Los crímenes del museo de cera. André de Toth










Ficha técnica:

Título original: House of Wax.
País: Estados Unidos.
Año: 1953
Duración: 88 minutos.
Dirección: André de Toth
Guión: Grane Wilbur, basado en una historia de Charles Belden. Warnercolor, 3D
Director de Fotografía: Bert Glennon, Peverell Marley, A.S.C.
Música: David Buttolph.
Director  artístico: Stanley Fleischer.
Edición: Rudi Fehr, A.C.E.
Sonido: Charles Lang.
Decorador del set: Lyle B. Reifsnider.
Natural visión y supervisión de M.L. Gunzburg-
Productor: Bryan Foy-
Maquillaje: Gordon Bau 
Warner Bros Pictures







Intérpretes:

Vincednt Price: Profesor Henry  Jarrod,
Frank Lovejoy: Tom Brennan,
Phyllis Kirk: Sue Allen,
Carolyn Jones: Cathy Gray,
Paul Picerni: Scott Andrews,
Roy  Roberts:  Matthew Burke,
Angela Clarke:  Mrs. Andrews,
Paul Cavanagh: Sidney Wallace,
Dabbs Greer:  Sargento Jim  Shane,
Charles  Bronson:  Igor,


Sinopsis:

El profesor Jarod (Vincednt Price), un  famoso escultor de figuras de cera, que enloquece tras ver que un incendio intencionado  destruye el trabajo de toda su vida. Incapaz de usar sus manos quemadas tras el desastre y habiendo sifo dado por muerto, se mantiene oculto tramando una terrible venganza.

Comentario:

 Magnífico film que aterrorizó a un público de la década de los 50, mucho más ingenuo y con más predisposición a asombrarse que el actual  ante los primeros pasos de las tres dimensiones, y a asustarse con la utilización de ciertos recursos, que hoy a causa de su reiteración hacen más que previsible la solución de la tensión que generan. Un ejemplo muy evidente es la secuencia en la que aparece por primera vez el monstruo ante la mirada atónita de Sue (Phyllis Kirk). La  forma de la mujer  de entrar en la habitación, de espaldas, de acercarse a un espejo y mirarse en él, son indicios de que hay alguien más en la estancia; la prolongación de las escenas de incertidumbre, que se resuelven cuando ya parece que esto es imposible, son una forma muy eficaz de mantener tenso y expectante al público.

La combinación de figuras de un museo de cera con  una ciudad, generalmente captada por la noche, con jóvenes desplazándose solas por las calles desiertas, genera un clima de inquietud propicio para el asesinato de víctimas inocentes. Pero el protagonista no actúa de forma arbitraria, ni es un asesino en serie, es un buen ciudadano, un  artista  que crea belleza para su propia satisfacción y la de los demás, al que el capitalista que financia su trabajo le chantajea con los escasos beneficios de su inversión,  y decide  que es más rentable arrasar el taller y quemar el museo  con el objetivo  cobrar  un sustancioso seguro que mantener a un artista alque ya ha extraído su jugo, no  dudando  en eliminarlo  si no se pliega  a sus pretensiones. Quien ha sido desposeído de todo lo que amaba, y,  como consecuencia del atentado contra su propia persona, ha sido incapacitado  incapacitado para seguir creando, decide cruzar la línea  y  situarse fuera de la Ley; a partir de ese momento le dará a la sociedad lo que quiere: en lugar de belleza serena y reflexiva, horror auténtico y 'simulación' de los crímenes más atroces. La posibilidad de utilizar seres inocentes en beneficio de sus planes no le preocupa. La sociedad entera, que mantiene a explotadores desaprensivos y disfruta con el horror ajeno, es su enemiga.

El film es un remake de una película de Michael Curtiz de 1933, 'Los crímenes del museo', protagonizada por Lionel Atwill, en el papel del escultor, y Fay Grass en el de posible víctima.





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