesar de que el alemán  practica un realismo basado en la sordidez, sin compasión alguna por sus personajes; Jeff no es arrastrado por un amor sincero, sino por el deseo carnal por la mujer de otro. Su mirada, como la de Jean Renoir, es moralista, pero Lang suma al pesimismo la desesperación de la que sus personajes nunca resultan indemnes.

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