Las chicas de la sexta planta. Philippe Le Guay.
Ficha técnica, sinopsis, críticas, cartel y trailer (pinchad aquí)
Crítica.
Esta semana la revista Tiempo lanza esta película que ningún español debiera dejar de ver para sentir, aunque sea de forma vicaria, el dolor y, en ocasiones, la pérdida de dignidad, la humillación de quien sale de su país para servir a los demás.
Estremece leer la crítica que realiza Aurelien Le Genissel sobre este filme francés, cuyo título desempolva la triste realidad de la emigración de las mujeres españolas durante la vigencia del franquismo, que ocupaban el último piso, al que se llamaba la 'chambre de bonne'. Mientras nuestros gobernantes pasean actualmente su orgullo por Europa, el crítico francés hace un triste vaticinio para la generación de españoles mejor formada: "Un exilio que la crisis económica actual parece estar obligando a repetir a buena parte de la juventud española". Todavía penden en el aire las oscuras palabras publicadas en The Guardian, de que los españoles trabajarían en cualquier cosa para pagarse un alquiler en Inglaterra.
El film francés no es, ni mucho menos, una película didáctica al estilo de Wall Street o Margin Call, lo que sería exigible en el año 2012, sino que el personaje de Fabrici Luchini, interpretado por Jean Louis Joubert, protagoniza una pieza nostálgica en la que un viejo banquero que se ha enriquecido con los primeras especulaciones en la bolsa, se muestra como un aristócrata de Visconti, aunque bastante más bizarro y cutre, muy alejado del tiburón Gordon Gekko, que condensa todos los tópicos de una época en la que al parecer los europeos en su conjunto éramos unos paletos en esto de especular con dinero. Este noble personaje debe soportar estoicamente a las histriónicas y caricaturescas mujeres de la sexta planta, un grupo de españolas que , como simplifica la película, limpian muy bien, cocinan mejor pero no paran de cantar, gritarse entre los pisos, pelearse sobre política y religión y bailar hasta altas horas de la noche (Aurélien Le Genissel). El círculo se cierra cuando el banquero se enamora de una de las criadas, (el tópico de los tópicos) comenzando una serie de ocurrencias y gags basados en tópicos manidos y en absurdas convenciones. Le Genissel concluye afirmando que si no piensas y dejas la mente en blanco puedes disfrutar ante una narración sencilla y sin fisuras. En caso contrario puedes acabar enfadándote ante tanto personaje burdo y grotesco. Otra posibilidad es ilustrarte sobre el pasado y reflexionar acerca de si lo quieres repetir.
En España no ha sentado bien esta película, como evidencia el corte realizado por Filmaffinity de la crítica de Jordi Costa en el diario El País: "Hay tanto cliché en la representación de esas españolas (...) como en el retrato de las burguesas parisinas (...) Le Guay demuestra que entre Francia y España no están solo los Pirineos: también se extiende un infranqueable prejuicio cultural." Otros prefieren mirar hacia otra parte e ignorar, metiendo la cabeza en la tierra pero sin el discreto encanto de la burguesía, un recuerdo que hace daño, porque, en caso de producirse el vaticinio de Le Genissel, hoy los europeos gozarían de chachas cultivadas, con educación, que podrían entretener a los padres y educar a los hijos, por el módico salario de un minijob, que reclama Angela Merkel. Almudena Muñoz ("Las chicas de la 6ª planta". La chacha y el señorito. La Butaca,net) advierte de que la película parece retratar los pasos previos de nuestra crisis. Lo triste es que detrás de las risas que provoca se esconde el discurso de una Europa retrógrada y la búsqueda de la sumisión de los ciudadanos de cualquier país que integra su precaria unidad. Nadie quiere pagar una crisis que no ha provocado, aunque sólo sea porque no ha tenido la oportunidad, y cuando se totaliza se deforma: ni todos los españoles y españolas serán criados de los franceses, ni todos los franceses serán homologables al 'refinado' banquero. Se trata de tener las ideas claras.
En la versión española se ha realizado un triste doblaje, en el que los franceses hablan español con acento francés, incluso cuando nada ni nadie lo justifica, y no logro entender el motivo. ¿Será para que los espectadores distingan a los franceses y a los españoles? Las españolas ya están bastante significadas gritando por las ventanas, bebiendo vino y coñac, rezando en las iglesias cubiertas con negras mantillas, mientras un cura andaluz hace su homilía ceceando, como hacen las clases bajas de Andalucía. En la puerta, la única emigrada política, Carmen, interpretada por Lola Dueñas, reparte pasquines incitando a la revolución, ante el reproche de sus compañeras de la sexta planta. El público mayoritario está constituido fundamentalmente por mujeres de edad avanzada que disfrutan recordando como 'otras' se iban del país a ejercer de criadas de los europeos.
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