Adiós al lenguaje. Jean-Luc Godard
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Ficha técnica:
Título original: Adieu au langage.
País: Francia.
Año: 2014.
Duración: 102 minutos.
Guión y Dirección: Jean-Luc Godard.
Dirección de Fotografía: Fabrice Aragno.
Música:
Montaje: Jean-Luc Godard.
Diseño de Vestuario:Aude Grivas.
Pr5oductor: Alain Sarde, Brahim Chioua y Vincent Maraval.
Compañía. Productora: Wild Bunch, Canal +, CNC; distribución: Vértigo Films.
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Intérpretes:
Héloïse Godet,
Kamel Abdelli,
Richard Chevallier,
Zoé Bruneau,
Christian Gregori,
Jessica Erickson.
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Sinopsis
Una mujer casada y un hombre soltero se encuentran. Se aman, se pelean, llueven los golpes. Un perro vaga entre el campo y la ciudad. Las temporadas pasan. El hombre y la mujer se encuentran. El perro se encuentra entre ellos. El otro está dentro del uno. El uno está dentro del otro. Y son las tres personas. El ex-marido lo rompe todo. Comienza una segunda película. Igual que la primera. Pero no. De la especie humana pasamos a la metáfora. Todo acabará en ladridos. Y gritos de bebé.
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Comentario:
En cierta ocasión y en una conferencia, el historiador, ya anciano, Pierre Vilar, fue interpelado por un joven arrogante que le dijo, algo así como: "Vosotros los historiadores y nosotros los etnólogos...": el viejo lobo le respondió: "Ustedes los etnólogos tienen un problema: creen que las cosas siempre han sido como las ven." Eran otros tiempos, en los que la formación universitaria. (ni siquiera la primaria y secundaria), no estaba al alcance de todos, y los pocos miembros de la élite que cabían en un edificio con cinco o seis aulas, para estudiar carreras como 'Licenciado en Filosofía y letras', que incluían casi toda la formación humanística que se imparte hoy, hablaban de temas transcendentales como la existencia de dios, la vida, la muerte, la imposibilidad de la pareja, trascendida a cualquier tiempo o lugar, y, a medida que nos acercábamos a la década de los 60, de las clases sociales y la revolución. Hoy, alguno de estos temas, como la existencia de dios, apenas preocupan a la mayoría de los universitarios, y los que se sienten creyentes no encuentran media hora a la semana para cumplir el ritual religioso. Cualquiera puede ver las iglesias vacías de jóvenes.
Éste es el contexto en el que nació y se desarrollo la Nouvelle Vague, por lo que no nos debe extrañar que, como dice Maite Noeno Carballo, en relación con el cineasta que nos ocupa, es que " mantiene una relación especial con el binomio literatura y lenguaje. La literatura está ensamblada en sus películas como medio de comunicación, además de ser el principio de un nuevo proceder creativo, le sirve de vehículo para comunicarse con el espectador. De esta forma el director se configura como uno de los pioneros en incorporar la literatura y las artes plásticas en un intercambio sensible dentro del cine, creando un universo propio donde el espectador es un elemento activo que debe buscar el sentido. El espectador debe interpretar las películas con todas las resonancias artísticas que contienen. Sólo de esta forma el cineasta consigue su objetivo: comunicar sus reflexiones. A partir de estos retales artísticos y literarios, J.L.Godard crea un cine particular, que nos recuerda a la técnica tradicional del collage. (1)
Sus películas se construyen a través de una interrogación recurrente y una preocupación por la investigación formal del lenguaje audiovisual, un ejercicio de análisis metalingüístico, que se basa en la profundización en el conocimiento de la característica fundamental de esta nueva forma de expresión construida mediante imágenes, que llega al paroxismo con la publicidad: la fragmentación. Para construir su discurso se vale de todo lo que tiene a su alcance, -anuncios, fragmentos de películas, textos literarios, filosóficos...-, que se materializa en una estética nueva, inaugurada por François Truffaut, en un movimiento que se denominó Nouvelle Vague. Desde la primera película de los Hermanos Lumiére, (L'arrivée d'un train à la ciotat'/'La llegada del tren', 1896) , quienes se pusieron detrás de las cámaras del cinematógrafo advirtieron esta característica del nuevo lenguaje, comenzando por entradas y salidas de campo y siguiendo con la creación de planos que segmentaban la figura humana y se montaban en los laboratorios, e incluso rompiendo las secuencias para alternarlas con otras, hasta llegar al montaje intelectual de Eisenstein, mucho más complejo. En 'Bus Stop' (1956), Joshua Logan osó cortar la cabeza de Marilyn Monroe, en repetidas ocasiones, con la conciencia de que el espectador sabrá suplir toda la parte de su cuerpo que quedaba fuera de campo:
