El mariachi. Robert Rodriguez
Ficha técnica:
Título original: El mariachi.
País: Méjico.
Año: 1992.
Duración: 80 minutos.
Guión y Dirección: Robert Rodriguez.
Dirección de Fotografía: Robert Rodriguez
Música. Marc Trujillo, Alvaro Rodriguez, Chris Knudson, Cecilio Rodriguez y Eric Guthrie
Edición: Robert Rodriguez.
Efectos especiales:Robert Rodríguez, Carlos Gallardo
Productor: Roberto Rodríguez.
Productores asociados: Elizabeth Avellán y Carmen M. de Gallardo
Columbia Pictures presenta a Los Hooligans Production.
Intérpretes:
Carlos Gallardo: El mariachi,
Consuelo Gómez: Domino,
Reinol Martínez: Azul
Peter Marquardt: Mauricio,
Reinol Martínez: Azul,
Ramiro Gómez: Cantinero,
Jesús López: Viejo Clerk,
Luis Baro: Asistente de Domino.
Oscar Fabila: el chico,
...
Premios:
1993: Festival de Sundance: Premio del Público
1993: Premios Independent Spirit Awards: Mejor ópera prima.
Sinopsis:
Él sólo quería ser un mariachi, como lo fueron su padre, su abuelo y su bisabuelo. Pero cuando llega a la ciudad, donde cree que va a triunfar, no sospecha que un error de identidad podrá desbaratar todas sus aspiraciones. Ahora el mariachi, obligado a cambiar su guitarra por un arma, luchará por su vida en la exitosa opera prima del director Robert Rodriguez.
La película se financió con lo que el director ganó durante un mes de trabajo en un hospital de investigación; se rodó sin segundas tomas, el equipo era prestado y el reparto estuvo compuesto por un grupo de desconocidos con talento: El resultado: un recorrido por un mundo peligroso, donde el suspense se convierte en la clave de esta aclamada historia.
Comentario:
La opera prima, un film de muy bajo presupuesto, 7000 dólares, llamó la atención de los próceres del cine al triunfar en Sundance, en 1993, un año después de que consiguiera el galardón del certamen, creado por Robert Redford, Quentin Tarantino, por la que quizás es la mejor de sus películas: Reservoir dogs El enfant terrible del cine americano se fijó en la forma provocativa de trabajar del mejicano, apoyó su carrera, la financió e incluso participó como actor en alguna de sus películas, ('Abierto hasta el amanecer', 1995 o 1996, según las fuentes)
La película, con un interesante subtexto, impresiona desde la secuencia inicial, la previa a los títulos de crédito, que nos introduce en un territorio inhóspito y, poco a poco, se va adentrando en el submundo de la corrupción policial y el crimen organizado, cruel y bizarro de su país, fronterizo con Estados Unidos, territorio al que los mejicanos miran como 'el dorado', jugándose la vida para cruzar el Río Grande y llegar como 'espaldas mojadas' a unos estados en los que con mucha suerte se convertirán en chicanos de difícil integración; pero también se dan trasvases en la dirección contraria, cuando son los norteamericanos, perseguidos por la justicia, quienes buscan refugio en el país vecino. Robert Rodriguez intenta captar con su cámara este trasiego por las carreteras, en las que los hombres, a pesar de su andar lento, como el de las tortugas, se dirigen hacia su destino incierto.
El film comienza con un montaje de fotos fijas tomadas buscando planos aberrantes y muy forzados que desvirtúan su objetivo, (contrapicados desde el suelo, ojos de buey...), y nos van mostrando distintos ángulos de una cárcel pública, perteneciente a la Dirección de Seguridad Pública de Protección Ciudadana (redundancia casi publicitaria del término pública) de un lugar que señala con grandes subtítulos,- Ximenez, Coahuila, Méjico -, y, ante ella un furgón destartalado, en medio de un paisaje ruinoso, abandonado y desolado, apto para el delito, que presenta un gran deterioro, con caminos sin asfaltar y jalonados de baches y montículos de barro. Grano gordo e imagen de mala calidad, como deteriorada por el paso del tiempo y de color muy depauperado. En definitiva, una cinta apta para cinéfilos que tienen interés por la historia que se les cuenta y evitan estridencias o ruidos que se interpongan y lo distraigan de su interés por ella, y, al mismo tiempo, poco apta para los amantes del cine actual, mainstream o no, que se sirve de los últimos avances en la tecnología de la representación cinematográfica. No obstante hay una película para cada momento, y en ocasiones nos interesa satisfacer nuestra curiosidad.
