La Lista de Schindler. Steven Spilberg.
Ficha técnica:
Título original : Schindler's List.
País: Estados Unidos.
Año: 1993.
Duración: 196 minutos.
Dirección: Steven Spielberg.
Guión: Steven Zaillian, basado en la novela de Thomas Keneally.
Casting: Lucky Englander y Fritz Fleischhacker, Magdalena Szwarcbart, Iova Cypin y Liar Meiron, Juliet Taylor.
Música: John Williams. Solos de violín: Itzhak Perlman.
Edición: Michael Kahn, A.C.E.
Dirección de Fotografía: Janusz Kaminski, B & W.
Producido por: Steven Spielberg, Gerald R.Molen, Branko Lustig.
Co.productor: Lew Rywin.
Productor ejecutivo: Kathleen Kennedy.
Diseño de producción: Allan Starski.
Productores asociados: Irving Glovin, Robert Raymond.
Vestuario: Anna Biedrzycka-Sheppard.
Universal Picture, Amblin Entertainment.
Intérpretes:
Liam Neeson: Oskar Schindler,
Ben Kingsley: tzhak Stern,
Ralph Fiennes: Amon Goeth
Caroline Goodall: Emilie Schindler,
Jonathan Sagalle: Poldek Pfefferberg,
Embeth Davidtz : Helen Hirsch.
Premios:
1993: 7 Oscars: Película, director, guión, montaje, música, dirección artística, fotografía
1993: 3 Globos de Oro: Película: drama, guión, director. 6 nominaciones
1993: 7 Premios BAFTA, incluyendo mejor película y director. 13 nominaciones
1993: Nominada al Cesar: Mejor película extranjera 1993: National Board of Review: Mejor película
1993: Círculo de críticos de Nueva York: Película, Actor Secundario (Fiennes), Fotografía
1993: 6 premios Asociación de Críticos de Chicago, incluyendo Película, Director y Actor
Sinopsis
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Oskar Schindler (Liam Neeson), un hombre de negocios de enorme astucia y talento para las relaciones públicas , organiza una potente red de corrupción entre los nazis para utilizar a presos polacos en sus empresas; cuando las intenciones de los alemanes se tornan claras, se esforzará con todos los medios a su alcance por salvar la vida de todos los que están en las listas de trabajadores de su empresa. Tras la citada invasión de Polonia en 1939, consigue, gracias a estas redes, la propiedad de una fábrica de Cracovia, donde mediante la explotación del pueblo judío prosperara rápidamente, progresan sus cómplices y, dadas las condiciones de esclavitud de la humanidad, incluso se benefician los condenados a muerte. Su gerente (Ben Kingsley), también judío, es el verdadero director en la sombra, pues Schindler carece completamente de conocimientos para dirigir una empresa.
Comentario:
Cuando está a punto de cumplirse el vigésimo aniversario de esta obra maestra de Steven Spielberg, sólo cabe decir que era un homenaje que le debía a su pueblo, no el único, pero sí el más salvajemente torturado por el holocausto nazi. "La Lista de Schindler " es para mí mucho más que una película, confiesa Spielberg, porque supone un viaje profundo al corazón de un hombre único, además de al mío propio." Al hacer el film y documentarse sobre el personaje. comprendió que una persona, no un ejército, puede hacer que las cosas cambien, y los Supervivientes de la Historia Visual de la Fundación Shoah, han dejado múltiples testimonios de ello. Años más tarde, sintió la necesidad de cuestionar las agresiones del actual estado de Israel, y también lo hizo en Munich, lo que le valió grandes críticas de los judios actuales. De este modo nos proporciona una mirada privilegiada sobre su pueblo, a través de dos grandes realizacionez cinematográficas.