Así pues no es extraño que, si, por un lado, Godard afirmó en cierta ocasión que hablar de cine americano era una redundancia, por otra, los cineastas americanos más célebres sintieran una profunda admiración por quien teorizó en sus películas sobre un lenguaje tan joven como el cinematográfico, jugando con imágenes y palabras (calambours o juegos de palabras), que han atrapado a los realizadores más jóvenes, como Quentin Tarantino, profundo admirador del cineasta galo. Si Godard lamentaba entonces la incomunicación, hoy, la expansión de las nuevas tecnologías imponen una brevedad insoportable y unos discursos intrascendentes, con redes sociales, como twiter, en las que el máximo de 140 caracteres se traduce en mensajes excesivamente livianos, la fragmentación del cine del maestro francés se adecua a los nuevos tiempos.
Esto explica el malestar de Javier Ocaña al hacer la reseña del film, en la que se siente cierta ironía, y en la que parodia la actitud de un público enfervorecido en Cannes, (alguien llegó a gritar : "Godard forever"): "Palpitante en algunos juegos de montaje, aunados con sus teorías alrededor del cine, la sociedad y la cultura, y una insólita utilización de las músicas, pero de una vacua pretenciosidad cuando aparecen sus actores, que no sus personajes, que ya sabemos que los odia, la película es, verdaderamente, un experimento que quizá sólo se pueda plantear él y lograr semejante recibimiento. “Y cuando termine la historia, se harán muchas preguntas”, dice la voz en off. Sí." (El día de las conciencias. Diario 'El País. 22 de mayo de 2014).
Cuando se habla de Godard, hasta el más enterado muestra su perplejidad, como Luís Martínez: "Godard afirmaba que el personaje con el que se sentía más identificado era Montaigne. Y más en concreto con la frase de la introducción a los ensayos en la que afirma: "Yo mismo soy el tema de mi libro". A partir de entonces, como el autor del 'Renacimiento', el director someterá todo a la prueba de su propia experiencia. "Mostrar y mostrarme a mí mismo mostrando", dice en una ataque lúcido de epistemología autista, llamémoslo así." (...) "Si echamos la vista atrás, Godard lleva años en el mismo sitio, siempre empeñado en asomarse al abismo. La referencia más cercana sería la película anterior presentada aquí mismo, en Cannes. 'Film socialisme' (2010) proponía un cine sin personajes. Él lo llamaba "estatuas". "Detesto los personajes", insiste una mujer desde la pantalla de su última cinta. Las imágenes extraídas de aquí y de allá se mezclaban en la superficie de la retina del espectador hasta disolverse el concepto de autoría. En la época de internet y las descargas libres, un plano de un western clásico se mezcla con un gol (o casi) de Iniesta o un simple anuncio. Las palabras, convertidas en subtítulos, aparecen de forma aleatoria. Son apenas señales de lo que se escucha. "Ya no hay reglaje, perspectiva, todo es borroso y todo es limpio" (Vivir su vida. Diario 'El Mundo')
Pero, su pasado maoista también le generó enemigos, como Oti Rodríguez Marchante: "Al cine de Jean-Luc Godard, al menos al último (es decir, desde hace cuarenta o cincuenta años), le pasa un poco lo que al físico de esas personas adictas a la cirugía plástica, que se acaban pareciendo a individuos de otras especies, o de otro planeta. Y no hay más comprensión hacia él (ellos) que el amor a pesar de todo o el horror precisamente por. Lo primero que puede hacerse con Godard es alabar el «empuje», la «osadía» de un octogenario que no se resigna a dejar de hacer crucigramas blancos en una pantalla que casi nadie mira, y los que la miran han de rellenarlos con todo ese argot basurilla que ya se traían de casa..." (Crítica de "Adiós al lenguaje": otra de Godard. Diario ABC).
