Eichmann, Robert Young
Ficha técnica:
Título original: Eichman.
País: Reino Unido.
Año: 2007.
Duración: 97 minutos.
Dirección: Robert Young.
Guión: Snoo Wilson.
Casting:
Dirección de Fotografía: Michael Connor.
Música: Richard Harvey.
Montaje: Saska Simpson.
Diseño de Vestuario: Alison Ritchie.
Productor: Karl Richards.
Productores ejecutivos: Adrian Politowski, Jeremy Burdek, Nadia Khamlichi, Jimmy De Brabant, Michael Dounaev, Mike Klein.
Co-producción: Peter Bevan, József Cirkó, Mikael Frenschowski.
Diseño de producción: Tibor Lázar.
Compañías: Media Entetainment presenta una producción E-Motion, en asociación con Thema Productions y Motion Investiment Group.
Intérpretes:
Thomas Kretschmann: Adolf Eichmann
Troy Garity: Capitán Avner Less
Franka Potente: Vera Less,
Stephen Fry:
Sinopsis:
Adolf Eichmann, Jefe de Asuntos de los Judíos de la Gestapo, se conviritó en figura clave del holocausto nazi, al ser el encargado de coordinar el transporte de los judíos a los campos de concentración. Al caer el régimen, este criminal de guerra huyó a Argentina donde llevó una vida normal en el anonimato hasta el momento de su detención. La película narra las confesiones que realizó Eichman al capitán Avner Less durante el largo juicio al que fue sometido y que finalizó con su condena a morir en la horca.
Preguntado por las razones que le llevaron a participar en el exterminio del pueblo judío y gitano por los nazis, respondía con una falsa modestia, la frialdad de quien se benefició de la cercanía del poder, una proximidad que le permitió disfrutar de lujos inconcebibles para un pueblo en guerra (champán, viviendas lujosas, mujeres abundantes) combinada con la altanería de quien afirma tener la conciencia libre de culpa, porque cumplía las órdenes de su dios, Hitler, que no necesitaban ser descifradas por ningún miembro de la cadena de mando, por muy importante que fuera su cargo. Su misión consistía en limpiar la sangre de la pura raza aria, incluidos judíos arios, como los griegos, que habían degradado su naturaleza mediante la práctica de un sexo promiscuo. Dirigía un departamento que se llamaba IV-B4: el numero IV romano por la Gestaspo. la B, por la religión, y el 4 por los judíos. Era un simple departamento de transporte, lo que explica el anonimato relativo de que disfrutaba antes de que los 'traidores' de Nuremberg (otros nazis), colaboradores con el tribunal formado por los que ganaron la guerra, los delataran. Su trabajo no consistía en ser querido (cuidado con los tiranos!)."Cuando se reflexiona sobre mi papel,- afirma -, me parece tan carente de importancia, ya que no tuvo éxito, aunque siempre debe existir una sutil relación con los más de cinco millones que se fueron a través de las calderas. Las partículas deben caer en alguna parte." Afirmaba no tener ni idea del sufrimiento que él causaba, aunque, consciente de la debilidad democrática de sus jueces, negaba cualquier informe que lo vinculara con los altos cargos del III Reich, ya fuera Himmler, o el General Juttner de la Waffen-SS; Hitler enamoró a todos, y cada uno de ellos sabía interpretar directamente sus órdenes. Pero pasa por alto que cuando Himmler le ordenó suspender la ejecución de judíos, decretó que todos ellos y los niños mayores de 10 años fuesen deportados a Auschwitz y Dachau, y ejecutados en las cámaras de gas, algo que niega, incluso delante de los documentos firmados por el jefe de las SS y él mismo. ¿Cómo puede alguien olvidarse del asesinato de tanta gente? Quien asesinó a 500.000 niños o seccionó las cabezas de hombres vivos para obtener cal, sólo tenía un argumento: eran judíos.