Tras una ceremonia religiosa judía, un fundido de la luz de una vela con el humo vertical de la chimenea de una locomotora nos traslada al marco geográfico y temporal de la tragedia; la luz y el color inicial dejan paso al blanco y negro, al reino de las sombras y los fantasmas de que se quejaba Maximo Gorki. En las más de tres horas que dura la proyección ya no volverá a utilizar el color hasta el fin de la guerra, con una excepción, que ha conseguido plenamente su objetivo: mientras Schindler contempla desde una colina, montado a caballo junto a una amazona, la matanza en el ghetto judío de 1943, sigue con la vista el deambular desorientado de una niña pequeña que viste un abrigo rojo y que luego veremos entre los montones de cadáveres que van a ser incinerados. De este modo logra fijar una terrible imagen en el subconsciente colectivo: el holocausto no perdonó ni a los niños más pequeños y desvalidos.
La película, en contra de lo que se diga, no abunda en escenas de violencia física, y cuando se producen, casi siempre, son a vista de pájaro; cualquier film actual nos ofrece mucha mayor carnicería en primer plano. Pero sí se prodiga en escenas de gran crueldad psicológica, que evidencian hasta qué extremos de maldad pueden llegar algunos hombres y hasta que grados de control son capaces de someterse otros para evitar lo peor, en secuencias como la que protagoniza Amon Goeth (Ralph Fiennes) con la judía que introduce en su casa como sirvienta, el terror de las mujeres en Auschwitz, cuando creen que las están introduciendo en una cámara de gas o la lluvia de ceniza que cae sobre la ciudad, procedente de la incineración de diez mil cadáveres de judíos exhumados, entre los que Schindler ve el cadáver de la niñita del abrigo rojo. Es muy impactante el fotograma que muestra al empresario y al oficial nazi, Amon, dialogando entre las llamas del infierno que ha generado el sacrílego incendio, mientras las voces de los seres humanos que se incluyen en la lista, pronunciando uno a uno sus nombres golpean las conciencias; más tarde los actores secundarios que han participado en la representación se entremezclarán con los protagonistas reales de esta tremenda historia.
Spielberg no idealiza en extremo al personaje del empresario, un corruptor de la clase política y militar del III Reich, que intentó aprovechar la esclavitud de tantos hombres, mujeres y niños que proporcionaba el régimen, felices con un poco de leche y pan, sintiiéndose protegidos de la amenaza constante de la muerte. La convivencia con estas personas salvó a este miembro del partido nazi y le sirvió de catarsis y regeneración personal. Spielberg lo ha reivindicado para la historia. Pero lo que de verdad levanta el realizador norteamericano es un gran monumento al ser humano, a las víctimas de la crueldad y la avaricia, que todos, sea cual sea su clase o condición deben agradecer; la humanidad desconocía el genocidio que practicó el nacionalsocialismo con sus enemigos, no sólo judíos, pero después de que Georges Stevens desvelara al mundo la existencia de campos de exterminio como el de Dahau, ya no se podía seguir alegando ignorancia. El trauma que sufrió este cineasta fue tal que no pudo seguir haciendo comedias y creo unos estudios a los que llamó Liberty Films.
Como ocurre siempre con Spielberg, John Williams es el encargado de dotar de emoción a sus películas. Liam Neeson, Ralph Fiennes y Ben Kiengsley, realizan su trabajo con el tono grave que exige una historia de este calado, acompañados constantemente de masas de extras que evocan las del expresionismo alemán de Fritz Lang en Metrópolis, o las de hombres, mujeres y niños tirando de la locomotora europea de Lars Von Trier. Son inaguantables las imágenes de los niños que suben cantando a los camiones que los llevan al exterminio. Pablo Kurt (Filmaffinity) recuerda que el cineasta usó su fama de director "comercial" para recordar a las generaciones que no vivieron la Segunda Guerra Mundial que tal barbaridad existió.
Comentario:
Cuando está a punto de cumplirse el vigésimo aniversario de esta obra maestra de Steven Spielberg, sólo cabe decir que era un homenaje que le debía a su pueblo, no el único, pero sí el más salvajemente torturado por el holocausto nazi. "La Lista de Schindler " es para mí mucho más que una película, confiesa Spielberg, porque supone un viaje profundo al corazón de un hombre único, además de al mío propio." Al hacer el film y documentarse sobre el personaje. comprendió que una persona, no un ejército, puede hacer que las cosas cambien, y los Supervivientes de la Historia Visual de la Fundación Shoah, han dejado múltiples testimonios de ello. Años más tarde, sintió la necesidad de cuestionar las agresiones del actual estado de Israel, y también lo hizo en Munich, lo que le valió grandes críticas de los judios actuales. De este modo nos proporciona una mirada privilegiada sobre su pueblo, a través de dos grandes realizacionez cinematográficas.
