Fernando Meirelles. El jardinero fiel.Ficha técnica.
El jardinero fiel, adaptación de la novela de John Le Carré, Fernando Meirelles da un ejemplo de cómo se puede representar una mujer que lucha y vive en igualdad con el hombre, con un modo de representación institucional o convencional. La protagonista, Tessa (Rachel Weisz ), es una mujer dotada de la cualidad de sermiradaidad, y que incluso es presentada fragmentariamente (pies con altos tacones, piernas cubiertas de medias caladas, primeros planos bellísimos...), que despiertan los instintos más primarios en la diégesis y fuera de ella.
En torno a una mujer así se teje una red de mentiras con el fin de desacreditar su memoria y matar su prestigio, una vez extinguido su cuerpo. Estas insidias sembrarán de malas hierbas incluso la mente de su amante marido, el jardinero fiel, preocupado de que éstas no envenenen las bellas plantas de su jardín; esta es la imagen simbólica del jardinero que, muerta su esposa, revolverá la tierra hasta resolver el puzzle que ha dejado su mujer, una joven de 24 años.
Justin Quayle ( Ralph Fiennes ) es un diplomático, un hombre que llega al acuerdo con su esposa de que el trabajo de ella es suyo; ella es una periodista que arriesga su vida, pero que no quiere involucrarlo a él, aunque para ello deba utilizar procedimientos maquiavélicos, como ofrecer su cuerpo como sacrificio a los deseos del hombre (amigo de su marido), acordes con la miseria que está revolviendo, y que le llevará a preguntarse ¿cuál es el fin que justifica sus medios? Fernando Meirelles cuenta una historia de "buen amor" entre un hombre y una mujer que se respetan hasta la muerte. Todos las instituciones representativas de la llamada sociedad occidental colaboran, de una forma u otra en su desaparición. En una conversación repugnante. el representante del FCO le sugerirá que él pertenece a una familia de diplomáticos acreditada por su discrección y que no debe dejarse arrastrar por el recuerdo de una "mala mujer", que incluso le ha engañado con otros.
La diégesis se construye alternando pasado y presente; el pasado revive el amor de la pareja y da algunas pistas de la tragedia y de la calumnia que intentará ensuciarla a ella y a su colega, un médico keniata, con el que se la relaciona, a pesar de que él es gay y tiene pareja. Pero esta periodista no lucha por conservar su puesto de trabajo, ni por servir a los intereses de su periódico, al que incluso di
sgusta, sino por descubrir el tinglado que tienen montado en Africa las grandes empresas farmacéuticas, las agencias de ayuda a los países del tercer mundo, las embajadas de los países, en este caso Inglaterra, los servicios secretos e incluso los inventores de los fármacos. Es terrible pensar que cuando usamos un medicamento y leemos los efectos secundarios, éstos se conocen porque se han experimentado con enfermos de SIDA, a los que se niega el tratamiento si no dan su consentimiento para ser sometidos a las pruebas de los nuevos fármacos. Primero se crea la alarma sobre una pandemia y después, si los efectos de los medicamentos no son demasiado perversos se somete a la población mundial al tratamiento; las cuentas de resultados de las empresas y los beneficios bursátiles expertimentan abultados 'repuntes'.
Pero la película denuncia otras muchas cosas: la inutilidad de las acciones de muchas organizaciones no gubernamentales, que lavan inutilmente la conciencia de los habitantes del primer mundo, pues de nada sirve salvar a unos cuantos, que inmediatamente serán sustituidos por otros ( así lo ven los indígenas, cuando se niegan a subir al avión a una niña en medio de una masacre: las cosas son así en Afríca); la violación de nuestra intimidad y la ausencia total de vida privada que producen los nuevos medios telemáticos, que hacen que hasta un niño de ocho años pueda poner toda nuestra vid
a al descubierto. Como más tarde denunciará Ridley Scott en Red de mentiras, la única forma de escapar del control, de ser invisible al rádar, es dejando de utilizar todos estos instrumentos. El escándalo saldrá al descubierto en los funerales de ambos, cuando un familiar de Tessa, lea una carta que inculpa al Director del Organismo Internacional FCO (Foreing and Commonwealth Office), llegada a sus manos por el primitivo procedimiento de una carta tradicional enviada por Justin a una tía suya residente en Italia, antes de volver a Kenia para ser sacrificado.
Pero hay más, la salvación de estos pueblos vendrá exclusivamente de sus manos, como afirma el líder revolucionario de Queimada; mientras sigan matándose entre ellos o poniéndose al servicio del que los explota, ejecutando los crímenes empresariales, como los define el espía, no pueden esperar mucho: la libertad regalada no es tal libertad. La conciencia del hombre desarrollado se adormece con el argumento de que la empresa se ha ubicado en tal o cual país al que ha proporcionado equis puestos de trabajo.
Tessa es una gran mujer, una gran periodista, que arriesga su vida, su fama, su nombre en la persecución del crimen; él es un diplomático, un "jardinero fiel", que se empeña en acabar lo que ella había empezado, como se esforzaba por tener limpio su jardín. Ella es asesinada cuando llevaba las pruebas a una lider africana, Grace Makanga, para que las presentara en la ONU; él cuando se empeña en no olvidar nada, en no someterse a un proceso de amnesia en Chamonix, como le aconseja el alto represenrante del FCO.
El film comienza presagiando la tragedia, con una pantalla en negro, en la que empiezan a aparecer títulos de crédito, a la vez que la voz en off del diplomático se despide de una mujer a la que verá por última vez; la siguiente imagen viene precedida del ruido de un disparo y nos muestra un todo-terreno volcado, a orillas de un lago filmado con colores muy saturados y filtrados; las imágenes mostrarán un contraste entre los poblados indígenas de chabolas, construidas con feos materiales industriales, nada idílicos, populosos y llenos de residuos, plásticos, papeles, frascos vacíos, y la lujosa metrópoli de Nairobi, donde los ingleses viven al estilo británico, con clubes victorianos, o en chalets modernistas.
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