En el interrogatorio va cayendo hecha pedazos su máscara y va apareciendo el verdadero rostro de un hombre real, un ser mediocre e infiel, un buen padre de familia que engañaba constantemente a su esposa con otras, entre ellas mujeres ricas como una judía austriaca, cuya lujosa granja fue expropiada por el III Reich; una baronesa, que jugaba a doblegarle con el poder sexual que ejercía sobre él, y disfrutaba viendo cómo asesinaba bebés, con tan solo indicarle que tenían la sangre sucia. Aunque rechazaba ser considerado antisemita, acusa a Al Husseini, el Mufti de Jerusalén , Presidente del Consejo Supremo Musulmán, de serlo y de haber pedido la extinción del pueblo judío, ( conoció a Eichman en Palestina, en 1938 ), pero no era él, un oscuro funcionario, quien lo impresionaba, sino Hitler; se paseó por algunos campos de concentración como parte de una visita diplomática en 1941. y, se ignora la razón por la que "Mein Kampf" se tradujo al árabe.
Años más tarde, Henri Verneuil hizo un film, I...como Icaro /I comme Icaro, (1978), que explica actitudes como la de Eichmann e intenta demostrar que cuando lo imaginario no se toma de la realidad no es bueno ; no hay suspense si no hay verosimilitud. La película se basa en una serie de experiencias de sumisión a la autoridad que se llevaron a cabo en la Universidad de Yale entre 1960 y 1963, a cargo del profesor Stanley Milgram. El fiscal de una comisión de investigación, organizada tras el magnicidio de John Fitzgerald Kennedy, se manifiesta en desacuerdo con los resultados de la misma, al producirse sospechas fundadas de que se disolvía bajo presiones con el fin de declarar único culpable a un joven fallecido en el intento. Con una puesta en escena minimalista y convencional, el director se introduce en el oscuro mundo de los servicios secretos y su modus operandi, sobre la capacidad de obediencia del hombre y su sometimiento a la autoridad, mediante un sistema de educación inductiva que usa el castigo como metodología de enseñanza.
El individuo, inducido, aplica códigos de castigo irritantes simplemente porque ha recibido una orden, pero, a su vez, sufre un intenso conflicto emocional y sólo rompiendo con la autoridad puede alcanzar de nuevo el equilibrio. Si se acepta el principio de autoridad, el sujeto se desentiende de cualquier responsabilidad. Sólo si desaparece la coherencia del sistema jerárquico y hay desacuerdo entre los que ejercen la autoridad, se debilita la obediencia, Esta explicitación de cómo funcionan los tiranos, que abundan incluso en las sociedades demócratas, permite entender qué pasó primero y cual es el desenlace de la historia, que se repite cada vez que se reparten las responsabilidades de tal manera que nadie es consciente del acto final. Una película didáctica y muy útil para el espectador que quiera conocer los efectos de una sociedad que se rige por la disciplina y la obediencia ciega de unos súbditos que ni tan siquiera son remunerados adecuadamente. El profesor Milgram pagaba tan sólo 6 dólares a los que se prestaban a participar en sus experimentos.
Margarethe Von Trotta , al abordar el papel que jugó Hannah Arendt, que contribuyó a enrarecer más todavía, si es posible un ambiente, en el que prensa israelita no era partidaria de gastar el dinero del contribuyente en un juicio, se trasladó a Jerusalén y cometió el pecado de la arrogancia, la superioridad que creía que le daba el saber, cuya luz la cegó y la empujó a dar el triple salto mortal, lanzándose desde el trampolín del discurso académico, la disciplina filosófica, a la divulgación en un medio de comunicación, The New Yorker de lo que opinaba sobre Eichmann, un hecho que empeoró con la posterior publicación de unos escritos en forma de libro, 'Eichman en Jerusalén. Un estudio sobre la banalización del mal'.repleto de teorías controvertidas y discutibles, por muy exquisita que fuera esta publicación. La cineasta al acercarse a la pensadora judía, nos mostró a una mujer que no quiso seguir ningún credo, ni someterse al yugo de ninguna patria, sino ser fiel a sus amigos, y que sufrió la triste experiencia de perderlos a todos, heridos en lo más profundo de su ser, al sentirse atacados y señalados como co-responsables del holocausto. Si el libro de la filósofa extendió la especie de que las élites judías participaron en la masacre de su pueblo de forma injusta, el film de Von Trotta criminaliza al ciudadano medio en el imaginario popular, que quizás no entiende que no tono el mundo puede convertirse en un gran criminal, pero que un asesino puede venir de cualquier parte.