Volvemos, pues, al principio. Las cosas ya no son como eran en la década de los 60. Las masas están mejor formadas, (ya no son analfabetas como antes), y las élites hablan idiomas y manejan complicados programas informáticos, además de disponer de una amplia bibliografía sin moverse de su casa. Dalí, Duchamp o Godard fueron hombres que destacaron en la revolución de las artes, que ya no podían competir con la fotografía y el cine en la reproducción de la realidad; no sólo cambiaron las formas de hacer, sino que, con frecuencia, la mayor obra que realizaron fue ellos mismos. Eso explica por qué jóvenes universitarios de la actualidad siguen teniendo interés por Jean-Luc Godard, un vanguardista del mayo francés del 68 y un removedor de conciencias en la actualidad.
(1) El lenguaje en el cine de Jean-Luc Godard. Universidad de Zaragoza.
Cuando se habla de Godard, hasta el más enterado muestra su perplejidad, como Luís Martínez: "Godard afirmaba que el personaje con el que se sentía más identificado era Montaigne. Y más en concreto con la frase de la introducción a los ensayos en la que afirma: "Yo mismo soy el tema de mi libro". A partir de entonces, como el autor del 'Renacimiento', el director someterá todo a la prueba de su propia experiencia. "Mostrar y mostrarme a mí mismo mostrando", dice en una ataque lúcido de epistemología autista, llamémoslo así." (...) "Si echamos la vista atrás, Godard lleva años en el mismo sitio, siempre empeñado en asomarse al abismo. La referencia más cercana sería la película anterior presentada aquí mismo, en Cannes. 'Film socialisme' (2010) proponía un cine sin personajes. Él lo llamaba "estatuas". "Detesto los personajes", insiste una mujer desde la pantalla de su última cinta. Las imágenes extraídas de aquí y de allá se mezclaban en la superficie de la retina del espectador hasta disolverse el concepto de autoría. En la época de internet y las descargas libres, un plano de un western clásico se mezcla con un gol (o casi) de Iniesta o un simple anuncio. Las palabras, convertidas en subtítulos, aparecen de forma aleatoria. Son apenas señales de lo que se escucha. "Ya no hay reglaje, perspectiva, todo es borroso y todo es limpio" (Vivir su vida. Diario 'El Mundo')
Pero, su pasado maoista también le generó enemigos, como Oti Rodríguez Marchante: "Al cine de Jean-Luc Godard, al menos al último (es decir, desde hace cuarenta o cincuenta años), le pasa un poco lo que al físico de esas personas adictas a la cirugía plástica, que se acaban pareciendo a individuos de otras especies, o de otro planeta. Y no hay más comprensión hacia él (ellos) que el amor a pesar de todo o el horror precisamente por. Lo primero que puede hacerse con Godard es alabar el «empuje», la «osadía» de un octogenario que no se resigna a dejar de hacer crucigramas blancos en una pantalla que casi nadie mira, y los que la miran han de rellenarlos con todo ese argot basurilla que ya se traían de casa..." (Crítica de "Adiós al lenguaje": otra de Godard. Diario ABC).
Volvemos, pues, al principio. Las cosas ya no son como eran en la década de los 60. Las masas están mejor formadas, (ya no son analfabetas como antes), y las élites hablan idiomas y manejan complicados programas informáticos, además de disponer de una amplia bibliografía sin moverse de su casa. Dalí, Duchamp o Godard fueron hombres que destacaron en la revolución de las artes, que ya no podían competir con la fotografía y el cine en la reproducción de la realidad; no sólo cambiaron las formas de hacer, sino que, con frecuencia, la mayor obra que realizaron fue ellos mismos. Eso explica por qué jóvenes universitarios de la actualidad siguen teniendo interés por Jean-Luc Godard, un vanguardista del mayo francés del 68 y un removedor de conciencias en la actualidad.
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