In time. Andrew Niccol.
Fotografía cedida por BMA House a cinelodeon.com
Ficha técnica:
Título original: In time.
País: USA.
Año: 2011.
Duración: 109 minutos.
Guión y Dirección: Andrew Niccol.
Director Fotografía: Roger Deakins.
Diseño de producción: Alex McDowell.
Música: Craig Armstrong.
Montaje: Zach Staenberg.
Productores: Marc Abraham, Eric Newman, y Andrew Niccol.
Intérpretes:
Justin Timberlake: Will Salas.
Amanda Seyfried: Sylvia Weis.
Olivia Wide: Rachel Salas.
Alex Pettyfer: Fortis.
Cillian Murphy: Raymond Leon.
Vincent Kartheiser: Philippe Weis.
Matt Bomer: Henry Hamilton.
Jhonny Galeck: Borel.
Ray Santiago: Victa.
William Peltz: Pierre.
Sinopsis.
El dinero ya no existe y ha sido sustiuido por el tiempo, moneda de cambio en un futuro no muy lejano. Will Salas (Justin Tmberlake), un joven suburbial que acaba de perder a su madre (Olivia Wilde), recibe el tiempo suficiente para abandonar el ghetto y penetrar en una zona horaria más elevada, donde conocerá al magnate Philippe Weiss (Vincent Kartheise) y a su hija Sylvia (Amanda Seyfried), con la que se fugará, mostrando las fisuras del actual sistema social que permite la inmortalidad de los ricos y el apuro de los pobres.
In Time refleja, de forma inequívocamente maniquea la lucha de clases que ya se anunciaba en Gattaca. Uno de los personajes de esta última señalaba, en un momento dado, que "la pérdida de un hombre es la ganancia de otro", y esta reflexión central se prolonga en In Time. (Héctor G.Barnés. Dirigido por...Diciembre, 2011).
Comentario.
Héctor G. Barnés acusa al director de querer establecer conexiones entre nuestro futuro y la problemática actual, en lugar de alejarse y contemplarla con cierta perspectiva; la acción trepidante dificulta la reflexión. No obstante hay algo que no podemos pasar por alto: el cine americano actual está emitiendo cantidad de información a sus espectadores de forma más o menos acertada, y nadie puede garantizar que éstos sean incapaces de dar un salto cualitativo. En el universo de los economistas cada vez son más aquellos que vaticinan la desaparición del dinero como valor de cambio; es un bien que vemos sólo en pequeña proporción, en unos papelitos en los que confiamos, pero que en titulares o en documentos de todo tipo domina el mundo. ¿Es también ciencia-ficción?
No reconozco a nadie el derecho ni a un solo minuto de mi vida, decía Howard Roark, el protagonista de El manantial de King Vidor, y ahí está el quid de la cuestión; el film del director de Gattaca presenta ahora una distopía futurista, quizás no tan lejana, en la que las reservas de tiempo son como lingotes de oro, idea ensamblada en una película de acción trepidante cuyo objetivo es atraer al gran público, ansioso de grandes emociones. La muerte y la pobreza son fantasmas que amenazan al hombre desde la cuna ¿Podemos imaginar un mundo sin dinero ni poder, y sin la amenaza de morir? Todo sería absolutamente distinto, y el mundo que conocemos sería totalmente distópico. Will Salas vio morir a su madre, agobiada por las deudas de tiempo, huérfano de un padre que fue ejecutado por robar éste y regalárselo a los demás. Will se pregunta constantemente si es robar coger lo que antes fue robado. Es recuperarlo.
Desaparecida la moneda, los poderosos, que por cierto se dedican a la especulación inmobiliaria, dividen el mundo en zonas horarias, atribuyendo a cada una de ellas un número determinado de horas, aprovechándose del trabajo de los ghettos, y subiendo constantemente el coste de la vida, para que los pobres de siempre lo sigan siendo y no puedan supervivir mucho más allá de los veinticinco años en los que crecen, estabilizándose físicamente a partir de esa edad. El protagonista decide pasar a una zona privilegiada, y ganar tiempo jugando al póquer sin límites, descubriendo el valor del lujo para los que tienen el tiempo ilimitado: dos meses una cama individual en un hotel de lujo; un año para entrar en el casino; 59 años un coche ...). Capitalismo darwiniano, selección natural. Para que uno pocos sea inmortales, muchos deben morir, deben dedicar gran parte de su tiempo a producir, estresándose hasta la extenuación, quedándoles muy poco para el ocio y el bienestar, mientras otros disfrutan del suyo ilimitadamente.
Tras secuestrar a la hija de un capitalista, forma con ella una pareja, una suerte de Bonnie y Clyde del futuro, cuyo objetivo es robar el tiempo de calidad y restablecer la justicia. No falta el típico policía, un guardián del tiempo, un desclasado del ghetto, que persigue en nombre de la ley a cualquiera que intente escapar de él. Si el disfrute de este bien tan preciado se democratiza, su trabajo ya no tiene sentido.
Fernando Bernal (Cahiers du Cinema, Diciembre 2011) dice algo incomprensible: (Andrew Niccol) Con In time recurre, como lo hizo en su venerada opera prima, a la ciencia-ficción (...)., una puesta en escena cuidada hasta el exceso y un ritmo de manual. Es decir, un producto de sabor netamente comercial que, paradojicamente, se envenena de manera involuntaria con la profundidad de sus planteamientos". Y concluye: ·...es una llamada soterrada a la insurgencia frente a los que nos gobiernan",
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