(1)
La formuladora de la teoría del totalitarismo fue incapaz de prever las consecuencias de su altanería, refugiándose tras un sarcasmo que cada vez le servía menos de escudo. La que fue capaz de darse cuenta de que se había dado un salto cualitativo desde el pensamiento tradicional,- según el cual los peores crímenes de la humanidad respondían a estímulos egoístas -, a la expansión de un mal radical que ha presidido los crímenes del siglo XX, que nada tienen que ver con el egoísmo, tal y como lo entendemos, sino con el intento de convertir a los seres humanos en realidades superfluas. Constata este hecho en los campos de concentración, donde se trabajaba sin fisuras para convencer a los prisioneros de que eran innecesarios y donde los castigos no tenían nada que ver con la comisión de un delito... Pero fue incapaz, repetimos, de conectar con sus compañeros de cátedra y camaradas intelectuales . Si bien denunciaba que toda actividad y acontecimiento carecía de sentido y este sinsentido era generado de forma activa, resultaba inquietante que en su intento de entender y de hacernos partícipes de sus elucubraciones filosóficas, quedara en el aire una terrible pregunta: ¿ A qué responde tanta maldad, si no es al egoísmo, al deseo de explotar a los más débiles, a la avaricia...? Su amigo Hans quizás le dio la respuesta. Una respuesta que todos necesitamos para saber cómo actuar si tenemos necesidad de enfrentarnos de nuevo al mal, tal como ella misma predicaba. Cuando acude como reportera al juicio de Adolf Eichman, observa que es un hombrecillo que no le da miedo, que jamás había hecho nada por iniciativa propia, que no tenía intenciones, ni buenas ni malas, que sólo cumplía órdenes, y creyó que el resultado de esta observación era la prueba de que el mal más grande del mundo puede ser cometido por cualquiera y que no es necesario tener ningún motivo, ni convicciones, basta con negarse a ser persona, fenómeno al que llama la banalidad del mal. Eichmann no era Mefisto, no hizo daño 'personalmente' a nadie, sólo enviaba a la muerte a los demás, pero no se sentía responsable; el había cumplido su trabajo, incluso cuando le pidieron que cesara. Hay un abismo entre la brutalidad de los hechos y la mediocridad de quien los realiza, concluye.
Su gran amigo, Hans Jonas, le hace una reflexión terrible: la acusa de haber actuado con arrogancia y un gran desconocimiento de los asuntos de los judíos, comportándose como la típica intelectual alemana que mira a este pueblo por encima del hombro, que no tiene reparos en acusarlo de complicidad en el holocausto y que nunca pudo aceptar que había sido traicionada por el pueblo alemán: "Ellos te echaron, Hannah, y si hubieran podido te hubieran matado (...) A partir de hoy termina mi amistad con la favorita de Heidegger". La filósofa acaba negando lo que predicaba al principio, que el mal podía ser radical. Consciente y radical solo puede ser el bien; hay algo por encima del ser humano, pero qué es: ¿La locura, el resentimiento...? Una leyenda cierra el film:" Volvió a tocar el tema una y otra vez y aún lo debatía a la hora de su muerte." Cuando dedicas tanto esfuerzo a intentar convencer, al observar el vacío a tu alrededor, lo que buscas en realidad es imponer tu criterio. Quizás la respuesta esté en ese espacio entre la resistencia y la colaboración, por el que perpetra el mal banal cuando, por razones que no se explicitan, se quiebra la moral de los pueblos. Stanley Milgran se ocupó de cómo se formaba la mentalidad sumisa, coincidiendo sus experimentos con lo declarado por Adolf Eichman. Como puede pues advertirse si observamos la realidad que nos circunda, es muy difícil llegar a un acuerdo de mínimos entre todos y evitar que se reproduzca este crimen contra la humanidad: unos querían ser escrupulosos demócratas y juzgar a un hombre que llevó a la cámara de gas y a los campos de exterminio a millones de personas, porque el führer así se lo ordenó; otros querían simplemente matarlo y ahorrarse el dinero del juicio y arremetieron contra su interrogador, Avner Lesse, y su familia. Muchos nazis se libraron, porque los juicios de Núremberg, muy cuestionados por algunos desde el principio, sólo juzgaron a 611 personas, de 4850 peticiones individuales, y hoy cineastas del mundo austro-germano los sitúan en los gobiernos de diferentes países del área. Por si faltaba poco Hannah Arendt hizo un discurso sobre la banalización del mal, que le costó la pérdida de la tranquilidad hasta el fin de sus días, acusada de soberbia por sus más íntimos amigos.
