Jean-Pierre Jeunet. Amelie
Jean-Pîerre Jeunet nos cuenta una historia enternecedora, un cuento para adultos, en el que todo contribuye a crear ese clima mágico y fantástico buscado por el autor: la saturación del color, el uso de filtros muy vivos, los planos largos, picados y contrapicados, ojos de buey...Se le ha llamado cine champagne (feel good movie para los americanos ) cuyo objetivo es hacer feliz a la gente.
Amelie es una niña educada en una familia estricta e incapaz de transmitir afecto; su padre médico militar, su madre maestra en un colegio y presa constante de ataques de nervios. Una voz en off comienza narrando la historia y diciéndonos qué les gusta y qué no a los personajes. La falta de contacto físico en la familia hace que el padre crea que su hija, que se acelera cuando se le acerca, tiene una afección cardiaca, por lo que no va al colegio y se ve privada de la relación social con otros niños; el ambiente es tan irrespirable que hasta el pez tiene tendencias suicidas, y en este contexto esperpéntico, la madre muere al caerle encima una turista de Quebec ( curiosa la notación de la nacionalidad) que se suicida arrojándose desde una de las torres de la Catedral de Notre Dame.Devuelto a su medio natural su único compañero, Cachalote (el pez) ,y muerta la madre, Amelie queda sola con un padre que se dedica al culto de su esposa muerta. Ella sólo tiene un objetivo: hacerse mayor e irse de casa.
Vemos pues a Amelie Poulain, tan pronto como cumple la mayoría de edad, trabajando en el café Deux Molins, que regenta su dueña Suzanne, antigua cabaretera, compartiendo su vida con sus compañeros Gina y Georgette, la tabaquera hipocondriaca y algunos clientes como el escritor Hipólito y el amante rechazado, Joseph. La escalera en la que vive también tiene unos vecinos muy particulares: la portera, abandonada por el marido, el dueño de la verdulería y especialmente el hombre de cristal, Raymond Dufayel, que pinta el mismo cuadro, año tras años: El almuerzo de los remeros de Renoir. En cada versión les cambia los manjares.
Una niña que ha crecido solitaria tiene unas características especiales que favorecen el desarrollo del cuento: es introvertida y soñadora. Un hecho despierta sus instintos más recóndicos: la muerte de Lady Di; a partir de ese momento empieza a intentar arreglar (como Emma de Jane Austen) los problemas de los demás: devolver sus juguetes al antiguo inquilino de su casa (la emoción de encontrarse con la infancia perdida ); evitar la rutina del Sr. Dufayel, enviándole vídeos que muestran distintos aspectos de la vida; hacer viajar a su padre; ayudar al empleado del tiránico verdulero. Sacando fuerzas de su interior, un día que éste humilla publicamente al joven recatado, que adora y acaricia las verduras, le dice: "Usted nunca será una hortaliza, porque hasta las alcachofas tienen corazón"
Pero mientras sueña que arregla los asuntos de los demás, no advierte que su tiempo se pasa sin haber sentido nunca el amor de unos padres y dejando que se le escape el de los hombres; el Sr. Dufayel, que la observa desde una cámara fotográfica (nunca sale de casa) le devuelve las cortesías en forma de consejo : "La suerte es como el Tour de Francia, lo esperas todo el año y pasa en cinco minutos". Aemlie lo entiende y va en busca de Nino, pluriempleado que arregla las máquinas de fotomatón, atesorando las fotografías que los clientes desechan. Ambos imaginativos y fantásticos crean historias sobre las fotos rotas de un hombre que aparecen en todas las cabinas; resulta ser el empleado que las arregla . La realidad irrumpe en la ficción.
No se olvida Jean Pierre-Jeunet de los críticos, cuando hacer decir al escritor Hipólito que son como sanguijuelas que viven chupando de la invectiva contra los escritores. Amelie le recompensa de su tristeza, escribiendo un verso suyo en la pared: "Sin ti las emociones de hoy no serían sino la piel muerta de las de ayer".
Amelie es una niña educada en una familia estricta e incapaz de transmitir afecto; su padre médico militar, su madre maestra en un colegio y presa constante de ataques de nervios. Una voz en off comienza narrando la historia y diciéndonos qué les gusta y qué no a los personajes. La falta de contacto físico en la familia hace que el padre crea que su hija, que se acelera cuando se le acerca, tiene una afección cardiaca, por lo que no va al colegio y se ve privada de la relación social con otros niños; el ambiente es tan irrespirable que hasta el pez tiene tendencias suicidas, y en este contexto esperpéntico, la madre muere al caerle encima una turista de Quebec ( curiosa la notación de la nacionalidad) que se suicida arrojándose desde una de las torres de la Catedral de Notre Dame.Devuelto a su medio natural su único compañero, Cachalote (el pez) ,y muerta la madre, Amelie queda sola con un padre que se dedica al culto de su esposa muerta. Ella sólo tiene un objetivo: hacerse mayor e irse de casa.
Vemos pues a Amelie Poulain, tan pronto como cumple la mayoría de edad, trabajando en el café Deux Molins, que regenta su dueña Suzanne, antigua cabaretera, compartiendo su vida con sus compañeros Gina y Georgette, la tabaquera hipocondriaca y algunos clientes como el escritor Hipólito y el amante rechazado, Joseph. La escalera en la que vive también tiene unos vecinos muy particulares: la portera, abandonada por el marido, el dueño de la verdulería y especialmente el hombre de cristal, Raymond Dufayel, que pinta el mismo cuadro, año tras años: El almuerzo de los remeros de Renoir. En cada versión les cambia los manjares.
Una niña que ha crecido solitaria tiene unas características especiales que favorecen el desarrollo del cuento: es introvertida y soñadora. Un hecho despierta sus instintos más recóndicos: la muerte de Lady Di; a partir de ese momento empieza a intentar arreglar (como Emma de Jane Austen) los problemas de los demás: devolver sus juguetes al antiguo inquilino de su casa (la emoción de encontrarse con la infancia perdida ); evitar la rutina del Sr. Dufayel, enviándole vídeos que muestran distintos aspectos de la vida; hacer viajar a su padre; ayudar al empleado del tiránico verdulero. Sacando fuerzas de su interior, un día que éste humilla publicamente al joven recatado, que adora y acaricia las verduras, le dice: "Usted nunca será una hortaliza, porque hasta las alcachofas tienen corazón"
Pero mientras sueña que arregla los asuntos de los demás, no advierte que su tiempo se pasa sin haber sentido nunca el amor de unos padres y dejando que se le escape el de los hombres; el Sr. Dufayel, que la observa desde una cámara fotográfica (nunca sale de casa) le devuelve las cortesías en forma de consejo : "La suerte es como el Tour de Francia, lo esperas todo el año y pasa en cinco minutos". Aemlie lo entiende y va en busca de Nino, pluriempleado que arregla las máquinas de fotomatón, atesorando las fotografías que los clientes desechan. Ambos imaginativos y fantásticos crean historias sobre las fotos rotas de un hombre que aparecen en todas las cabinas; resulta ser el empleado que las arregla . La realidad irrumpe en la ficción.
No se olvida Jean Pierre-Jeunet de los críticos, cuando hacer decir al escritor Hipólito que son como sanguijuelas que viven chupando de la invectiva contra los escritores. Amelie le recompensa de su tristeza, escribiendo un verso suyo en la pared: "Sin ti las emociones de hoy no serían sino la piel muerta de las de ayer".
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