Mientras seamos jóvenes. Comentario.





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Comentario.


He de reconocer que Noah Baumbach, (hijo de críticos de cine y guionista de las maravillosas y divertidas 'Fantástico Mr.Fox' y 'Life Aquatic', ambas de Wes Anderson),  me ha sorprendido mucho con su nueva película 'Mientras seamos jóvenes', uno de los filmes más pretenciosos (o no, según se interprete) que he visto, y he visto bastantes en los últimos tiempos, en el que nos informa de lo mucho que sabe de todo, pero logra que la mayoría no se entere de nada, porque sólo apunta temas, que en ningún momento desarrolla, convirtiéndose en el ejemplo más notorio de la cultura de 'la reseña'. Comienza inscribiendo en una pantalla en negro, un diálogo de 'El maestro constructor' de Ibsen sobre el miedo de los viejos a abrirse a los jóvenes. Pero que nadie se llame a engaño, la película no va de esto, sino de la vieja receta de la Nouvelle Vague, expresada a través de Godard, sobre hacer cine acerca de aquello que conocemos, y, ¿qué conocemos mejor que nada o a nadie?, A nosotros mismos. Por lo tanto, podemos concluir, que 'Mientras seamos jóvenes' habla del mismo Noah Baumbach, con un discurso metadiegético, que analiza el proceso creativo de las obras cinematográficas desde dentro mismo del film, en el que dos personajes, aparentemente enfrentados, constituyen las dos caras del propio director, un hombre nacido en 1969, que se siente joven, usa todos los medios que las nuevas tecnologías ponen a su disposición (ipods, ipads, iphones, internet, facebook, twitter...), pero, como corresponde a un 'intelectual' a la antigua usanza, tiene miles de vinilos, usa, -no se sabe por qué-, máquinas de escribir como la Olympia, igualita que la de Woody Allen, incluso del mismo color y no la 'moderneta' del protagonista de 'Ruby Sparks (Jonathan Dayton, 2012),  ve la tele en aparatos de rayos catódicos, amuebla su casa con antigüedades, hace ejercicios espirituales budistas, monta eventos en las calles, viaja en bici... El típico hombre atrapado entre dos mundos con todas las contradicciones que esta situación impone; en apariencia el matrimonio maduro, interpretado por Naomi Watts (Cornelia) y Ben Stiller (Josh) es el más moderno en las formas, mientras que el joven, cuyos roles corren a cargo de Amanda  Seyfried (Darby) y el gigante Adam Driver (Jamie), a cuyo lado Josh queda capitidisminuido, no sólo en capacidad para trepar en este mundo, sino en su presencia física menospreciada, parece aferrarse al mundo pre-tecnológico que precede al actual, algo tan ficticio como el propio cine.




¿Por qué el director ha invertido los términos y ha hecho aparecer al más mayor como  el adicto a las nuevas tecnologías? Porque ha convertido a Jamie en un hipster que no ha llegado a la treintena, un representante un tanto particular de esta subcultura contemporánea, una corriente que pretende alejarse de los flujos culturales predominantes o mainstream (una actitud muy presente en los críticos, cinematográficos, que deben haberse quedado un tanto desconcertados), afín a estilos de vida alternativos, que convierten elementos auténticos de todas las manifestaciones culturales alternativas de la posguerra —beatnik, hippie, punk y grunge– en fetiches», y se inspiran en el «acervo cultural de aquellas etnias que aún no han sido asimilada, regurgitándolo con un guiño nada auténtico» (Wikipedia). Claro que, esto dicho en una sala comercial, repleta de gente jubilada, (jóvenes, ni uno), que acuden a lo que ellos creen que es una comedia agradable (algunos la presentan de forma engañosa como envuelta por el aura mágica de Woody Allen, uno de los directores que ha representado mejor que nadie a las diferentes generaciones que ha llevado a sus películas), carece en absoluto de sentido. Hay que pagar para escuchar a Ben Stiller decir que 'vivimos una cultura de la fragmentación' (con un público ajeno a la semiología, la psicología o la teoría fílmica), o que quiere hacer un documental sobre América que muestre la contradicción que denuncia Marx entre la intelectualidad y el materialismo y otras cosas por el estilo. Temas que deja caer a través de un digno profesor y del propio Josh cuando da sus conferencias e intenta vender su documental a una productora, pero que en absoluto explica por qué ni para qué.

Al final todo se reduce a la ética de los procedimientos que cada cual utiliza para progresar y que muestra como válidos incluso los que algunos consideraríamos poco éticos, siempre que el resultado final merezca la pena. Cualquier cosa que uno pueda hacer para acercarse a los que están en la cumbre es válida: mostrarse como un groupie de su trabajo, llevárselo a su terreno con la excusa de lo joven , inventarse una vida o hacer una película que convierta el mundo virtual en real. Todo vale si, al final, puedes llegar a que te produzcan una película mainstream-por-supuesto, como-dios-manda, con productor, financiación, asesoramiento histórico de un 'intelectual'...Al final 'si la cosa funciona' como dice Allen ¿A quién le importa? Concluida la película y aceptada la tesis que formula Baumbach a través del suegro del protagonista, un documentalista de éxito, de que la objetividad no es posible ¿qué nos quiere vender el director y guionista con esta historia? Un lamento, una denuncia o una simple descripción de su realidad, siguiendo el consejo de Godard que introduce al comienzo de la película a modo de advertencia. La realidad de un hombre, el propio Baumbach, de la misma edad que Josh y Cornelia, que se siente joven, pero también enraizado en la cultura elitista del pasado, (no todos se pueden desenvolver como lo hacen Jamie y Darby, viviendo en medio de lujos extraños para gente que se acerca incluso al fin de su vida, y rodeados de productos mucho más caros que los que ofrecen las nuevas tecnologías, como los exquisitos vinilos). Lo peor es el guiño que lanza a los que pueden entenderle, que un viernes por la tarde estaban ausentes de la sala.