Mientras desfilan los créditos finales, una voz en off nos recuerda que : "Centenares o miles de personas nunca han oido hablar de Eichman y ni siquiera saben qué fue de él. Que al final lo colgaron, que hubo un juicio. Mucha gente, y si preguntas a los jóvenes de todo el mundo: "¿Quién era Hitler?", muchos de ellos dirán que no saben de él. Y si te enteras de lo que realmente pasó allí, que no solo asesinaron a seis millones de judíos, hubo millones de otras personas. Eichman fue el responsable de su muerte, del mismo modo. Para mí ha sido el trabajo de mi vida, y ha cambiado mi punto de vista sobre muchas cosas en la vida, como creer en la auténtica democracia, lo único que puede salvar a la humanidad de gente como Eichmann. Y hay muchos en potencia, muchos Eichmann, que sólo pueden crecer en la dictadura, ya sea de izquierdas o de derechas, pero nunca en una auténtica democracia..." Todos debemos esforzarnos para evitar que vuelva a surgir un Eichmann., aunque también hubo algunas mujeres, como las amantes de este hombre cruel que decía amar a sus propios hijos.
(1) Fotografía en www.thisdayinquotes.com.
Comentario:
Aunque esta película, filmada sin concesiones a cualquier tipo de celebración, ligeramente coloreada en tonos casi sepia y respetuosa con el modo de representación institucional, dirigida por Robert Young, autor de películas de escasa importancia, (la última 'Curse of the Phoenix', 2014), ha pasado bastante desapercibida ante la multitud de filmes que se han realizado en torno a la figura de Eichmann, y el clima político en el que se realizó su juicio en Jerusalén, tras ser secuestrado en Argentina. Un genocida que no dudó ni vaciló en cumplir las órdenes que recibía, por muy inhumanas que fueran y que se obstinó en negar su relación con Heinrich Himmler, Reichsführer de la Schulzstaffel (SS), lo que hubiera supuesto la asunción de alguna responsabilidad, un asunto sobre el que volveremos más tarde. Mas en el momento en que fue apresado se dieron una serie de circunstancias que enrarecieron el ambiente: había sectores judíos que no querían un juicio, porque en Israel no existía la pena de muerte, y acusaban de traición a los investigadores; la prensa que buscaba trapos sucios en la vida del capitán que lo interrogaba, y Hannah Arendt que elaboró la doctrina de la banalidad del mal. Una confusión que hacía muy difícil al capitán Avner Less hacer su trabajo.Preguntado por las razones que le llevaron a participar en el exterminio del pueblo judío y gitano por los nazis, respondía con una falsa modestia, la frialdad de quien se benefició de la cercanía del poder, una proximidad que le permitió disfrutar de lujos inconcebibles para un pueblo en guerra (champán, viviendas lujosas, mujeres abundantes) combinada con la altanería de quien afirma tener la conciencia libre de culpa, porque cumplía las órdenes de su dios, Hitler, que no necesitaban ser descifradas por ningún miembro de la cadena de mando, por muy importante que fuera su cargo. Su misión consistía en limpiar la sangre de la pura raza aria, incluidos judíos arios, como los griegos, que habían degradado su naturaleza mediante la práctica de un sexo promiscuo. Dirigía un departamento que se llamaba IV-B4: el numero IV romano por la Gestaspo. la B, por la religión, y el 4 por los judíos. Era un simple departamento de transporte, lo que explica el anonimato relativo de que disfrutaba antes de que los 'traidores' de Nuremberg (otros nazis), colaboradores con el tribunal formado por los que ganaron la guerra, los delataran. Su trabajo no consistía en ser querido (cuidado con los tiranos!)