El último bailarín de Mao. Bruce Beresford.
Ficha técnica:
Título original: Mao's last dancer.
País: Australia.
Año: 2009.
Duración: 117 minutos.
Dirección: Bruce Beresford.
Guión: Jan Sardi, (guionista de Shine), basado en la autobiografía de Li Cunxin Mao's Last Dancer.
Director de fotografía: Peter James, ACS, ASC.
Música original: Cristopher Gordon.
Edición: Mark Warner.
Producción: Jane Scott.
Diseño de producción: Herbert Pinter.
Productor ejecutivo: Troy Lum.
Vestuario: Anna Borghesi.
Coreografía: Graeme Murphy.
Casting: Sharon Howard Beld, internacional, Nikki Barret, Australia y Li Hai Bin, China.
Compañías: A Great Scott Production, Financial Services Bell Potter, Screen Australia; Distribución: Roadshow Films.
Compañías: A Great Scott Production, Financial Services Bell Potter, Screen Australia; Distribución: Roadshow Films.
Web oficial: http://www.maoslastdancermovie.com/
Ficha artística:
Bruce Greenwood: Ben Stevenson. Actualmente dirige el Teatro de Ballet de Texas y es un afamado coreógrafo.
Kyle MacLachlan: Charles Foster, experto jurista en inmigración.
Joan Chen: Niang.
Chi Cao: Li Cunxin adulto.
Amanda Schull: Elizabeth Mackey.
Wang Shuang Bao: Dia.
Cheng Wu Guo: Li Cunxin adolescente.
Huang Wen Bin: Li Cunxin niño.
Sinopsis:
Li Cunxin es un niño de once años de un pequeño pueblo rural de China. Delegados culturales del gobierno comunista lo seleccionan y envían a Pekin. Allí comienza un increíble viaje vital que le lleva a pasar años de duro entrenamiento para convertirse en uno de los mejores bailarines del mundo, aclamado como un héroe de la China comunista y, más tarde, lejos de su país, despreciado por traidor. Una lección de vida repleta de talento, sacrificio, esfuerzo y superación.
Comentario:
El film en un tono plano y sin músculo, con frecuentes flashbacks, construye una diégesis que representa el periodo comprendido entre la década de los setenta del siglo XX y la primera década del siglo XXI. En este paréntesis temporal muchas cosas cambiaron y el mundo sigue evolucionando. En la primera parte del relato, China, en plena revolución cultural, inicia con dureza su camino hacia el capitalismo de estado del que ahora disfruta, que exigió grandes esfuerzos y trabajo duro de los habitantes de una nación que, sometida a una dictadura del partido comunista de Mao, sufrió una gran represión bajo la constante acusación de traición a la clase obrera; Estados Unidos tampoco estaba para echar cohetes tras sufrir la dura persecución de 'comunistas' iniciada por el Senador por el estado de Wisconsin MacCarthy, la llamada Caza de Brujas, que se extendió de 1947 a 1957 y obligó a muchos intelectuales, entre ellos notables cineastas como Chaplin, a huir del país o denunciar a sus compañeros para salvarse, como Elia Kazan. Una década después las espadas seguían en alto y el mundo, dividido en bloques, sufría la amenaza constante de la 'Guerra Fría' que llevaba aparejada la psicosis de un enfrentamiento nuclear, del que el cine ha dejado grandes y sobresalientes crónicas.
En este contexto Li Cunxin, formado en la Academia de Baile de Pekin, llega a EE.UU. de la mano de Ben Stevenson, a la sazón director del Ballet de Houston, que lo recluta en la capital china para realizar en EE.UU. un curso de verano. Es esta la forma en que Cunxin inicia un viaje hacia su libertad y el triunfo profesional, pero pronto descubre algo que experimentaron otros artistas huidos de sus países antes que él, como Andrei Tarkovski: en primer lugar que toda elección impone un sacrificio, que la libertad te hace individualmente responsable de tus actos y que esta sobrevalorada libertad occidental está muy limitada por condicionamientos económicos. Cuando el realizador ruso murió de cáncer, a pesar de la admiración que por él sentían sus camaradas occidentales, no disponía del dinero necesario para su tratamiento, y debió aceptar la ayuda de éstos.
El triunfo de Li llevaba siempre aparejada esta nostalgia que no le dejaba dormir. La pérdida de su familia, sus raíces, la imposibilidad de volver a su patria era el contrapunto doloroso a su éxito en los escenarios. Pronto comprendió también las contradicciones que se dan en nuestro mundo y que producen infelicidad: el distanciamiento de su primera mujer norteamericana, a la que quiso y con la que se casó, pero que al contrario que él, con una formación menor y menos cualidades, no tenía ninguna oportunidad de acceder al mundo del espectáculo con dignidad. En la segunda parte del film las condiciones del país asiático habían cambiado extraordinariamente. Muerto Mao, encarcelada la Banda de los Cuatro, de la que formaba parte su esposa, e iniciada la senda del crecimiento económico que está convirtiendo a China en la primera potencia mundial, las relaciones entre países capitalistas con distintos apellidos se relajaron, y los padres de Li fueron llevados a EE.UU. para asistir a una de sus actuaciones, en una operación de claro tinte propagandístico. Final melodramático que pone el broche a un relato desapasionado, en el que ni las coreografías musicales que abarcan desde el ballet revolucionario al capitalista occidental consiguen tocar la fibra sensible del espectador.