La prensa ha recibido la película como hace siempre con los productos de los 'cerebritos', como ocurrió con 'Primer' de Shane Carruth, de la que en su día dijimos algo que se puede aplicar a 'Mientras seamos jóvenes': "Si alguna virtud tuvo esta película, carente de magia y de poesía, es hacer emerger todas las filias y las fobias, los complejos e inseguridades de los críticos, que no quisieron ser integrados en el pelotón de los torpes al no acabar de asimilar en un primer visionado toda la jerga matemática y física (en este caso histórico-lingüística),  que vierten en el film los miembros del equipo, sin percatarse de que es peor rozar el ridículo, que si no persigue a algunos, es, sencillamente, porque muchos ni los han leído." La misma desorientación muestra Javier Ocaña: "." El cine de Noah Baumbach siempre se debate entre la espontaneidad y la trascendencia. Pretende ser sencillo, pero acaba siendo complejo. O quizá sea al revés, y sus ansias de entidad esconden en realidad películas más pequeñas de lo que aparentan. O no. En fin, bendita duda." (Estudiada honestidad. Diario 'El País'). ¡Bendita máxima calificación que le atribuye!.

Dice Salvador Llopart, con el que por esta vez no voy a estar de acuerdo, que: "Como ya hizo en Frances Ha (2012), y sobre todo en Greenberg (2010), Baumbach ofrece una diáfana comedia sobre unos personajes nada evidentes, llenos de grises en su retorcida naturaleza. Sobre ellos, especialmente, sobre los protagonistas masculinos -las mujeres quedan demasiado reducidas a meras comparsas- Mientras seamos jóvenes subraya que veinte años, efectivamente, son suficientes para marcan dos estilos de vida." ('Mientras seamos jóvenes': Años dorados. La Vanguardia, 4 de septiembre de 2015). Las mujeres no sólo son meras comparsas, sino que desempeñan papeles ridículos, en especial Naomi Watts aprendiendo a bailar hip-hop. Por otra parte en este caso, el viejo y antiguo es el joven Jamie, porque, incluso la ambición desmedida no creo que se atreva nadie a atribuirla a un tiempo determinado.



José Manuel Cuéllar se tira al cuello del director, aunque, en realidad no hay para tanto: "  Cuenta Baumbach una curiosa historia de mezcla generacional entre adultos que se creen jóvenes y hipster de nuevo cuño que se creen los más listos del mundo. Unos, los primeros, están engañados en su eterna piel de Peter Pan, y los segundos, van de genios y lo que son es mitad estafadores mitad listillos de la pradera." Y concluye: "Es una película más satírica y educacional que divertida y en ella Baumbach deja en todo momento un rastro de inteligente visión de nuestro tiempo, de la generación que viene y de la que ya está, de nuestros defectos y de nuestras virtudes. Amalgama del futuro."(Crítica de "Mientras éramos jóvenes" ( Tonos grises en la piedra filosofal. Diario 'ABC', 7 de septiembre de 2015). Claro que no estamos en una clase, salvo la de enseñar a quien se deje la cultura de la reseña, bastante antigüa por cierto, sino ante una película que tampoco descubre América: los hipsters no son adolescentes sino ya talluditos y creciditos, y llevan deambulando por el planeta Tierra hace ya algún tiempo. Ha llegado el momento de darse a conocer.




También se ha querido ver realidad y honestidad en el reconocimiento por parte del documentalista (nueva alusión a la Nouvelle Vague y su vocación de militar en su bando) interpretado por Charles Grodin, padre de Cornelia de que no es posible la objetividad, algo que tiene poco que ver con ser honesto, un calificativo ético que no estético o técnico. Un film que demuestra una vez más, que la mejor forma de alcanzar un sobresaliente es no dejándose entender. La última imagen de un bebé manejando un iphon pone al espectador ante la disyuntiva de integrarse en las nuevas tecnologías o convertirse en un analfabeto total que no comprende ya los discursos dominantes. El film si que incluye el aserto de Noël Simsolo acerca de la ceguera de los jueces, que provoca el que los críticos sean incapaces de reconocer la bondad de las obras que producen la música, la literatura o el cine, hasta que el tiempo las convierte en productos clásicos. ¿Es mala la película de Richard Donner, 'Los Goonies'? se pregunta uno de los personajes que no entiende como puede figurar en la estantería de alguien junto a 'Ciudadano Kane'. Otra cuestión que poco o nada tiene que ver con la edad, sino con la capacidad de entender la historia de que habla Theodor Mommsen.


Los jóvenes Hipsters


Por cierto, para no romper la tradición, se ha contratado a Dree Hemingway (la nieta del premio nobel, [1954] de literatura ) y el nuevo rostro de la marca de perfumes Chloé),  para hacer un papel delirante y alucinante. No os la perdáis.



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