."Cuando se reflexiona sobre mi papel,- afirma -, me parece tan carente de importancia, ya que no tuvo éxito, aunque siempre debe existir una sutil relación con los más de cinco millones que se fueron a través de las calderas. Las partículas deben caer en alguna parte." Afirmaba no tener ni idea del sufrimiento que él causaba, aunque, consciente de la debilidad democrática de sus jueces, negaba cualquier informe que lo vinculara con los altos cargos del III Reich, ya fuera Himmler, o el General Juttner de la Waffen-SS; Hitler enamoró a todos, y cada uno de ellos sabía interpretar directamente sus órdenes. Pero pasa por alto que cuando Himmler le ordenó suspender la ejecución de judíos, decretó que todos ellos y los niños mayores de 10 años fuesen deportados a Auschwitz y Dachau, y ejecutados en las cámaras de gas, algo que niega, incluso delante de los documentos firmados por el jefe de las SS y él mismo. ¿Cómo puede alguien olvidarse del asesinato de tanta gente? Quien asesinó a 500.000 niños o seccionó las cabezas de hombres vivos para obtener cal, sólo tenía un argumento: eran judíos.
En el interrogatorio va cayendo hecha pedazos su máscara y va apareciendo el verdadero rostro de un hombre real, un ser mediocre e infiel, un buen padre de familia que engañaba constantemente a su esposa con otras, entre ellas mujeres ricas como una judía austriaca, cuya lujosa granja fue expropiada por el III Reich; una baronesa, que jugaba a doblegarle con el poder sexual que ejercía sobre él, y disfrutaba viendo cómo asesinaba bebés, con tan solo indicarle que tenían la sangre sucia. Aunque rechazaba ser considerado antisemita, acusa a Al Husseini, el Mufti de Jerusalén , Presidente del Consejo Supremo Musulmán, de serlo y de haber pedido la extinción del pueblo judío, ( conoció a Eichman en Palestina, en 1938 ), pero no era él, un oscuro funcionario, quien lo impresionaba, sino Hitler; se paseó por algunos campos de concentración como parte de una visita diplomática en 1941. y, se ignora la razón por la que "Mein Kampf" se tradujo al árabe.
Capitán Avner Less
Años más tarde, Henri Verneuil hizo un film, I...como Icaro /I comme Icaro, (1978), que explica actitudes como la de Eichmann e intenta demostrar que cuando lo imaginario no se toma de la realidad no es bueno ; no hay suspense si no hay verosimilitud. La película se basa en una serie de experiencias de sumisión a la autoridad que se llevaron a cabo en la Universidad de Yale entre 1960 y 1963, a cargo del profesor Stanley Milgram. El fiscal de una comisión de investigación, organizada tras el magnicidio de John Fitzgerald Kennedy, se manifiesta en desacuerdo con los resultados de la misma, al producirse sospechas fundadas de que se disolvía bajo presiones con el fin de declarar único culpable a un joven fallecido en el intento. Con una puesta en escena minimalista y convencional, el director se introduce en el oscuro mundo de los servicios secretos y su modus operandi, sobre la capacidad de obediencia del hombre y su sometimiento a la autoridad, mediante un sistema de educación inductiva que usa el castigo como metodología de enseñanza.
