El ente (The entity). Sidney Furie
Ficha técnica: Año : 1982 Duración: 115 min. País:: Estados Unidos. Dirección: Sidney J. Furie. Guión: Frank De Felitta . Música: Charles Bernstein. Fotografía: Stephen H. Burum. Productora: American Cinema. Distribuida por 20th Century Fox
Ficha artística: Reparto: Barbara Hershey, Ron Silver, David Labiosa, George Coe, Margaret Blye, Jacqueline Brookers
El film de Sidney Furie es una obra memorable por un doble motivo: porque recoge las recientes investigaciones sobre el modo de representación cinematográfica de miembros muy destacados de Universidades europeas y nortamericanas, como Iulia Colaizzi, Laura Mulvey, Judith Butler, Gayle Rubin, Martin Jay y tantos otros, y porque abre una ventana al mundo de lo desconocido que genera monstruos que nos acompañan toda la vida.
La película utiliza el background psicoanalista como instrumento para dilucidar cómo y dónde la fascinación del cine se ve reforzada por patterns preexistentes que funcionan en el sujeto y en las formaciones sociales que lo han forjado, para demostrar la manera en la que el inconsciente de la sociedad patriarcal ha estructurado la representación cinematográfica. La paradoja del falocentrismo se basa en la idea de la carencia de la mujer (de sexo masculino dominante) que se materializa en un sentimiento de castración, sublimado en el caso de Carla Moran mediante la inserción del hijo en el nivel de lo simbólico, oscilando entre la plenitud maternal y el recuerdo de su carencia. En la producción literaria y cinematográfica siempre que una mujer ha osado desafiar el sistema patriarcal ha sido sacrificada por su autor (Madamme Bovary, Ana karénina...). La heroína busca la destrucción del placer sexual como arma radical contra el 'hombre' que la somete.
Desde su primera aparición Carla Moran es mostrada y mirada como un icono, a través de una ventana, canalizando la forma de ver y el placer de la mirada del espectador, aislado de los demás en su butaca de la sala oscura, y fascinado por los haces de luz en la pantalla, proyectando en el personaje su deseo reprimido. La mujer es sodomizada siempre ante un espejo en el ámbito de su intimidad, en su cuarto, , incluso con su cara aplastada contra uno de ellos, por algo invisible e inmaterial. Su desarrollo psicológico y emocional comporta fases que no han muerto del todo y que vuelven para vengarse. Víctima de un padre que abusaba de ella, un vicario arcaizante, y ante la impotencia de la madre para proteger a ambas, huye de casa y se empareja primero con un adolescente de su edad, víctima de las drogas e inmaduro, del que tiene un hijo: Billy; su segunda pareja es el anverso de la medalla, un hombre mayor, pero también inconstante, que le deja dos hijas más. El amante actual, Jerry Anderson, es un hombre que viaja y con el que tiene relaciones al margen de la vida familiar, que afronta en solitario.
En resumen, huye de una relación firme y cuando, a los ojos de la sociedad, parece que la ha encontrado, se derrumba, y se inventa, de acuerdo con el diagnóstico del Doctor Weber, Jefe de un equipo de psiquiatras, una circo para encubrir algo tan vulgar como la masturbación y la histeria colectiva en que se ha instalado la familia, un folie à quatre. El joven doctor Sneiderman cae rendido a los pies de una paciente tan singular, dejando volar su fantasía masculina. En sus sueños Carla imagina que el ente es fuerte, pero precisa de la ayuda de dos seres pequeños, fuertes también, lo que lleva a la conclusión al joven médico de que desea a su hijo.
Los relojes marcan el tiempo de la curación que no llega, y, en su desesperación rompe los espejos que le devuelven una imagen que no le satisface, el monstruo que lleva dentro. Tras el fracaso de la ciencia, que creía superada la época de lo sobrenatural (hombres-lobo, demonios, dragones...), desplazada por la razón que diferencia al hombre de otras especies, la protagonista, incapaz de soportar al monstruo, la imagen de su deseo inconfesable, recurre a la parapsicología. Un equipo universitario, liderado por la doctora Cooley, intenta demostrar la existencia objetiva del monstruo, que no es una proyección psíquica, sino una fuerza independiente de otro nivel de realidad, que nunca ha sido aislado. Lo intenta congelándolo y destruyéndolo después con helio, pero el ente activa los compresores, acción que favorece la entrada del héroe, el Doctor Sneiderman, para salvar a la mujer. Al final las pruebas no son contundentes científicamente.