Tras una ceremonia religiosa judía, un fundido de la luz de una vela con el humo vertical de la chimenea de una locomotora nos traslada al marco geográfico y temporal de la tragedia; la luz y el color inicial dejan paso al blanco y negro, al reino de las sombras y los fantasmas de que se quejaba Maximo Gorki. En las más de tres horas que dura la proyección ya no volverá a utilizar el color hasta el fin de la guerra, con una excepción, que ha conseguido plenamente su objetivo: mientras Schindler contempla desde una colina, montado a caballo junto a una amazona, la matanza en el ghetto judío de 1943, sigue con la vista el deambular desorientado de una niña pequeña que viste un abrigo rojo y que luego veremos entre los montones de cadáveres que van a ser incinerados. De este modo logra fijar una terrible imagen en el subconsciente colectivo: el holocausto no perdonó ni a los niños más pequeños y desvalidos.
La película, en contra de lo que se diga, no abunda en escenas de violencia física, y cuando se producen, casi siempre, son a vista de pájaro; cualquier film actual nos ofrece mucha mayor carnicería en primer plano. Pero sí se prodiga en escenas de gran crueldad psicológica, que evidencian hasta qué extremos de maldad pueden llegar algunos hombres y hasta que grados de control son capaces de someterse otros para evitar lo peor, en secuencias como la que protagoniza Amon Goeth (Ralph Fiennes) con la judía que introduce en su casa como sirvienta, el terror de las mujeres en Auschwitz, cuando creen que las están introduciendo en una cámara de gas o la lluvia de ceniza que cae sobre la ciudad, procedente de la incineración de diez mil cadáveres de judíos exhumados, entre los que Schindler ve el cadáver de la niñita del abrigo rojo. Es muy impactante el fotograma que muestra al empresario y al oficial nazi, Amon, dialogando entre las llamas del infierno que ha generado el sacrílego incendio, mientras las voces de los seres humanos que se incluyen en la lista, pronunciando uno a uno sus nombres golpean las conciencias; más tarde los actores secundarios que han participado en la representación se entremezclarán con los protagonistas reales de esta tremenda historia.
Spielberg no idealiza en extremo al personaje del empresario, un corruptor de la clase política y militar del III Reich, que intentó aprovechar la esclavitud de tantos hombres, mujeres y niños que proporcionaba el régimen, felices con un poco de leche y pan, sintiiéndose protegidos de la amenaza constante de la muerte. La convivencia con estas personas salvó a este miembro del partido nazi y le sirvió de catarsis y regeneración personal. Spielberg lo ha reivindicado para la historia. Pero lo que de verdad levanta el realizador norteamericano es un gran monumento al ser humano, a las víctimas de la crueldad y la avaricia, que todos, sea cual sea su clase o condición deben agradecer; la humanidad desconocía el genocidio que practicó el nacionalsocialismo con sus enemigos, no sólo judíos, pero después de que Georges Stevens desvelara al mundo la existencia de campos de exterminio como el de Dahau, ya no se podía seguir alegando ignorancia. El trauma que sufrió este cineasta fue tal que no pudo seguir haciendo comedias y creo unos estudios a los que llamó Liberty Films.
Como ocurre siempre con Spielberg, John Williams es el encargado de dotar de emoción a sus películas. Liam Neeson, Ralph Fiennes y Ben Kiengsley, realizan su trabajo con el tono grave que exige una historia de este calado, acompañados constantemente de masas de extras que evocan las del expresionismo alemán de Fritz Lang en Metrópolis, o las de hombres, mujeres y niños tirando de la locomotora europea de Lars Von Trier. Son inaguantables las imágenes de los niños que suben cantando a los camiones que los llevan al exterminio. Pablo Kurt (Filmaffinity) recuerda que el cineasta usó su fama de director "comercial" para recordar a las generaciones que no vivieron la Segunda Guerra Mundial que tal barbaridad existió.
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