Radio encubierta.Richard Curtis.



UN MUSICAL INOLVIDABLE




Richard Curtis, realizador de comedias que nos han hecho disfrutar con gags elegantes como Blockadder, Cuatro Bodas y un funeral o Love Actually, nos sorprende de nuevo con un divertido film: Radio encubierta, la historia de una emisora de radio clandestina o 'pirata' que opera en un barco anclado en el Mar del Norte. Frente a ellos los tories, encabezados por el Ministro Dormandy que interpreta Kenneth Branagh, que apoyado en el Lord Chamberlaine, censor oficial de la Casa Real británica, inician la caza de este tipo de medios que difunden la depravación a través de la música rock. En aquellos momentos en los que en la calle triunfaban los Beatles o los Rolling, las emisoras legales sólo emitían dos horas de rock, cuando la demanda era mucho mayor, hecho que evidencia los intentos conservadores de frenar el impulso cultural dominante.

Ambientada en la que se ha llamado la ' década prodigiosa ', en la que se produjo la revolución en todas las áreas del pensamiento y la cultura (hippies, Mayo Francés del 68, Rock, R&B o Folk), tiene como protagonistas a un grupo de DJ's procaces, ácratas y divertidos, que alegran , durante las veinticuatro horas desde las ondas la vida de jóvenes, que esconden sus aparatos de radio bajo la almohada, trabajadores que desempeñan sus tareas animados por los mejores ritmos musicales del siglo, e incluso el personal funcionario al servicio de los tories. La herencia de este grupo de hombres y mujeres que pensaron que el mundo se podía cambiar y cuya revolución se basaba en el triunfo del 'amor' y en el desarrollo de la 'contracultura' , y que nos dejaron páginas gloriosas de la historia de la música, como Beatles, The Rolling Stones, Otis Redding, Eagles..., ha perdurado hasta nuestros días, y los jóvenes de hoy siguen disfrutando de ella.

También nos ilustra acerca del sexismo de la época, en el que algunas mujeres habían alcanzado cuotas de libertad que hoy serían impensables, pero que seguían girando en torno a unos ídolos que generalmente eran hombres. En el barco no se admitían mujeres, pero una vez al mes acudían en masa para satisfacer los deseos sexuales de sus mitos, sin importarles su apariencia física. Su voz, transmitida por la radio era lo que las enamoraba. Algunos periodistas han ejercido ese poder de atracción sobre las masas, como Iñaki Gabilondo, cuyo pensamiento, liberado de la imagen, daba a sus radioyentes la energía necesaria para soportar duros días de trabajo.

El aparato ideológico del estado acabó por imponerse y estas emisoras desaparecieron; el barco, viejo y anclado mucho tiempo, no pudo reemprender su marcha y se hundió con toda una generación; en su lugar la TV vino cargada de una basura con tales dosis de 'contracultura', no como la de la década de los 60, que era una postura frente a los intentos de manipulación estatal, sino contra la cultura con mayúsculas.

Aunque el film pasó sin pena ni gloria, es muy conveniente recuperarlo para volver a introducir aire fresco en nuestras vidas, y conocer las condiciones en las que surgieron los grandes mitos del siglo pasado. La crisis del mundo de la música ahoga cualquier intento de rebeldía, y los que se mueven en este terreno están condenados al ostracismo.


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