El joven le ofrece establecer esa relación amorosa estable que los facultativos creen que necesita, olvidando su propio diagnóstico, pero ella de forma consecuente lo rechaza. Se informa al espectador de que la historia se basa en un hecho real, pero ¿qué hecho? ¿Estamos ante una alteración psíquica tras una cadena de abusos, o ante un hecho prodigioso? El problema de la mujer no acaba, sólo se amortigua con el paso del tiempo.
Es un film muy recomendable, muy al día en los planteamientos actuales del análisis cinematográfico y con la nota característica de no conocer nunca el aspecto de lo que produce el terror. Digno de figurar en nuestra videoteca.
La película utiliza el background psicoanalista como instrumento para dilucidar cómo y dónde la fascinación del cine se ve reforzada por patterns preexistentes que funcionan en el sujeto y en las formaciones sociales que lo han forjado, para demostrar la manera en la que el inconsciente de la sociedad patriarcal ha estructurado la representación cinematográfica. La paradoja del falocentrismo se basa en la idea de la carencia de la mujer (de sexo masculino dominante) que se materializa en un sentimiento de castración, sublimado en el caso de Carla Moran mediante la inserción del hijo en el nivel de lo simbólico, oscilando entre la plenitud maternal y el recuerdo de su carencia. En la producción literaria y cinematográfica siempre que una mujer ha osado desafiar el sistema patriarcal ha sido sacrificada por su autor (Madamme Bovary, Ana karénina...). La heroína busca la destrucción del placer sexual como arma radical contra el 'hombre' que la somete.
Desde su primera aparición Carla Moran es mostrada y mirada como un icono, a través de una ventana, canalizando la forma de ver y el placer de la mirada del espectador, aislado de los demás en su butaca de la sala oscura, y fascinado por los haces de luz en la pantalla, proyectando en el personaje su deseo reprimido. La mujer es sodomizada siempre ante un espejo en el ámbito de su intimidad, en su cuarto, , incluso con su cara aplastada contra uno de ellos, por algo invisible e inmaterial. Su desarrollo psicológico y emocional comporta fases que no han muerto del todo y que vuelven para vengarse. Víctima de un padre que abusaba de ella, un vicario arcaizante, y ante la impotencia de la madre para proteger a ambas, huye de casa y se empareja primero con un adolescente de su edad, víctima de las drogas e inmaduro, del que tiene un hijo: Billy; su segunda pareja es el anverso de la medalla, un hombre mayor, pero también inconstante, que le deja dos hijas más. El amante actual, Jerry Anderson, es un hombre que viaja y con el que tiene relaciones al margen de la vida familiar, que afronta en solitario.
En resumen, huye de una relación firme y cuando, a los ojos de la sociedad, parece que la ha encontrado, se derrumba, y se inventa, de acuerdo con el diagnóstico del Doctor Weber, Jefe de un equipo de psiquiatras, una circo para encubrir algo tan vulgar como la masturbación y la histeria colectiva en que se ha instalado la familia, un folie à quatre. El joven doctor Sneiderman cae rendido a los pies de una paciente tan singular, dejando volar su fantasía masculina. En sus sueños Carla imagina que el ente es fuerte, pero precisa de la ayuda de dos seres pequeños, fuertes también, lo que lleva a la conclusión al joven médico de que desea a su hijo.
Los relojes marcan el tiempo de la curación que no llega, y, en su desesperación rompe los espejos que le devuelven una imagen que no le satisface, el monstruo que lleva dentro. Tras el fracaso de la ciencia, que creía superada la época de lo sobrenatural (hombres-lobo, demonios, dragones...), desplazada por la razón que diferencia al hombre de otras especies, la protagonista, incapaz de soportar al monstruo, la imagen de su deseo inconfesable, recurre a la parapsicología. Un equipo universitario, liderado por la doctora Cooley, intenta demostrar la existencia objetiva del monstruo, que no es una proyección psíquica, sino una fuerza independiente de otro nivel de realidad, que nunca ha sido aislado. Lo intenta congelándolo y destruyéndolo después con helio, pero el ente activa los compresores, acción que favorece la entrada del héroe, el Doctor Sneiderman, para salvar a la mujer. Al final las pruebas no son contundentes científicamente.
El joven le ofrece establecer esa relación amorosa estable que los facultativos creen que necesita, olvidando su propio diagnóstico, pero ella de forma consecuente lo rechaza. Se informa al espectador de que la historia se basa en un hecho real, pero ¿qué hecho? ¿Estamos ante una alteración psíquica tras una cadena de abusos, o ante un hecho prodigioso? El problema de la mujer no acaba, sólo se amortigua con el paso del tiempo.
Es un film muy recomendable, muy al día en los planteamientos actuales del análisis cinematográfico y con la nota característica de no conocer nunca el aspecto de lo que produce el terror. Digno de figurar en nuestra videoteca.
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