Paris, Texas. Wim Wenders.
Paris Texas, célebre road movie del alemán Win Wenders, se ha incorporado al imaginario colectivo por la tristísima balada de Ry Cooder, leitmotif de Travis, Harry Dean Stanton, que realizó en este film el papel más notable y carismático de su carrera. Lo que hace más desasosegante la travesía del personaje es el desconocimiento por el espectador de los motivos de su desaparición primero y su búsqueda después, en la que incorpora a Hunter, hijo de su matrimonio desestructurado. A la inquietud que produce el viaje de un hombre por caminos solitarios, polvorientos y poco aptos para la comunicación se une el mutismo de un individuo catatónico y amnésico, que sugiere que esconde en lo más profundo de su subconsciente un gran drama, ante el que ha puesto una sólida barrera que impide que emerja en el nivel de la conciencia. Lo hará en forma de super ocho doméstico y álbum de fotografías.
En su travesía por el desierto, contemplado por un halcón, las amenazas, los monstruos los lleva consigo mismo (¿ historia de un maltrato?); su indumentaria convencional pero polvorienta, testigo de su caminar sin descanso, y su gorra roja contribuyen a la construcción de la diégesis, que el espectador no puede completar. Su única conexión con el pasado la constituye una tarjeta de visita con el nombre de su hermano, Walter A.Henderson, un publicista que se ha encargado, junto con su mujer Anne, de la custodia de su hijo Hunter en sus cuatro años de ausencia.
¿ Esconde algo o persigue algo ? Cámaras fijas en las que los personajes entran y salen de campo articulan el relato que a medida que avanza dan la clave para la solución del dilema, supliendo la ausencia de diálogos. Travis aparece en Texas y, aunque la familia es el soporte necesario para la recuperación de la dignidad perdida, debe proseguir el camino que se ha marcado para su regeneración, y que ahora está simbolizado por la vía del tren que circula por unos railes sin posibilidad de desviarse del camino.
Caminos, carreteras, vias ferroviarias, son en definitiva líneas rectas que convergen en su París particular, sus orígenes, su Arcadia perdida, el primer lugar en que sus padre hicieron el amor y donde él fue concebido, donde sueña con la reconstrucción de la familia. En la segunda parte, en la que comparte su viaje con el niño, le llevan el Peep-Show, el espectáculo erótico de cabinas en el que está la también huida Jane. Pero ya no se trata de reunir a una familia sino de reparar un daño. En este sentido la road movie se acerca al western en el que el héroe recorre la única calle del poblado para restablecer el equilibrio y después seguir su camino. La secuencia del avión en el que se niega a volar y alejarse de sus raíces prueba que no está en su proyecto evadirse.
Toda elección supone un sacrificio, una pérdida; durante el tiempo que ha durado la huida de sus padres Hunter ha encontrado un hogar con Walter, y ahora siente la amenaza a su estabilidad emocional; muy elocuente el plano filmado debajo de la mesa en el que se muestra el movimiento inquieto de los pies del niño. ¿ Cuál es la verdadera familia ? ¿Pesan más los lazos biológicos que los nacidos de la convivencia y el amor ? Su auténtica madre es una imagen fotográfica, a la que deberá aprender a querer, mientras Anne sufre la pérdida del hijo.
En el cine de Wenders hay poco espacio para el optimismo o la ilusión que proyectan las grandes vallas publicitarias del hermano de Travis. Las cosas no se ven igual desde el suelo dice éste, más proclive a interiorizar el discurso apocalíptico del profeta-loco que se cruza en su camino. Calles y caminos desiertos, sin ningún signo humano, colocan al hombre sólo ante sus errores, vencido por sus prejuicios; si el niño re-conoce a su madre por medio de imágenes, descubre a su padre a través de una grabación, un hombre que tiene miedo, pero tiene más miedo aún a no enfrentarse a su miedo.
El diálogo final entre Travis y Jane es revelador. Curioso fundido del rostro de ambos formando una sola imagen. El reencuentro de la madre y su hijo cierra el film, pero no pone fin al viaje del solitario Travis por las calles y caminos sin vida iluminados artificialmente; el protagonista aparece en paisajes quemados porel sol y sale de la pantalla hacia una noche continua, cumplido su objetivo.
En su travesía por el desierto, contemplado por un halcón, las amenazas, los monstruos los lleva consigo mismo (¿ historia de un maltrato?); su indumentaria convencional pero polvorienta, testigo de su caminar sin descanso, y su gorra roja contribuyen a la construcción de la diégesis, que el espectador no puede completar. Su única conexión con el pasado la constituye una tarjeta de visita con el nombre de su hermano, Walter A.Henderson, un publicista que se ha encargado, junto con su mujer Anne, de la custodia de su hijo Hunter en sus cuatro años de ausencia.
¿ Esconde algo o persigue algo ? Cámaras fijas en las que los personajes entran y salen de campo articulan el relato que a medida que avanza dan la clave para la solución del dilema, supliendo la ausencia de diálogos. Travis aparece en Texas y, aunque la familia es el soporte necesario para la recuperación de la dignidad perdida, debe proseguir el camino que se ha marcado para su regeneración, y que ahora está simbolizado por la vía del tren que circula por unos railes sin posibilidad de desviarse del camino.
Caminos, carreteras, vias ferroviarias, son en definitiva líneas rectas que convergen en su París particular, sus orígenes, su Arcadia perdida, el primer lugar en que sus padre hicieron el amor y donde él fue concebido, donde sueña con la reconstrucción de la familia. En la segunda parte, en la que comparte su viaje con el niño, le llevan el Peep-Show, el espectáculo erótico de cabinas en el que está la también huida Jane. Pero ya no se trata de reunir a una familia sino de reparar un daño. En este sentido la road movie se acerca al western en el que el héroe recorre la única calle del poblado para restablecer el equilibrio y después seguir su camino. La secuencia del avión en el que se niega a volar y alejarse de sus raíces prueba que no está en su proyecto evadirse.
Toda elección supone un sacrificio, una pérdida; durante el tiempo que ha durado la huida de sus padres Hunter ha encontrado un hogar con Walter, y ahora siente la amenaza a su estabilidad emocional; muy elocuente el plano filmado debajo de la mesa en el que se muestra el movimiento inquieto de los pies del niño. ¿ Cuál es la verdadera familia ? ¿Pesan más los lazos biológicos que los nacidos de la convivencia y el amor ? Su auténtica madre es una imagen fotográfica, a la que deberá aprender a querer, mientras Anne sufre la pérdida del hijo.
En el cine de Wenders hay poco espacio para el optimismo o la ilusión que proyectan las grandes vallas publicitarias del hermano de Travis. Las cosas no se ven igual desde el suelo dice éste, más proclive a interiorizar el discurso apocalíptico del profeta-loco que se cruza en su camino. Calles y caminos desiertos, sin ningún signo humano, colocan al hombre sólo ante sus errores, vencido por sus prejuicios; si el niño re-conoce a su madre por medio de imágenes, descubre a su padre a través de una grabación, un hombre que tiene miedo, pero tiene más miedo aún a no enfrentarse a su miedo.
El diálogo final entre Travis y Jane es revelador. Curioso fundido del rostro de ambos formando una sola imagen. El reencuentro de la madre y su hijo cierra el film, pero no pone fin al viaje del solitario Travis por las calles y caminos sin vida iluminados artificialmente; el protagonista aparece en paisajes quemados porel sol y sale de la pantalla hacia una noche continua, cumplido su objetivo.
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