Cabeza borradora. David Lynch
Ficha técnica:
Título original: Eraserhead
País: Estados Unidos.
Año: 1971.
Duración: 89 minutos
Dirección: David Lynch
Guión: David Lynch
Casting:
Dirección de Fotografía: Frederick Helmes.
Música: Peter Ivers, David Lynch, Fats Walker
Montaje: Herbert Cardwell y Frederick Helmes.
Productores: Jack Nance, Charlotte Stewart, Jeanne Bates
Intérpretes
Jack Nance: Henry Spencer
Charlotte Stewart: Mary X
Allen Joseph: Señor X
Jeanne Bates: Señora X
Judith Anna Roberts: Preciosa chica en el pasillo
Laurel Near: Mujer en el radiador
V. Phipps Wilson: Casera
Sinopsis:
Henry es un joven deprimido, asediado constantemente por continuas pesadillas desde que nació. Intenta deshacerse de ellas con su imaginación, pero no lo consigue. Su novia Mary se queda embarazada y tiene un engendro inhumano, que no para de llorar, con el que se va a vivir a casa de Henry.
Comentario:
En su opera prima David Lynch ya apuntó maneras y dio a su público más ferviente las primicias de la gran carnaza que constituirían sus películas posteriores; a los admiradores de su peculiar forma de hacer se sumaron desde el principio cineastas como Stanley Kubrick y productores como Ben Barenholtz, que consiguió que esta cinta retorcida entrara en la cartelera de salas especializadas en pases de medianoche, al margen de las grandes audiencias. Y es que el cine de Lynch, profundamente oscuro, perturbador, tocado de un surrealismo malsano, de pesadilla, hacía aparición por primera vez en la gran pantalla, llenando el imaginario colectivo de iconos malignos, propios de una noche de fuerte resaca y dolor de cabeza, en la que uno desearía que, como la de Henry, fuera separada de su cuerpo y poder descansar al fin. El mismo se encargaría de crear el clima enrarecido del universo de Henry con su propia música y el atrezzo que decora los sets.
Fue la primera pesadilla de una larga serie, a la que seguirían 'El hombre elefante' (1980), exhibida con frecuencia incluso en proyectos veraniegos de cine al aire libre, para enternecer a un público piadoso con la contemplación de un ser tan desgraciado; Dune (1984), producida por Dino de Laurentiis, tratando de emular el éxito de 'La Guerra de las Galaxias' de George Lucas, que resultó un fiasco económico, y Blue Velvet, (1986) producida también por el italiano; Mullholad Drive (2001) o Inland Empire (2005), y otras muchas realizaciones, más o menos exitosas, entre las que ocupa un lugar de privilegio su colaboración esencial en la serie Twin Peaks, producida por Mark Frost, que se estrenó en la cadena ABC Network en 1990, una serie de culto que sigue manteniendo su cotización en el mercado del CD,
Volviendo a Cabeza borradora, el film se muestra como un compendio de muchos de los temores de los jóvenes de la edad del protagonista: miedo a crecer, a comprometerse, a tener hijos, a compartir la cama y la pasta dental con otra persona...Pero también sus reacciones más habituales, como el rechazo de la madre, representada por mujeres maduras, complacientes, como la que ve a través del radiador, sobre la que caen espermatozoides gigantes, inmundicias vivas que aplasta con sus pies, rechazando toda posible maternidad, o inquisitoriales, como la madre de su novia, acompañada de un marido que en principio parece exigente, reclamando la comida diaria, en una estancia tan exigua que apenas cabe la mesa, pero que a continuación se nos muestra como un imbécil (en el sentido clásico del término: débil), privado de voluntad, el espejo en el que se mira el joven y le devuelve una imagen de su futuro. Este discurso de siempre se transmite al público en un envoltorio vanguardista, con una fotografía en blanco y negro, en el que Henry aparece incrustado en grandes decorados que destacan su insignificancia y pequeñez, o en espacios claustrofóbicos y agobiantes, y acompañado de unos iconos, como el bebé, fruto de su relación con Mary X, que han inspirado a tantos monstruos del cine y que provocan el más profundo rechazo. Nadie puede erigirse en intérprete de las alucinaciones de otro, pero todos tendemos a intentar explicar cualquier relato, su diégesis cinematográfica, con nuestras propias experiencias, dando como resultado películas diferentes.
Estos iconos son más escatológicos y repugnantes que terroríficos; Lynch no se conforma con presentarlos como una víscera con vida; el 'bebé' está vendado, no envuelto en pañales, llora sin cesar, desquiciando a cualquiera, dentro o fuera de la pantalla, y se convierte en el paradigma de la Ley de Murphy, la que afirma que que si algo puede salir mal, saldrá mal y que todo lo que sea susceptible de empeoramiento se deteriorará más aún, como ocurre con esa cosa, ese bicho viviente, esa criatura hija de Henry que enfermará y se llenará de pústulas. No se puede afirmar que el film de miedo, lo que provoca es una tremenda inquietud y un deseo constante de apartar la vista. Desasosiego que siente y transmite el peculiar cineasta en casi todas sus obras, que le han proporcionado un público adicto y muy fiel.
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