En contra de lo habitual en el cine de norteamérica, el agente corrupto es una mujer-policía, discretamente uniformada, que baja de una furgoneta policial, ante cuya puerta se detiene la cámara un rato para mostrar, sin ningún género de dudas, que esa cochambre es propiedad de la Policía y se encarga de salvaguardar la seguridad pública. Una vez en el interior de este antro al que llaman cárcel, aunque más bien recuerda el Tulliano, ubicado junto a la Via Sacra de la Roma clásica, un cuartucho oscuro y sórdido con un agujero para arrojar los cadáveres al Tiber, porque no existía la pena de privación de libertad y los reos eran llevados a este lugar para ser ejecutados, ( da la impresión de que en este poblado tampoco), la agente toma una llave inglesa para advertir a los detenidos de su presencia, emitiendo un fuerte ruido con esta herramienta contra los barrotes. Los presos, que se nos muestran en primer plano, duermen sin advertir su presencia. No tardarán de despertar de su sueño y los hechos que se producen a continuación sirven para poner de relieve que no hay crimen organizados sin la colaboración necesaria de la corrupción policial.
El film comienza con un montaje de fotos fijas tomadas buscando planos aberrantes y muy forzados que desvirtúan su objetivo, (contrapicados desde el suelo, ojos de buey...), y nos van mostrando distintos ángulos de una cárcel pública, perteneciente a la Dirección de Seguridad Pública de Protección Ciudadana (redundancia casi publicitaria del término pública) de un lugar que señala con grandes subtítulos,- Ximenez, Coahuila, Méjico -, y, ante ella un furgón destartalado, en medio de un paisaje ruinoso, abandonado y desolado, apto para el delito, que presenta un gran deterioro, con caminos sin asfaltar y jalonados de baches y montículos de barro. Grano gordo e imagen de mala calidad, como deteriorada por el paso del tiempo y de color muy depauperado. En definitiva, una cinta apta para cinéfilos que tienen interés por la historia que se les cuenta y evitan estridencias o ruidos que se interpongan y lo distraigan de su interés por ella, y, al mismo tiempo, poco apta para los amantes del cine actual, mainstream o no, que se sirve de los últimos avances en la tecnología de la representación cinematográfica. No obstante hay una película para cada momento, y en ocasiones nos interesa satisfacer nuestra curiosidad.
En contra de lo habitual en el cine de norteamérica, el agente corrupto es una mujer-policía, discretamente uniformada, que baja de una furgoneta policial, ante cuya puerta se detiene la cámara un rato para mostrar, sin ningún género de dudas, que esa cochambre es propiedad de la Policía y se encarga de salvaguardar la seguridad pública. Una vez en el interior de este antro al que llaman cárcel, aunque más bien recuerda el Tulliano, ubicado junto a la Via Sacra de la Roma clásica, un cuartucho oscuro y sórdido con un agujero para arrojar los cadáveres al Tiber, porque no existía la pena de privación de libertad y los reos eran llevados a este lugar para ser ejecutados, ( da la impresión de que en este poblado tampoco), la agente toma una llave inglesa para advertir a los detenidos de su presencia, emitiendo un fuerte ruido con esta herramienta contra los barrotes. Los presos, que se nos muestran en primer plano, duermen sin advertir su presencia. No tardarán de despertar de su sueño y los hechos que se producen a continuación sirven para poner de relieve que no hay crimen organizados sin la colaboración necesaria de la corrupción policial.
Esta primera secuencia no sólo ubica al espectador en el lugar de los hechos, sino que nos muestra a unos hombres que viven en contacto directo con una naturaleza nada amable, muy lejana del locus amoenus de la literatura. La tortuga que camina como el joven mariachi por la carretera, atraviesa un polvoriento desierto mejicano en el que apenas pueden vivir los escorpiones; una parada aparece solitaria en medio del camino, en la que un hombre rudo vende cocos rellenos de su preciado líquido que anhela el caminante sediento, mientras rompe con un pincho una barra de hielo, Llegado por fin a una ciudad que recibe al viajero con una pancarta cuyo lema amigable da esperanzas al joven, que pertenece a una dinastía de mariachis y que quiere seguir la tradición, descubre pronto que la población sólo es amable con quien no ve ni oye nada; el relato comienza a combinar las experiencias reales y las oníricas que van haciéndolo avanzar hacia un final trágico, en el que el guitarrista es herido, deliberadamente, por el gángster en una mano, con el objetivo de truncar sus ilusiones y el modo de ganarse la vida, después de asesinar a la muchacha de la que se ha enamorado.
La conclusión inolvidable de esta historia, que queda grabada en la memoria del espectador, la formula el propio músico, cuya voz en off pronuncia un triste lamento, ante una pantalla en negro: "Yo sólo quería ser mariachi, como mis antepasados. Pero la ciudad que pensé que me traería suerte, me trajo maldición: perdí mi guitarra, mi mano, y a ella. Con esta herida no sé si podré volver a tocar la guitarra y sin ella no tengo amor, Pero con el perro y las armas estoy preparado para el futuro." Como un héroe de western sale del poblado, en el que no ha restablecido el equilibrio, algo imposible de conseguir, convertido en un criminal, que, en lugar de montar a caballo, cabalga sobre una gran moto que Moco regaló a su amante. ¿Es éste el ánimo que invade a tantos jóvenes a los que no sólo se los separa de todos los medios de producción, sino se les arrancas sus más profundas ilusiones?
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