Vera Less
El individuo, inducido, aplica códigos de castigo irritantes simplemente porque ha recibido una orden, pero, a su vez, sufre un intenso conflicto emocional y sólo rompiendo con la autoridad puede alcanzar de nuevo el equilibrio. Si se acepta el principio de autoridad, el sujeto se desentiende de cualquier responsabilidad. Sólo si desaparece la coherencia del sistema jerárquico y hay desacuerdo entre los que ejercen la autoridad, se debilita la obediencia, Esta explicitación de cómo funcionan los tiranos, que abundan incluso en las sociedades demócratas, permite entender qué pasó primero y cual es el desenlace de la historia, que se repite cada vez que se reparten las responsabilidades de tal manera que nadie es consciente del acto final. Una película didáctica y muy útil para el espectador que quiera conocer los efectos de una sociedad que se rige por la disciplina y la obediencia ciega de unos súbditos que ni tan siquiera son remunerados adecuadamente. El profesor Milgram pagaba tan sólo 6 dólares a los que se prestaban a participar en sus experimentos.
Margarethe Von Trotta , al abordar el papel que jugó Hannah Arendt, que contribuyó a enrarecer más todavía, si es posible un ambiente, en el que prensa israelita no era partidaria de gastar el dinero del contribuyente en un juicio, se trasladó a Jerusalén y cometió el pecado de la arrogancia, la superioridad que creía que le daba el saber, cuya luz la cegó y la empujó a dar el triple salto mortal, lanzándose desde el trampolín del discurso académico, la disciplina filosófica, a la divulgación en un medio de comunicación, The New Yorker de lo que opinaba sobre Eichmann, un hecho que empeoró con la posterior publicación de unos escritos en forma de libro, 'Eichman en Jerusalén. Un estudio sobre la banalización del mal'.repleto de teorías controvertidas y discutibles, por muy exquisita que fuera esta publicación. La cineasta al acercarse a la pensadora judía, nos mostró a una mujer que no quiso seguir ningún credo, ni someterse al yugo de ninguna patria, sino ser fiel a sus amigos, y que sufrió la triste experiencia de perderlos a todos, heridos en lo más profundo de su ser, al sentirse atacados y señalados como co-responsables del holocausto. Si el libro de la filósofa extendió la especie de que las élites judías participaron en la masacre de su pueblo de forma injusta, el film de Von Trotta criminaliza al ciudadano medio en el imaginario popular, que quizás no entiende que no tono el mundo puede convertirse en un gran criminal, pero que un asesino puede venir de cualquier parte.
(1)
La formuladora de la teoría del totalitarismo fue incapaz de prever las consecuencias de su altanería, refugiándose tras un sarcasmo que cada vez le servía menos de escudo. La que fue capaz de darse cuenta de que se había dado un salto cualitativo desde el pensamiento tradicional,- según el cual los peores crímenes de la humanidad respondían a estímulos egoístas -, a la expansión de un mal radical que ha presidido los crímenes del siglo XX, que nada tienen que ver con el egoísmo, tal y como lo entendemos, sino con el intento de convertir a los seres humanos en realidades superfluas. Constata este hecho en los campos de concentración, donde se trabajaba sin fisuras para convencer a los prisioneros de que eran innecesarios y donde los castigos no tenían nada que ver con la comisión de un delito... Pero fue incapaz, repetimos, de conectar con sus compañeros de cátedra y camaradas intelectuales . Si bien denunciaba que toda actividad y acontecimiento carecía de sentido y este sinsentido era generado de forma activa, resultaba inquietante que en su intento de entender y de hacernos partícipes de sus elucubraciones filosóficas, quedara en el aire una terrible pregunta: ¿ A qué responde tanta maldad, si no es al egoísmo, al deseo de explotar a los más débiles, a la avaricia...? Su amigo Hans quizás le dio la respuesta. Una respuesta que todos necesitamos para saber cómo actuar si tenemos necesidad de enfrentarnos de nuevo al mal, tal como ella misma predicaba. Cuando acude como reportera al juicio de Adolf Eichman, observa que es un hombrecillo que no le da miedo, que jamás había hecho nada por iniciativa propia, que no tenía intenciones, ni buenas ni malas, que sólo cumplía órdenes, y creyó que el resultado de esta observación era la prueba de que el mal más grande del mundo puede ser cometido por cualquiera y que no es necesario tener ningún motivo, ni convicciones, basta con negarse a ser persona, fenómeno al que llama la banalidad del mal. Eichmann no era Mefisto, no hizo daño 'personalmente' a nadie, sólo enviaba a la muerte a los demás, pero no se sentía responsable; el había cumplido su trabajo, incluso cuando le pidieron que cesara. Hay un abismo entre la brutalidad de los hechos y la mediocridad de quien los realiza, concluye.
