Werner Herzog. Fata Morgana


Para James Gray, autor de Two Lovers, el cine de autor tiene sus propios clichés, aunque tan sólo los percibamos raramente: el estilo pesudodocumental, la cámara al hombro, una mala imagen un poco desenfocada...

Algo de esto hay en el filme de Herzog, Fata Morgana, que es la mirada más cruelmente irónica sobre el hombre, y con mayor lucidez del mundo que se estaba generando, hecha hace ya casi cuarenta años. Mientras una voz en off narra un mito primitivo sobre el origen de la tierra y el hombre, las imágenes van desmintiendo tanto lirismo. La colonización del tercer mundo lo privó de sus recursos, a la par que lo iba convirtiendo en un basurero nada idílico. Las comunicaciones, por tierra, mar y aire, la electricidad y sus estructuras impactantes conectaban los núcleos de explotación, dejando a la población en el estado primitivo y ancestral en que la habían encontrado (El Paraíso).

Pero algo había empeorado: las chozas de hojas y madera eran sustiruidas por cohes y restos de aviones y carros de combate abandonados, que por mor de la pobreza se convertían en horribles habitáculos sin condiciones higiénicas; los paisajes verdes, cuando existían, eran sustiuidos por chimeneas que echaban fuego y humo. A su alrededor animales muertos y abandonados in situ, neumáticos, botes de comida enlatada...El Paraiso, al que los hombres ya llega muertos al mundo.

Aconsejamos ver esta película, sin guión, estructurada en tres partes (Creación, Paraiso y la era dorada), rodeada en el desierto del Sahara, a la que la combinación de imágenes, palabra y música convierte en una obra de arte. Los orgullosos países desarrollados del primer mundo no salimos bien parados en la edad dorada; tendríamos que hacer algún esfuerzo para recordar que la pobreza también nos ha obligado a emigrar a otros mundos, en vez de fomentar el enfrentamientos entre los pueblos e intentar definirnos en el rechazo del otro.

Las técnicas utilizadas la convierten en referente de muchos directores independientes actuales, como Gus Van Sant, por el uso de las texturas, la edición, los largos travellings...La amarga y cruel ironía es difícil de superar.


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