Li Cunxin y Chi Cao, el actor que le representa en la edad adulta, reconocen que las cosas han cambiado en su país de origen, que los ciudadanos chinos recorren el mundo con libertad, aunque se trabaja menos duro que antes; el Director de fotografía Peter James revela como ha tenido que manipular la imagen para reconstruir una China que no existe, con texturas y granulados que la presenten más primitiva, y situando la acción en un poblado de las montañas semi-abandonado, porque la aldea natal de Li ya no existe, y en su lugar se han levantado urbanizaciones como las que existen en nuestro mundo. La China tradicional queda en reductos turísticos. Por otra parte el bailarín no estableció su residencia definitiva en EE.UU., sino en Australia, país de origen de su segunda esposa y partener en la danza Mary Mackendry.
Si alguna conclusión se puede sacar del film es la nostalgia que sintieron todos aquellos que en la época de la guerra fría tuvieron que huir de sus países, que no compensaba el triunfo conseguido en las nuevas tierras prometidas. Un maestro cuenta a Li un cuento, paradigma de estos sentimientos: una rana vivía en el fondo de un pozo negro y cuando levantaba la cabeza veía la luz que entraba por el agujero; un día se asomó un sapo y le habló de las bondades del exterior, de su luz y brillantez y a partir de ese momento la rana sólo soñaba con salir de su 'prisión'. En 1995 Li Cunxin actuó en televisión para 500 millones de espectadores, el mundo era global y los muros se iban derribando; la ensoñación ha durado muy poco, y la rana se ha encontrado con la primera crisis económica global.
En este contexto Li Cunxin, formado en la Academia de Baile de Pekin, llega a EE.UU. de la mano de Ben Stevenson, a la sazón director del Ballet de Houston, que lo recluta en la capital china para realizar en EE.UU. un curso de verano. Es esta la forma en que Cunxin inicia un viaje hacia su libertad y el triunfo profesional, pero pronto descubre algo que experimentaron otros artistas huidos de sus países antes que él, como Andrei Tarkovski: en primer lugar que toda elección impone un sacrificio, que la libertad te hace individualmente responsable de tus actos y que esta sobrevalorada libertad occidental está muy limitada por condicionamientos económicos. Cuando el realizador ruso murió de cáncer, a pesar de la admiración que por él sentían sus camaradas occidentales, no disponía del dinero necesario para su tratamiento, y debió aceptar la ayuda de éstos.
El triunfo de Li llevaba siempre aparejada esta nostalgia que no le dejaba dormir. La pérdida de su familia, sus raíces, la imposibilidad de volver a su patria era el contrapunto doloroso a su éxito en los escenarios. Pronto comprendió también las contradicciones que se dan en nuestro mundo y que producen infelicidad: el distanciamiento de su primera mujer norteamericana, a la que quiso y con la que se casó, pero que al contrario que él, con una formación menor y menos cualidades, no tenía ninguna oportunidad de acceder al mundo del espectáculo con dignidad. En la segunda parte del film las condiciones del país asiático habían cambiado extraordinariamente. Muerto Mao, encarcelada la Banda de los Cuatro, de la que formaba parte su esposa, e iniciada la senda del crecimiento económico que está convirtiendo a China en la primera potencia mundial, las relaciones entre países capitalistas con distintos apellidos se relajaron, y los padres de Li fueron llevados a EE.UU. para asistir a una de sus actuaciones, en una operación de claro tinte propagandístico. Final melodramático que pone el broche a un relato desapasionado, en el que ni las coreografías musicales que abarcan desde el ballet revolucionario al capitalista occidental consiguen tocar la fibra sensible del espectador.
Li Cunxin y Chi Cao, el actor que le representa en la edad adulta, reconocen que las cosas han cambiado en su país de origen, que los ciudadanos chinos recorren el mundo con libertad, aunque se trabaja menos duro que antes; el Director de fotografía Peter James revela como ha tenido que manipular la imagen para reconstruir una China que no existe, con texturas y granulados que la presenten más primitiva, y situando la acción en un poblado de las montañas semi-abandonado, porque la aldea natal de Li ya no existe, y en su lugar se han levantado urbanizaciones como las que existen en nuestro mundo. La China tradicional queda en reductos turísticos. Por otra parte el bailarín no estableció su residencia definitiva en EE.UU., sino en Australia, país de origen de su segunda esposa y partener en la danza Mary Mackendry.
Si alguna conclusión se puede sacar del film es la nostalgia que sintieron todos aquellos que en la época de la guerra fría tuvieron que huir de sus países, que no compensaba el triunfo conseguido en las nuevas tierras prometidas. Un maestro cuenta a Li un cuento, paradigma de estos sentimientos: una rana vivía en el fondo de un pozo negro y cuando levantaba la cabeza veía la luz que entraba por el agujero; un día se asomó un sapo y le habló de las bondades del exterior, de su luz y brillantez y a partir de ese momento la rana sólo soñaba con salir de su 'prisión'. En 1995 Li Cunxin actuó en televisión para 500 millones de espectadores, el mundo era global y los muros se iban derribando; la ensoñación ha durado muy poco, y la rana se ha encontrado con la primera crisis económica global.
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