Su gran amigo, Hans Jonas, le hace una reflexión terrible: la acusa de haber actuado con arrogancia y un gran desconocimiento de los asuntos de los judíos, comportándose como la típica intelectual alemana que mira a este pueblo por encima del hombro, que no tiene reparos en acusarlo de complicidad en el holocausto y que nunca pudo aceptar que había sido traicionada por el pueblo alemán: "Ellos te echaron, Hannah, y si hubieran podido te hubieran matado (...) A partir de hoy termina mi amistad con la favorita de Heidegger". La filósofa acaba negando lo que predicaba al principio, que el mal podía ser radical. Consciente y radical solo puede ser el bien; hay algo por encima del ser humano, pero qué es: ¿La locura, el resentimiento...? Una leyenda cierra el film:" Volvió a tocar el tema una y otra vez y aún lo debatía a la hora de su muerte." Cuando dedicas tanto esfuerzo a intentar convencer, al observar el vacío a tu alrededor, lo que buscas en realidad es imponer tu criterio. Quizás la respuesta esté en ese espacio entre la resistencia y la colaboración, por el que perpetra el mal banal cuando, por razones que no se explicitan, se quiebra la moral de los pueblos. Stanley Milgran se ocupó de cómo se formaba la mentalidad sumisa, coincidiendo sus experimentos con lo declarado por Adolf Eichman. Como puede pues advertirse si observamos la realidad que nos circunda, es muy difícil llegar a un acuerdo de mínimos entre todos y evitar que se reproduzca este crimen contra la humanidad: unos querían ser escrupulosos demócratas y juzgar a un hombre que llevó a la cámara de gas y a los campos de exterminio a millones de personas, porque el führer así se lo ordenó; otros querían simplemente matarlo y ahorrarse el dinero del juicio y arremetieron contra su interrogador, Avner Lesse, y su familia. Muchos nazis se libraron, porque los juicios de Núremberg, muy cuestionados por algunos desde el principio, sólo juzgaron a 611 personas, de 4850 peticiones individuales, y hoy cineastas del mundo austro-germano los sitúan en los gobiernos de diferentes países del área. Por si faltaba poco Hannah Arendt hizo un discurso sobre la banalización del mal, que le costó la pérdida de la tranquilidad hasta el fin de sus días, acusada de soberbia por sus más íntimos amigos.
Aunque puedan parecer personas diferentes el que jura en el juicio y el militar que aparece enmarcado en el extremo izquierdo superior son la misma persona.
Mientras desfilan los créditos finales, una voz en off nos recuerda que : "Centenares o miles de personas nunca han oido hablar de Eichman y ni siquiera saben qué fue de él. Que al final lo colgaron, que hubo un juicio. Mucha gente, y si preguntas a los jóvenes de todo el mundo: "¿Quién era Hitler?", muchos de ellos dirán que no saben de él. Y si te enteras de lo que realmente pasó allí, que no solo asesinaron a seis millones de judíos, hubo millones de otras personas. Eichman fue el responsable de su muerte, del mismo modo. Para mí ha sido el trabajo de mi vida, y ha cambiado mi punto de vista sobre muchas cosas en la vida, como creer en la auténtica democracia, lo único que puede salvar a la humanidad de gente como Eichmann. Y hay muchos en potencia, muchos Eichmann, que sólo pueden crecer en la dictadura, ya sea de izquierdas o de derechas, pero nunca en una auténtica democracia..." Todos debemos esforzarnos para evitar que vuelva a surgir un Eichmann., aunque también hubo algunas mujeres, como las amantes de este hombre cruel que decía amar a sus propios hijos.
(1) Fotografía en www.thisdayinquotes.com.
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