Defensa (Deliverance).John Boorman.









Ficha técnica:

Título original: Deliverance.
País: USA.
Año: 1972.
Duración: 109 minutos.
Dirección y Producción: John Boorman.
Guión: James Dickey, basado en su novela.
Casting: Lynn Stalmaster.
Música: Duelo de bajos ( Feudin Banjos): arreglado y ejecutado por Eric Weissberg y Steve Nandel.
Dirección de fotografía: Vilmos Zsigmond. Panavisión, technicolor.
Edición: Tom Priestly.
Edición de so nido: Jim Atkinson.
Director artístico: Fred Harpman.
Efectos especiales: Marcel Vercoutere.
Maquillaje: Michael Handcock.
Peluquería: Donoene McKay.
Compañías: Warner Bros.Pictures

Intérprertes:


Burt Reynolds: Lewis Medlock,
John Voight: Ed,
Ned Beatty Bobby,
Ronny Cox:: Drew,
Bill McKinney:
Herbert 'Cawboy' Coward,
James Dickey: Sheriff Bullard.

Sinopsis:

Cuatro hombres navegan en dos canoas por un río salvaje que desconocen, introduciéndose en una tierra virgen  e inhóspita que les conducirá hacia una trampa mortal.

Basada en una novela de James Dickey y filmada en el río Chattooga, Georgia, Defensa narra las tremendas  visicitudes que sufren cuatro hombres de negocios al iniciar una aventura  que se convertirá en una tráfica pesadilla. Resulta magistral la interpretación de cada uno de sus personajes y la evolución que experimentan a medida que se enfrentan a las situaciones más dramáticas que se pudieran imaginar. John Boorman  (Excalibur, The General) nos sitúa al filo de la supervivencia en una película de increíble belleza visual y suspense nominada a la Mejor Película, Mejor Director y Mejor Montaje. Finalmente el premio de la Academia recayó en sus protagonistas: Jon Voight, Burt Reynolds, Ned Beatty y Ronny Cox.


Comentario:

John Boorman, realizador de Zardoc, (1974), uno de los filmes más bizarros de la historia del cine, o Excalibur, (1981), una película cautivadora,  llevó a las pantallas en 1972  la cinta más terrible  y escabrosa, cuyo terror descansa en la posibilidad real de que estos hechos puedan ocurrirle a cualquier mortal que emprenda unas vacaciones, un breve periodo de asueto en la montaña, esperando volver fortalecido con su familia, sin contemplar la posibilidad de que exista un riesgo en su pequeña aventura. John Boorman  aborda el guión de James Dickey y lo plantea como un prisma de varias caras, que representa una realidad compleja: el deterioro medioambiental y el gran impacto que producen las magnas obras de ingeniería para producir electricidad y acondicionar las bellas casitas de los urbanitas, tiene una grave consecuencia:  el enfrentamiento de los hombres de asfalto con los lugareños, pobres, depauperados, embrutecidos y con altos índice de discapacidad por la reproducción en núcleos de pequeñas familias aisladas,  lugares donde no llega la ley y sa produce la lucha por la superviencia, la violencia o la muerte.

Boorman juega con el sentimiento claustrofóbico, paradójico si hablamos de aventuras al aire libre,  que conocen todos aquellos que, como Ed (John Voight), Bobby  (Ned Beatty) o Drew (Ronny Cox), son neófitos en  la experiencia que les propone el aparentemente experto en estas lides Lewis Medlock (Burt Reynolds), que se manifiesta en un temor universal  cada vez más intenso de alejarse de la civilización y quedar a merced de las trampas de la naturaleza, el acecho de los animales o, y esto es lo más importante, el ataque de los  hombres, sin posibilidad de escapar; esa sensación de estar encerrados en la inmensidad, que también deben sentir los náufragos en el mar. Lewis  invita a unos amigos a hacer  barranquismo por el último río salvaje, virgen y limpio de las tierras del Sur de los Estados Unidos, que va a desaparecer a causa de la construcción de una presa, convirtiéndose en un 'lago muerto, una charca inmunda', con las montañas que le rodean barrenadas por el hombre. Pero los lugareños no piensan lo mismo en bloque: algunos desean llevar la prosperidad al pueblo aceptando esta  contribución y acabar con la miseria y la ignorancia que supervive en estos maravillosos parajes, mientras otros no aceptan convertirse en las víctimas del progreso. El cambio del punto de vista se realiza magistralmente, mediante el enfoque/desenfoque del primer plano del encuadre, gracias al que la amable naturaleza, el locus amoenus, se ha convertido en una  emboscada sin salida. La llegada de los supervivientes a lo más cercano a la civilización transmite al espectador un sentimiento de relax, refrescante, expresado por Ed, malherido, en el improvisado quirófano: ¡Qué agradable!, ¡Servilletas de papel, agua caliente!.

Pero hay otros aspectos que también trata el film, y no de menor importancia, como la debilidad de la justicia y el temor con fundamento del grupo de amigos a ser juzgados en una tierra hostil, en la que el jurado se pondría indefectiblemente de parte de los lugareños, sin contemplar, en ausencia de testigos, a excepción de la naturaleza, el asedio, abuso sexual, tortura e intento de asesinato de los habitantes del lugar. Esta consideración lleva a los atacados a mentir, hecho que tiene otra terrible derivación: la sensación de culpa que se instala en sus mentes, y que les condena a sufrir el castigo dostoievskiano derivado de su 'crimen'. Ed, antes de regresar a un hogar que nunca será el mismo, se acerca al  lugar en el que se está instalando el nuevo cementerio, trasladando los restos del viejo, idea que le atormenta. Cuando el agua devuelva los cuerpos, ya nadie será testigo de ello.

No creo que Boorman  aporte una visión maniquea de los últimos habitantes de las tierras que va a ser tragadas por la presa, a pesar de presentarlos desdentados, soeces, desconfiados ante el foráneo,  o  en un elevado porcentaje deficientes mentales, aunque sensibles a la música. En esa lucha brutal cuyo escenario va a ser un reducto natural a punto de desaparecer, el habitante de la ciudad está en inferioridad de condiciones; si trasladamos la batalla a los grandes núcleos de población ciilizada, la lucha adoptaría otras formas, no menos duras, frecuentemente tratadas por el cine, de las que no están excluídos el asesinato  o cualquier otra forma de violencia. A Ed le timbla el pulso cuando tensa su arco, y acaba hiriéndose a sí  mismo, Drew es un humanista incapaz de hacer daño a nadie y Bobby  una víctima más que un verdugo, pero todos ellos tienen algo en común: disfrutan de buenos y bien remunerados empleos y de casas y coches de lujo. Sus contrincantes están mucho más cerca de los animales en lo que se refiere a sus miserables condiciones de vida, en medio de chatarras, basuras y escombros. El duelo de banjos, (en realidad  el tradicional banjo de la música country y una guitarra),  entre un niño discapacitado, que no habla,  y Drew es un anticipo de la batalla, en la que lo único cierto es que el hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupus est), especialmente cuando es fácil evadirse de la justicia.



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