Los inmortales. Tarsen Singh
Título original: Inmortals.
País: USA.
Año: 2011.
Duración: 110 minutos.
Dirección Tarsen Snigh.
Guion: Charlie Parlapaides, Vlas Parlapanides.
Director de Fotografía: Brendan Galvin.
Música: Trevor Morris.
Diseño de producción: Tom Foden.
Productores: Mark Canton, Gianni Numar y Ryan Navanaugh.
Producción: Marvel Studios para Paramount Pictures.Relativity Media / Virgin Produced / Hollywood Gang Productions / Atmosphere Entertainment MM.
Intérpretes:
Henry Cavill, Mickey Rourke, Luke Evans, Kellan Lutz, Isabel Lucas, John Hurt, Freida Pinto, Robert Maillet, Stephen Dorff, Anne Day-Jones.
Sinopsis:
La Tierra está amenazada por el poder del brutal rey Hiperión (Mickey Rourke) que ha declarado la guerra a los hombres. Después de reunir a un ejército sediento de sangre formado por soldados que él mismo mandó desfigurar, Hiperión quema Grecia mientras busca un arma de poder inconcebible: el legendario arco Epiro, hecho por Ares en el Olimpo. El hombre que lo posea podrá liberar a los Titanes, que están encerrados en el monte Tártaro desde el principio de los tiempos, y claman venganza. Sin embargo, en manos de Hiperión, el arco significaría la destrucción de la raza humana y la aniquilación de los dioses. Pero, como la ley prohibe que los dioses se entrometan en los conflictos humanos, nada pueden hacer para detener al rey. La esperanza renace cuando Zeus encomienda al campesino Teseo (Henry Cavill) la misión de acabar con Hiperión. Después de reunir a un grupo de hombres entre los que se encuentra la visionaria sacerdotisa Fedra (Freida Pinto) y el astuto esclavo Stavros (Stephen Dorff), el héroe se pondrá al frente de la rebelión.
Crítica:
Se ha dicho que el film recoge lo peor de 300 de Zack Snyder y de Furia de Titanes de Louis Leterrier, pero se la saluda por el tratamiento en la forma de representación, que incorpora los nuevos avances tecnológicos, entre ellos el 3D. Lo peor no es que la adaptación de la literatura mitológica greco-latina se altere y se adapte a los tiempos actuales, con las licencias que cada director se quiera permitir, sino construir relatos inverosímiles que rozan el ridículo, como el convertir a Jerjes en un tansexual montado en una carroza, como dispuesto a desfilar el Día del Orgullo Gay, asociando todas las perversidades a este colectivo o a otros, como las mujeres, los negros..., transmitiendo la ideología más primitiva con el envoltorio más moderno. Ésto si violenta la herencia de griegos y romanos, de cultura no cristiana y de costumbres diferentes. Snigh convierte a sus personajes en superhéroes, dotando cada plano de una gran plasticidad. La cuestión reside muchas veces en que el gran público imagina a los héroes antiguos ,no justicieros como los actuales, dotados de todas las perversiones imaginables, lo que les proporciona un valor añadido, el del atractivo de seres que actúan sin límites y sin consecuencias, y la materialización de esta idea , aunque no se llegue al maniqueismo de 300, resulta siempre distorsionadora.
Los mitos contemporáneos intentan suplir las carencias institucionales, especialmente judiciales y políticas, (en este orden), de forma individual y sobrehumana. Unos, simples hombres, adoptan un disfraz que les da poderes, otros, más clásicos, son un remedo del héroe clásico, mitad héroe, mitad alienigena, al que la imaginación humana hace superior física y, a veces, intelectualmente. El recurso a la antigüedad llena la fantasía de una libertad sin límites sobre la vida y el cuerpo de los demás. Cualquier intento de actualizar manteniendo el modelo resulta poco verosímil, aunque suele gozar del apoyo del gran público, a causa de la libertad en el diseño del vestuario, la ingeniería de sonido y el tratamiento de la imagen, que en ocasiones la acerca al videojuego.
Los vistosísimos carteles son una prueba de lo atractivas que son las imágenes que combinan la mirada de la modernidad sobre unos cuerpos esculpidos en los gimnasios actuales, muy contrarios al equilibrio clásico, con la idealización de lo antiguo; la decadencia de Rourke pone el contrapunto: la vejez y la fealdad que la acompañan son socias de la maldad, añadiendo al sexismo otras debilidades, como el edadismo. No es país para viejos.
Los mitos contemporáneos intentan suplir las carencias institucionales, especialmente judiciales y políticas, (en este orden), de forma individual y sobrehumana. Unos, simples hombres, adoptan un disfraz que les da poderes, otros, más clásicos, son un remedo del héroe clásico, mitad héroe, mitad alienigena, al que la imaginación humana hace superior física y, a veces, intelectualmente. El recurso a la antigüedad llena la fantasía de una libertad sin límites sobre la vida y el cuerpo de los demás. Cualquier intento de actualizar manteniendo el modelo resulta poco verosímil, aunque suele gozar del apoyo del gran público, a causa de la libertad en el diseño del vestuario, la ingeniería de sonido y el tratamiento de la imagen, que en ocasiones la acerca al videojuego.
Los vistosísimos carteles son una prueba de lo atractivas que son las imágenes que combinan la mirada de la modernidad sobre unos cuerpos esculpidos en los gimnasios actuales, muy contrarios al equilibrio clásico, con la idealización de lo antiguo; la decadencia de Rourke pone el contrapunto: la vejez y la fealdad que la acompañan son socias de la maldad, añadiendo al sexismo otras debilidades, como el edadismo. No es país para viejos.
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